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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Aquel maldito dinero y nuestra mala memoria

Así las cosas, el caso que nos preocupa hoy no es nuevo. Hoy, a pleno sol de nuestro país, son varios los grupos que captan dinero al margen de la ley. A lo mejor invierten bien reintegrando el aporte con intereses de un 3 a un 5%. A lo mejor, no.

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María Teresa Larraín es Periodista.

No nos debería llamar la atención. Los 56 mil millones de pesos equivalen, en parte, presupuesto de Salud o de Educación. Lo cierto es que esos millones están en las manos de tres personas, que hasta hace poco circulaban por la calle con un sueldo de sobreviviente, como el que carga la mayoría de los trabajadores en este país. De la noche a la mañana, descubren la gallina de los huevos de oro y, en un santiamén, manejan dineros obtenidos mediante el engaño a incautos o a quienes desesperadamente veían en los llamados una posibilidad de ingresar una mejor ganancia, y un pago de interés mensual insuperable, comparado al que entrega la banca – que es, por mucho, un 0.3% mensual – .

Estos incautos, de edades variadas, han pisado la misma piedra de los tránsfugos del dinero. Ni un caballo lo hace. A la mala memoria se une el hecho de que nuestra sociedad se desmiembra en males imposibles de curar a corto tiempo. Las cifras son elocuentes: cerca del 50 por ciento de nuestros compatriotas sufre de ansiedad o depresión, y mucho más que esta cifra son los que están endeudados hasta el cuello o viven con salarios menores a los 700 mil pesos.

Con el ingreso antes mencionado, las familias enfrentan la salud y educación de sus hijos, por lo que el Canto de Sirena llamando a ingresar dinero fácil cada mes es algo que muy pocos pueden ignorar. A ello se suma el engaño legal que el ciudadano común sufre todos los días: delincuentes de cuello y corbata, ex legisladores que no cumplen un solo día en la cárcel, que viajan al exterior pese a tener orden de arraigo, y que la prensa tradicional destaca en algodones. La dueña de casa se queja del aumento de precios en los insumos de canasta básica, donde están incluidas verduras y frutas que se siembran y cosechan en Chile, hoy a precios incomparables. El pensionado debe elegir entre comer y pagar sus remedios; el estudiante, pese a la promesa de educación gratis para todos, queda fuera de esta opción. No está en el ranking de los más vulnerables.

Por donde se mire hay abusos, imponiéndose la ley del más fuerte. Los ciudadanos chilenos bajan la cabeza y sufren el pesar de vivir en un país donde su gente es maravillosa, la naturaleza desbordante que agobia por la belleza y que día a día se depreda hasta secarnos por dentro y por fuera, sin poder gozarla a plenitud.

A toda esta ignominia sumamos otro abuso: la banca. Podrán decir que las tasas de captación son las adecuadas a los países de la OCDE o lo que dicta el Fondo Monetario Internacional; al ahorrante o ciudadano común, eso no le importa. Si pone el dinero en el banco, solo recibirá un 0.3% de interés mensual, y si desea un préstamo, le cargarán hasta 3% de interés; en una tienda del retail, un 4% o más. A eso agreguemos los costos de comisiones.

O sea: negocio redondo para el que capta, desesperanza para el que ahorra.

La Coneja, la Familia, la Cutufa y los quesos

Hacia el año 1970, una pequeña coneja con ojos latigudos bailaba ante las pantallas de TV, o se insertaba en los diarios, las radios susurrando canciones sensuales, invitando a quienes le atendieran a “un ratito especial”. No se conocía qué y quiénes estaban detrás, hasta que pasados los meses alguien habló de que era una financiera.

Se trataba de un negocio fabuloso. Cualquiera que depositara allí sus dineros recibía casi de inmediato inmensas ganancias. Nadie sabía cómo hacía “La Coneja” para lograr retornos tan espectaculares, pero no importaba mucho: las ganancias eran inmensas y efectivamente le llegaban a los felices depositantes. De los responsables se supo poco. En aquellos tiempos, la opinión pública se enardecía con la elección del Presidente de Chile, Salvador Allende. Fueron muchos los aterrorizados que se fueron de país. Y, con ellos, desapareció la Coneja.

La Coneja llamado para financiera en Chile

Seis años después, la Financiera La Familia golpeó las puertas de muchos hogares. La censura funcionó a pedido. Como arte de magia, los responsables, todos jóvenes de la UDI, recién formado, se esfumaron del tema, incluido el fundador del partido, Jaime Guzman.

