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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Política, gasto público y la revolución de la información

Si a la gente se le da más poder y control sobre sus vidas, si se les dan más opciones, si son ellos quienes van en el asiento del conductor, se puede crear una Sociedad mejor y más fuerte.

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Diego Tagle es Miembro de Educación para Chile, estudiante de Derecho UC.

“Sin presupuesto no hay reformas sustentables” dijo la presidenta Bachelet. Sin embargo, “no somos un gobierno de billetera fácil”, afirmó el ahora ex ministro Burgos. Mientras tanto, la economía no da signos de un Estado cada vez más rico sino todo lo contrario. Esta situación no es exclusiva de Chile. Grandes potencias mundiales, como Estados Unidos o el Reino Unido, tienen enormes déficits presupuestarios. En nuestro país, diversos economistas -nacionales y extranjeros- han advertido el riesgo de que mediante las reformas estatistas avancemos por el camino del endeudamiento, en un contexto en que la deuda pública mundial es de 32 mil billones de dólares y aumenta por segundo. Esto nos lleva a reconocer algo muy sencillo, en un gran tema de la política que se resume en la siguiente pregunta. ¿Cómo logramos mejorar las cosas sin que el gasto crezca más que lo que crece nuestra economía?

Si pensamos que todo es cuestión de subsidios estatales, o que solo se podrá mejorar la salud, la educación y la calidad de vida mediante un Estado gastando más y más dinero, lo vamos a pasar bastante mal. Pero si pensamos que hay otras cosas importantes y que implican bienestar, como las relaciones familiares, las amistades, la comunidad, los valores, estamos en un momento apasionante para estar en política. Una filosofía política correcta combinada con la increíble revolución de la información que se está viviendo, pueden ser una oportunidad única para rehacer la política y alcanzar el aumento de bienestar que tanto soñamos. El conservador británico Jesse Norman, en su maravilloso libro La Gran Sociedad -que en palabras suyas “está dirigido a aquellos que se interesan más por las ideas políticas que por las etiquetas políticas”-, propone dos cuestiones que resultan fundamentales en este debate.

En primer lugar, creer que si a la gente se le da más poder y control sobre sus vidas, si se les dan más opciones, si son ellos quienes van en el asiento del conductor, se puede crear una Sociedad mejor y más fuerte. En segundo lugar, propone proceder según la naturaleza humana. En efecto, la política nunca tendrá éxito si los políticos no tratan a la gente como es, en lugar de como les gustaría que fueran. Así, con todos los avances de la economía conductual, se abre una gran puerta por la cual avanzar en bienestar, felicidad y, a fin de cuentas, en una sociedad más empoderada. Sin tener que restringirse sólo a bienes que impliquen aumentar el gasto.

Días atrás el primer ministro inglés David Cameron hizo una reducción histórica interesante. En ella planteó que el mundo pasó de ser un mundo de control local a un mundo de control central y que, actualmente, estaría llegando la era del control de las personas. En la época pre-burocrática, evidentemente todo había de ser local, porque no se poseía información nacional y los desplazamientos estaban muy restringidos. Luego, la revolución industrial -en donde todas estas cosas se hicieron posibles- se habría dado paso a la era burocrática, donde un gran y poderoso Estado central se encargaba de organizarlo todo: salud, educación, política, justicia, etc.; absorbiendo el poder de las comunidades locales. Esto, hasta que llegó la revolución masiva de la información, lo cual está dando paso a la posibilidad de un genuino poder de las personas.

Basta pensar en la formas de comprar, de viajar, de hacer negocios, para darnos cuenta: la revolución de la información ya llegó y ha penetrado en nuestra sociedad de las formas más diversas. No obstante, esto aún no afecta especialmente la manera de gobernar. Las dos propuestas de Norman -empoderar a las personas y proceder según la naturaleza humana- pueden parecer demasiado abstractas, pero las bajadas reales son ciertas. La última encuesta Adimark revela que cada vez son más los chilenos que acceden a servicios por Internet, cuestión que no ha tocado considerablemente a los servicios públicos como la salud, la educación o la política social. Si queremos que la gente sea más responsable en el uso de energía me pregunto qué será mejor, ¿campañas y acoso institucional o mostrarle a cada persona el detalle de su propia cuenta de electricidad y cuánto consumen sus vecinos responsables?

Robert Kennedy, hace más de 40 años, dijo que el problema del PIB es que “no refleja la salud de nuestros hijos, la calidad de nuestra educación, ni el grado de diversión de nuestros juegos. No mide la belleza de nuestra poesía, ni la solidez de nuestros matrimonios. No se preocupa de evaluar la calidad de nuestros debates políticos, ni la integridad de nuestros representantes. No toma en consideración nuestro valor, sabiduría o cultura. Nada dice de nuestra compasión ni de la dedicación a nuestro país. En una palabra: el PIB lo mide todo excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida.” La revolución de la información, y por consiguiente, la posibilidad de empoderar a las personas en cuanto gestores de sus propias vidas, hace que el sueño de ese maravilloso discurso esté mucho más cerca de ser real que cuando se pronunció. Y de nosotros dependerá no reducir la política entera a una cuestión de números. Lamentable eso sí que, como historia ya conocida, las reformas vayan en dirección contraria.

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