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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Natalia Valdebenito, la verdadera reina de Viña

Valdebenito no se vistió de la ciudadanía ni se subió al carro de los indignados. Ella asumió un rol bastante más impopular y subversivo que es el de la mujer con sexualidad, con genitales y con voz acerca de sus relaciones de pareja.

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Natalia Valdebenito triunfó en la Quinta Vergara por muchas razones entre las cuales se encuentran las más básicas: buen manejo del escenario y una rutina tremendamente bien escrita. La manera en que la comediante se plantó en el escenario para romper con esa machista maldición que consistía en que las últimas mujeres que se habían presentado en el Festival de Viña del Mar habían fracasado, fue tal vez su mayor virtud. Y es que ella no era otra de ese grupito, ya que no venía a hacer a reír a los hombres a costa del estereotipo femenino instaurado en nuestra sociedad.

Natalia se subió a la Quinta a romper con toda caricaturización de manera espléndida sin vestirse de heroína ni de salvadora de nada. Ella era una mujer con sus virtudes y defectos, era la humanización del objeto del deseo y la constatación de que la conciencia de género en Chile está todavía sepultada tras una capa inmensa de prejuicios que les pusieron a las mujeres en su vida antes de nacer. Sin preguntarles ni menos esperar una opinión al respecto.

Porque Valdebenito no se vistió de la ciudadanía ni se subió al carro de los indignados. Ella asumió un rol bastante más impopular y subversivo que es el de la mujer con sexualidad, con genitales y con voz acerca de sus relaciones de pareja. Ya que mientras la ex Club de la Comedia desprendidamente contaba sus conflictos con sus parejas y de sus mañas, era cosa de ver las imágenes del público para entender que ahí había una pequeña revolución de carcajadas en la que los colores de los rostros de las señoras y jóvenes pasaban desde un rojo profundo hasta los gestos de naturalidad propios de quien se da cuenta de que sus costumbres no son tan terribles. Era el relajo de quien constata que algunas reglas sociales no son más que construcciones culturales, lo que no siempre tiene que ser correcto.

Todo esto Natalia lo hizo en un ambiente en el que la reina de Viña acapara todas las portadas y en donde los diarios que se visten de “sentimiento popular” instalan la idea de que el mayor logro del sexo femenino es salir en sus tapas hincadas y mostrando el culo. Esta gritona barrió con todo ese prejuicio y convirtió a los certámenes de belleza y popularidad femenina en simples tonteras creadas por productores y editores carentes de sexualidad libre.

Los disparos de Natalia, a diferencia de otros comediantes que se presentaron días antes, no eran anunciados. No era la promesa de la “rebeldía” ni de la “indignación”, y eso hacía que no pudiéramos advertir sus golpes, lo que en comedia es tal vez lo más excitante para el publico que está observando una presentación. Y eso es quizás su gracia frente a las expectativas de una ciudadanía que al estar tan atenta a los lugares comunes es incapaz de detenerse en los pequeños detalles y en la gracia que debería tener todo comediante: ser la voz disonante entre tanto relato aprendido de memoria incluso entre quienes creen ser inconformistas.

Es por esto que esta actriz sacó los aplausos que sacó. Por eso la gente se tapaba la cara cuando ella, desde su tono agudo y sarcástico, convirtió a los objetivos de sus dardos-Cecilia Bolocco es un ejemplo-en seres reales, concretos y ajenos a toda sacralidad y contemplación divina. Porque-digámoslo- Natalia bajó a los grandes íconos del espectáculo para sentarlos en su mesa y decirles algunas cosas desde la perspectiva de una chica que no viene a salvar al mundo, sino a ejercer su simple derecho de expresión. Si les gusta bien y si no bien también. Total hoy no estamos ni para próceres patrios ni para reinas, aunque claramente Natalia Valdebenito es la monarca indiscutida de este Festival de Viña.

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