El “buen negocio” de incluir mujeres
"¿Es que en Chile andamos siempre tan atrasados, que tienen que pasar tres años para darle importancia a algo que a nivel global se viene repitiendo hace rato?".
Pilar Parada es Gerente General de Biosigma, ganadores del Avonni Minería con el sistema de Biolixiviación a Temperatura Ambiente.
En enero y febrero de este 2016 estuvo circulando por las redes sociales un estudio que indica que las empresas que tienen una representación femenina significativa son más rentables. Este documento fue presentado por McKinsey&Company el 2013 a través de su programa Women Matter (Las Mujeres Importan), y que demostraba que las empresas con mayor representación de mujeres en sus comités ejecutivos tienen un desempeño económico sustancialmente mejor, alcanzando un retorno de capital o ROE de un 47% mayor y un promedio de EBIT 55% mayor que aquellas empresas donde no había representación femenina.
¿Es que en Chile andamos siempre tan atrasados, que tienen que pasar tres años para darle importancia a algo que a nivel global se viene repitiendo hace rato?
Digámoslo fuerte y claro: ¡Incorporar mujeres a los equipos de trabajo es siempre un buen negocio! Esto ya no se trata de machismo o feminismo, se trata de hacer las cosas bien. Porque independiente del revuelo que pueda causar una presentación como la de Natalia Valdebenito en el pasado Festival de Viña del Mar, debemos aprender a decir las cosas por su nombre, hombres y mujeres, y avanzar hacia un mayor crecimiento de nuestro país, dejándonos de prejuicios añejos, pero sobre todo, poco rentables.
De acuerdo a estudios realizados por el SERNAM, en los últimos 15 años, en Chile se han desarrollado 17 programas orientados a promover la autonomía y el empleo de las mujeres, sin embargo la mayoría de ellos apuntaba a enfrentar la precariedad económica de las mujeres vulnerables, más que a fomentar su autonomía económica, y lamentablemente se consiguió una cobertura de apenas un 15% de la población objetivo, en el caso más exitoso.
Lograr apoyar a todo el espectro de mujeres de nuestro país es sin duda un gran desafío, que no pasa sólo por tener acceso a la información de manera oportuna o porque el estado nos apoye, debemos empujar con fuerza también desde el sector privado; incorporando buenas prácticas en temas de género al interior de las empresas. Debemos comenzar por instaurar métricas de diversidad de género que nos permitan hacer un buen diagnóstico, propender hacia una igualdad salarial entre hombres y mujeres en un mismo cargo, dar visibilidad a aquellas mujeres que puedan ser figuras inspiradoras para otras mujeres, crear programas de apoyo o mentoring, donde los mismos hombres puedan demostrarles a las mujeres que sí pueden, generar redes de apoyo y flexibilidad horaria que permitan compatibilizar temas familiares con la actividad laboral y eliminar el estrés de la llamada “doble presencia”, entre otras medidas.
Organismos como Comunidad Mujer, Mujeres Empresarias o Hay Mujeres han surgido en nuestro país, para gatillar esta transformación, y en muchas oportunidades han sido referentes para incorporar la perspectiva de género en la creación de políticas públicas en relación al trabajo, la educación y el emprendimiento, entre otros temas. También han tenido el rol de evidenciar las barreras que impiden que las mujeres, a pesar de contar con las competencias adecuadas, acceder a cargos directivos de importancia, por la existencia del denominado “techo de cristal”, que no es otra cosa que una discriminación velada hacia el género femenino.
Todos estos esfuerzos, han producido ciertos avances relevantes, como pasar de un 41% de mujeres incorporadas a la fuerza laboral a un 54% actual. Sin embargo estas cifras aún siguen siendo de las peores de Latinoamérica y peor aún no conseguimos darle el sentido de urgencia que necesita la incorporación de mujeres a la fuerza laboral. Este no debiera ser un tema de mujeres, sino más bien un tema país, que nos permita seguir creciendo en términos económicos y también en igualdad.