El ingeniero comercial de la Universidad Católica, Alberto Hardessen, fue uno de los principales responsables de esta millonaria estafa que hizo perder en 1976 los ahorros de toda una vida a cientos de personas. A fines de ese año, una corrida financiera llevó a que la entidad no tuviera caja suficiente para devolver los dineros invertidos por más de 500 personas. En enero de 1977, se inició una investigación que concluyó en 1982 con cuatro personas condenadas por estafa: Alberto Hardessen, Cristián López, Rodrigo Mujica y Luis Gaete. Con poco más de 30 años, Alberto Hardessen ostentaba, entonces, el cargo de vicerrector de Asuntos Económicos de la UC. También era dirigente del movimiento gremialista y uno de los más cercanos a Jaime Guzmán.

A diferencia de lo que pasa en Chile – donde se recalca que “las instituciones funcionan – y no funcionan para condenar este tipo de acciones, en diciembre de 1976, el Gobierno militar asumía una dura postura, nombrando como ministro en visita a Sergio Dunlop. El magistrado hizo declarar a los más altos miembros de la actual UDI y, en base a ello, acreditó que importantes cantidades de dinero habían sido utilizadas para financiar actividades políticas del gremialismo de la época.

El dinero, maldito dinero, atraía como miel a las moscas. Eran los tiempos en que los intereses ofrecidos por las financieras eran más atractivos que depositar dinero en los bancos. Las tasas que ofertaba La Familia, a 30, 60 ó 90 días, superaban el 10 por ciento.

Los abogados Pablo Rodríguez y Hernán Bosselín patrocinaron a cerca de 400 víctimas en querellas contra los ejecutivos de La Familia. Solicitaron una Orden de arraigo contra Jaime Guzmán que se cumplió cuando éste quiso viajar al extranjero y fue detenido en el aeropuerto. El patrón de lo perfecto solicitó la intervención del Ministerio de Justicia que, por cierto, le autorizó abandonar el país.

Guzman

Los instigadores de esta financiera con olor a incienso tenían además un libro rojo donde anotaban los ingresos y los préstamos a sus cercanos. En este libro, que está bien guardado, apareció un préstamo a Jaime Guzmán de 33 millones de pesos, suma que nunca pagó. En la actualidad, hablar del tema con los máximos dirigentes es como restregarles ají en los ojos; total, el tiempo pasó y los chilenos somos olvidadizos.

Por si esto fuera poco, en 1989 estalla La Cutufa, una financiera gestada por el integrante de la CNI Patricio Castro, y que involucró a altos oficiales de las Fuerzas Armadas. El caso salió a la luz pública luego de que la familia de Aurelio Sichel, financista de La Cutufa, designó al abogado Gastón Ureta para que investigara la muerte de Castro, ocurrida el 19 de julio de 1989. Fue él quien dijo que el asesinato estaba ligado a una financiera ilegal que funcionaba al interior del Ejército.

Todo habría empezado con un simple pozo: se juntaron seis militares, y cada uno puso cien mil pesos. “Eso es normal dentro del Ejército, pero luego alguien se dio cuenta de que podía ser un negocio rentable”, cuenta María Eugenia Camus, periodista que escribió el libro “La Cutufa”. Allí se señala que después de la crisis que afectó a los bancos en la década de los ochenta “empezaron a captar grandes cantidades de dinero y acumularon un significativo pozo – varios cientos de millones de pesos – que no era devuelto a sus integrantes”, porque estos recibían periódicamente los intereses.

“Los grandes errores de Aurelio Sichel fueron exigir que le devolvieran la plata, y luego, matarlo” explicó la profesional, al recordar el cariz de escándalo que tuvo el caso en las filas de la institución. “Fue una tremenda bomba. El general Pinochet llamó a 15 generales a retiro. Incluso cuando convocó al tercer hombre del Ejército, el general Patricio Huanda, para pedirle un informe, éste le dijo que no podía porque también tenía plata en la financiera”, precisó María Eugenia Camus.

cutufa

Así las cosas, el caso que nos preocupa hoy no es nuevo. Hoy a pleno sol de nuestro país, son varios los grupos que captan dinero al margen de la ley. A lo mejor, invierten bien reintegrando el aporte con intereses de un 3 a un 5 por ciento. A lo mejor, no. Esto se irá sabiendo al paso de los días cuando se sumen más chilenos quejándose que le engañaron, sin darse cuenta que fueron y son parte de esta trampa.

Quienes debieron detener esto, la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, el Servicio de Impuestos Internos, y su Unidad de Análisis Financieros, el Ejército, todas entidades que estuvieron avisados, no cumplieron con el rol de investigar deteniendo a los responsables a tiempo y así parar este robo masivo.

Ahora, deberán verse todos en los Tribunales.

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