El duro testimonio de una víctima del cuento del tío tras 18 horas de engaño
A las 2 de la madrugada del viernes recibió un llamado. Al otro lado de la línea su mamá lloraba y luego vino la voz de un hombre que la obligó a darle toda la plata que tuviera. De lo contrario, dijo el supuesto secuestrador, la iba a matar.
A Constanza le sucedió algo que a cualquiera le puede pasar. Algo que se sabe que sucede, pero que se piensa que hay pocas probabilidades de caer en una trampa tan burda y tan cruel como lo es el cuento del tío. Luego de su traumática experiencia relató y analizó lo que realmente pasó en su Facebook, publicación que se hizo viral.
Todo empezó la madrugada del viernes 26 de febrero. A las 2 de la mañana. A esa hora recibió un llamado, uno que la mantendría 18 horas despierta y al borde del colapso. Al otro lado de la línea su mamá lloraba y luego vino la voz de un hombre que la obligó a darle toda la plata que tuviera. De lo contrario, dijo el supuesto secuestrador, la iba a matar.
“Cuando escuché a mi madre llorando, no dudé ni un minuto que fuera ella. Era su voz, su tono, su forma exacta de llorar”, relató. ¿Por qué no dudó? Porque el número de su casa lo tenía solo su mamá, su papá y contadas amigas. Pero por sobre todas las cosas, para Constanza la mujer que lloraba era su mamá. Fue un trabajo de relojería, detalla.
El hombre la obligó a darle el número de su celular y a que tuviera el teléfono fijo descolgado. Constanza obedeció por miedo. Alcanzó a mandarle un whatsapp a su hermano y a su papá, pero no respondieron. “No me atreví a escribirle a ella por miedo a que estuvieran en poder de su celular y le hicieran algo por desobedecerles”, contó.
“‘Cuánto vale la vida de tu madre’, me gritaban. Me obligaron a buscar todas las cosas de valor que tuviera, meterlas en una mochila y salir a un cajero. Me estaban vigilando. Sabían por dónde caminaba hacia mi casa después del trabajo, sabían que lo hacía con audífonos, sabían todo. Me presionaron para tomar un taxi e ir a dejar la mochila y la plata a Cerrillos”, escribió la joven. Y así lo hizo.
Después de dejar todo lo que tenía en una población de Cerrillos, los hombres -eran cinco en total- le dijeron que volviera a su casa y que a las 8 am irían juntos a un banco, así que se tomara un café al llegar, que no durmiera. Entre todos se turnaron para mantenerla despierta. Todo a través del celular. Y ahí pudieron conversar: le contaron que tres de ellos tenían sida y que todo esto lo hacían por sus hijos, para dejarles algo porque se iban a morir.
“¿Saben qué me hicieron comprar, con todos los cupos que me dieron las casas comerciales? Zapatillas, principalmente para niños, pañales y leche. Sí, todos los pañales y leches que pudiera conseguir. Y mientras lo hacía, me daban las gracias. Y me pedían perdón”, contó Constanza. Le dijeron que no era nada personal, le dijeron “yo me voy a morir porque no tengo plata para pagar mis tratamientos, y este país no hace nada para que sea distinto”.
Pese a la cruda vivencia, la víctima del engaño señaló que “hay una versión más profunda todavía y más real (…) día a día aceptamos que en este país reine la injusticia. Porque día a día vemos cómo nos cagan, cómo nos estafan, cómo nos roban y no hacemos NADA”. Ante ello, ante la indolencia, la joven llamó a tener una convivencia más inclusiva, de preocuparse por el otro: “Se trata simple y llanamente de dejar de ser cómplices del abuso. De hacernos parte de lo que vive el de al lado, de querer, QUERER, abrir los ojos y entender la realidad del otro. Y dejar de juzgar”.
Constanza, en su relato, indicó, a su juicio, a los verdaderos culpables. “Giremos la cabeza y levantemos la mirada hacia los verdaderos delincuentes. Los que aparecen todos los días en las pantallas de televisión, los que se forran los bolsillos a través del servicio público, fingiendo hacer SERVICIO. Los que debieran defendernos, representarnos, y que en vez abusan de todos nosotros a plena luz del día. Sin ningún pudor. Ellos son los verdaderos delincuentes. Estos otros, los de mi historia, lo que realmente querían era pañales y leche. Pañales y leche”.
La denuncia ya está hecha, pero el parte aún no llega a la fiscalía dado que se demora 48 horas, tiempo que corre desde el lunes pasado. Sin el parte, el fiscal que esté a cargo no puede dar orden a Carabineros o a la PDI a que investigue a los autores del delito.
Finalmente, después de un fin de semana de angustia, Constanza comenta a El Dínamo: “Si esto sirve de algo para que signifique algún cambio para tomar conciencia, entonces quizás todo sí tiene algún sentido”.