Sergio Melnick, el aprovechador
¿Qué sería de Melnick y sus colegas empresarios sin el Estado de Chile? Tal vez nada. Por lo tanto los discursos del emprendimiento y la creación de empresas sin la intervención estatal no son más que una manera bastante astuta de acallar algunas cualidades de esta intervención que son dañinas para las (malas) prácticas empresariales.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Hoy Sergio Melnick está en el ojo de muchos gracias a sus negocios con el Estado. Así es, porque una información dejó a la vista millonarios contratos que el ex panelista de Tolerancia Cero y eterno polemista tiene con ese motor de nuestra institucionalidad que tanto critica. Al parecer este no debe garantizar derechos ni establecer regulaciones económicas, pero sí negociar con él y los suyos.
Es curioso lo que pasa con personas como Melnick y su arte de pontificar que desarrollan en los medios y en las redes sociales. A él es habitual verlo en su cuenta de Twitter criticando el “autoritarismo de izquierda” y los negociados de miembros de la Nueva Mayoría. Por lo general sus palabras van desde la reprimenda moral hasta la exclamación indignada de un ciudadano que no puede creer lo que está pasando. Y lo hace como si mirara desde afuera el poder y solamente se uniera a un grito de la ciudadanía.
Lo cierto es que todo eso es falso. Melnick no es cualquier integrante de la sociedad, por lo que no puede mirar al poder desde afuera como si no perteneciera a este. Como tampoco puede observar el autoritarismo desde la vereda de la democracia cuando fue ministro de la peor dictadura que ha vivido Chile. Pero eso pareciera no importarle. Igual opina desde una supuesta independencia liberal aunque todo lo que dice criticar él lo haya hecho antes.
¿Qué sería de Melnick y sus colegas empresarios sin el Estado de Chile? Tal vez nada. Por lo tanto los discursos del emprendimiento y la creación de empresas sin la intervención estatal no son más que una manera bastante astuta de acallar algunas cualidades de esta intervención que son dañinas para las (malas) prácticas empresariales. Dichas cualidades son las que trabajan para poder poner límites a ciertas ambiciones y buscan considerar al empresario como un ciudadano con responsabilidades y deberes.
Sergio Melnick es uno de los propulsores de esa ideología anti Estado que dice no serlo. Es parte de esos supuestos genios que aplaudimos durante la primera década post dictadura y que dijeron que todo el que pidiera mínimas garantías era o flojo o comunista (entendido en el contexto de que ser comunista era algo malo para ellos). Son “campeones” que revistas como la Capital, entre otras, aplaudían y ponían ante nuestros ojos como hombres que se hicieron solos. O como les llaman los siúticos: self made man.
Lo concreto es que todo eso no son más que invenciones en un país como Chile en donde las castas y sus redes son exclusivas y excluyentes. Sergio no habría podido hacer surgir sus negocios si es que no se hubiera movilizado en un ambiente específico. Hubiera sido imposible para él acceder a lo que accedió si es que no hubiera hecho las amistades necesarias en tiempos de dictadura. Era cosa de desenvolverse en los lugares precisos y hablar con la gente indicada. Nada más. No es tan épico como algunos medios intentan decirnos, pero es más efectivo en una sociedad en donde emprender muchas veces tiene que ver con desplazarse hacia la clase privilegiada, y querer pertenecer a ella. No hay otro secreto.
Sin el Estado de Chile estos negocios de estas supuestas mentes brillantes no habrían llegado a puerto. Y es que no son más que los principales aprovechadores del aparato público porque lo usan para su beneficio mientras despotrican en contra de este cuando intenta establecer ciertos estándares en materia de justicia social. A ellos no les interesa la justicia. Al contrario: se benefician de la falta de esta y de la ausencia de marcos regulatorios.