Segunda noche de Viña 2016: Volvieron y murieron los 90’
Eros Ramazzotti "hizo recordar la banda sonora de gran parte de las teleseries de TVN de los 90’, que a diferencia de otras cosas, si fueron mejores que las de hoy". Rodrigo González hizo reír a los nostálgicos. Y Ana Torroja "se dio el lujo de hacer una suerte de reversión del beso de Madonna, Britney y Christina Aguilera en los MTV Music Awards, con Paty Cantú".
Ya no están los tiempos para apuestas nuevas. No más promesas de la música como Yandar y Yostin o artistas one hit wonder como Lou Bega, Melody (la del “Baile Del Gorila”) o Safri Duo. En general, la mayoría de los músicos de Viña 2016 vienen de vuelta. Están consagrados. Y llegan a la Quinta para desatar en la imaginación de los fans, a punta de hits, un tópico conocido en la literatura como “La Edad de Oro: Todo tiempo pasado fue mejor”.
En esta segunda noche fue el turno de los últimos 80’ con Ana Torroja y sobre todo de los 90’. Y para poner banda sonora al recuerdo, abrió los fuegos un hombre que no es precisamente un debutante: el italiano Eros Luciano Walter Ramazzotti. Un tipo que desde que fue bautizado con el nombre del dios griego del amor y el sexo, ha estado obligado a seguir su destino de consagrarse al romanticismo. Y tal como cantaba nuestro Douglas, Eros sigue romántico y erótico. Pero sobre todo: sigue resfriado.
Curiosamente, sus fans de hierro, hombres y mujeres post-35 encarnados en un eufórico Felipe Vidal que se vio en cámara cantando con el alma, aman ese sonsonete y tapan sus narices cada vez que interpretan en los karaokes éxitos como “Fuego en el Fuego” o “La Cosa Más Bella”, para así sonar más parecidos a su ídolo, aunque la línea que separa a los imitadores de Ramazzotti de Chinoy y Calamardo es peligrosamente delgada.
El italiano, pese a su esfuerzo por cantar en español, al punto de tener que leer prácticamente todas sus letras durante el show, no mostró un repertorio tan conocido por el público. Pero eso no importó. Si el público no se sabe las canciones, se inventa o tararea. Incluso se chamulla en italiano.
El cantante fan de la Juventus llegó acompañado de músicos de talla mundial, entre los que destacaba un baterista que tocó con la banda de rock con ritmos más imposibles del mundo, The Mars Volta; un guitarrista que acompañó al mismísimo dios Eric Clapton; y un corista que desesperadamente trató de llamar la atención con su look al estilo Gokú.
El resultado fue sólido. Ramazzotti cantó como siempre, hizo un tributo y le pasó el micrófono a, quizás, su ídolo, Lucho Jara. Soleó con su guitarra y se tapaba la oreja como los cantantes más experimentados. Su escenografía – a ratos futbolera – trajo de vuelta el Mundial del 94’ y el juego FIFA 98’. Sobre todo, el artista nos hizo recordar la banda sonora de gran parte de las teleseries de TVN de los 90’, que a diferencia de otras cosas, sí fueron mejores que las de hoy.
No es de extrañar que el show haya sido grabado en VHS por los televidentes y que el italiano se llevara las dos gaviotas. Y que en el backstage fuera evidentemente joteado por Andrés Caniulef.
El humorista Rodrigo González, la “carne fresca para el Monstruo”, tuvo la responsabilidad de suceder a Ramazzotti. En este caso, a diferencia de lo que pasa en la música, el artista era un perfecto desconocido. Un tipo que, pese a ser un experimentado comediante de stand up, guionista de ‘El Club de la Comedia’ y del triunfador Jorge Alís, era todo menos un consagrado para el público. Sin embargo, González supo jugar sus cartas.
Primero, dándole duro al blanco preferido de las burlas de todo Chile: Sebastián Dávalos y Natalia Compagnon, que ocupan hoy en las rutinas humorísticas el papel que otrora hiciera el personaje de la suegra. Otra vez, el equipo de comunicaciones de La Moneda debió pegarse cabezazos contra una pared, sobre todo cuando González dijo que la Presidenta era yeta y que aún le quedaban dos años más de gobierno, lo que desató pifias tan grandes como las que recibió años atrás Ricardo Meruane.
Y luego, su arma más inteligente: la nostalgia. Con un público que evidentemente iba a recordar su juventud con las canciones de Ramazzotti y Torroja, González ocupó el recurso de “los tiempos han cambiado”, y comparó – de forma muy graciosa – la juventud actual que escucha reggaeton, que ocupa tablets y ve (aquí se desfasó diez años) Catdog, con la de los 90’, que jugaba al luche y bailaba lentos en las fiestas.
Quienes con Caroe se escandalizaron, con González se debieron atragantar de la risa. Su monólogo fue mucho más convencional, aunque también con pinceladas políticas, y lo bastante bueno para hacer reír, entretener y triunfar.
Cerca de las dos de la mañana, cerró la velada la española Ana Torroja, otro referente de antaño. A diferencia del resto de los artistas que viven de sus éxitos pasados, la madrileña tiene un plus además de la nostalgia: la reinvención.
Lo anterior no significa que haya hecho un show exento de grandes éxitos. No obstante, se esfuerza en darle un sonido y look distinto a cada una de sus presentaciones. En esta ocasión, optó por las guitarras en vez de los sintetizadores y por casi no usar maquillaje. Que suene diferente al disco y se vea diferente a los clips no es necesariamente malo. De hecho, con su show, Torroja sepultó los ochenta, noventa e incluso los primeros 2000.
Ya no es el tiempo en que la dictadura le pidió cambiar la letra de Hawaii-Bombay en el año 84’, porque aludía al sexo. Tampoco cuando junto a Miguel Bosé desconcertaron a todos en la Quinta repartiendo piquitos entre ellos y sus coristas en su show Girados. Ahora a nadie le importaría eso. Sobre todo después de Mekano y Yingo.
En uno de los clímax del show, Torroja quiso conectarse con las nuevas generaciones e invitó a Gepe a interpretar “Duele el amor”. El chileno se vio infinitamente pequeño al lado de la experimentada española, si es que se le compara -injustamente- con Bosé, a quien se extrañó cuando sonó el hit ‘Corazones’. En esa canción también se echó de menos a Yerko Puchento.
Pero lo más icónico del show fue que el primer verso de ‘Mujer Contra Mujer’, su himno lésbico de 1988 que hasta hace poco era ocupado para burlarse de lesbianas en sketches y para musicalizar notas de prensa, ganó terreno en la Quinta. ‘Nada tienen de especial dos mujeres que se dan la mano’.
La española se dio el lujo (aunque, como estamos en Chile, con 13 años de desfase y sin consumar el acto) de hacer una suerte de reversión del beso de Madonna, Britney Spears y Christina Aguilera en los MTV Music Awards, junto a la cantante Paty Cantú. Y no hubo escándalo. Porque no son los 80’ ni los 90’. Afortunadamente. Aunque sigue siendo noticia.