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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Una mirada económica global para Chile

Para mejorar los procesos productivos y lograr una economía más competitiva, es necesario enfocar la inversión en tecnología e innovación, sin descuidar las obras públicas, y para provocar el aumento de la demanda interna se requiere un aumento del gasto público, lo que repercute a su vez en déficit fiscal, que a los precios actuales del dólar no parece adecuado, pero resulta necesario para sostener el débil crecimiento.

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Patricio Valdés es Académico de la Facultad de Derecho de la Universidad Central.

A estas alturas a nadie puede resultar ajena la situación económica global, que se encuentra transitando por aquella delgada línea roja entre la recuperación y la caída definitiva. Es así como en el último tiempo hemos sido testigos del debilitamiento de la situación de las economías emergentes, que en su mayoría dependen de la exportación de commodities y respecto de los cuales se espera que se mantengan sus bajos precios durante un largo período.

Para enfrentar el debilitamiento de las economías extractivistas sudamericanas se hace imprescindible una reducción del gasto público (como el anunciado en nuestro país por el Ministerio de Hacienda), lo que afectará directa o indirectamente en el crecimiento, pero resulta necesario para controlar el nivel de endeudamiento de los gobiernos, más aun considerando que dicho endeudamiento es en dólares, moneda que se ha visto endurecida en los últimos tiempos y que a su vez provoca un encarecimiento de la deuda pública. Además, esta crisis del neodesarrollismo, puede traer aparejadas importantes dificultades inflacionarias que obligarían al aumento de las tasas de interés, que pueden repercutir negativamente en la demanda de bienes y servicios.

Las noticias provenientes de otras potencias económicas abundan también con malos indicadores, como en China donde el exceso de inversión, el incremento de la deuda pública y la disminución de las reservas internacionales, entre otros factores estructurales, amenazan sus posibilidades de crecimiento, o las incertidumbre que provocan en los actores e instituciones de la alicaída Unión Europea ante la eventual salida de Gran Bretaña de dicho bloque o la situación de Japón, que ya suma dos décadas de estancamiento económico, inclusive con recesión en el último trimestre del 2015, principalmente debido a la disminución de la demanda externa de sus productos y una disminución en el consumo interno. Especial mención requiere el panorama económico de los Estados Unidos, ya que se observa en sus últimos datos una marcada desaceleración por una disminución del consumo interno y externo a nivel global, y una creciente tendencia al ahorro que puede retardar el anuncio por parte de la Reserva Federal de un incremento de las tasas de interés, a fin de favorecer la demanda.

Frente a este poco auspicioso escenario es que resulta fundamental la intervención pública para reactivar la economía, pero sin perder de vista la amenaza inflacionaria (se espera una nueva alza de tipos de interés para el segundo semestre de 2016, aplazada por la falta de dinamismo económico), por lo que postulamos que esta intervención debe ser enfocada en la demanda interna, más aún considerando que respecto de la demanda externa resulta difícil vislumbrar una recuperación, al menos en el corto plazo. Para mejorar los procesos productivos y lograr una economía más competitiva, es necesario enfocar la inversión en tecnología e innovación, sin descuidar las obras públicas, y para provocar el aumento de la demanda interna se requiere un aumento del gasto público, lo que repercute a su vez en déficit fiscal, que a los precios actuales del dólar no parece adecuado, pero resulta necesario para sostener el débil crecimiento.

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