Autor de la Crónica secreta de la economía chilena: “Chile fue un esquema piramidal de defraudación, puro y simple”
En el libro, su autor, Carlos Tromben, recorre de manera simple, pero no por eso menos profunda, la historia económica reciente de nuestro país. Los actores se repiten: el grupo Penta, el “mentor” de estos, Manuel Cruzat, y cómo fueron avanzando como grupos empresariales. Asimismo, se tratan tanto los vaivenes de la economía en los '80s, así como el ex candidato presidencial, Hernán Büchi, se transforma en una suerte de “héroe”. El texto se lanza este jueves 23 de junio y éste además, de manera tragicómica, se plantea cómo el ciudadano común, presentado como “Moya”, sufre los embates de la economía sin tener ni arte ni parte, mientras sufre todas las consecuencias.
“Chile llegó a ser un esquema Ponzi. Hay esquemas Ponzi o esquemas piramidales que nacen como tales, y otros grupos económicos que devienen en uno cuando enfrentan a una recesión o a un apretón de liquidez. Y ese es el caso de los grupos económicos de los ‘70s y comienzos de los ‘80s, que se transformaron abierta y directamente en esquemas piramidales. Y por eso fueron procesados sus actores, demandados civil y penalmente incluso. Recordemos que hubo un biministro, Rolf Lüders, que estuvo procesado por las condiciones de la bancarrota de Banco Hipotecario de Chile”. Esa es una de las conclusiones a las que llegó el autor de la “Crónica secreta de la economía chilena”, Carlos Tromben, quien tras cerca de un año y medio de investigación publicará este jueves 23 de junio este texto, que aborda este aspecto de la construcción del Chile de hoy.
Para lograr la multiplicidad de antecedentes que presenta el texto, de Ediciones B, el autor se valió principalmente de documentos públicos, “pero poco visitados”, según indica: movimientos empresariales, liquidaciones, constituciones de sociedades, entre otras cosas, que junto con un reporteo muy selectivo, perfilan las tensiones de ejecutivos de empresas con funcionarios de la dictadura y los vaivenes económicos de la época. En el relato se muestra cómo estas dos facciones de poder –político y económico- finalmente terminaron hilados en una relación que dura hasta nuestros días.
Este texto, según confidencia el periodista (en la foto) e ingeniero comercial a El Dínamo, busca continuar con la tradición de textos como “El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno”, de María Olivia Mönckeberg.
“Me planteé bajar ese trabajo, pero a un terreno más bien operativo. No el de los macropersonajes sino el de los micro operadores y el modus operandi de las privatizaciones. Un poco al azar me concentré en algunos antecedentes de la época y en la prensa y me encontré con la sorpresa de que el ex Presidente Sebastián Piñera había participado en uno de estos procesos, en su calidad de Gerente General de Citicorp. Entonces dije que esto se veía interesante, porque aparte del Estado, también intermediario, había privados que operacionalizaban aquello. Ponían acciones en el mercado, hacían difusión, estaba el paquete financiero y los instrumentos contables. Así se ve en el texto cómo se armó Chile, el Chile actual, que está problematizado en Tribunales, en la prensa, con movimientos sociales, que es una estructura de poder que se comienza a armar en 1986 y se termina en 1994, con las últimas privatizaciones del período de Eduardo Frei Ruiz-Tagle”, indica el autor.
A lo largo del texto surgen diversos personajes, ya muy conocidos actualmente a causa de los diversos procesos del presunto financiamiento irregular de la política, que han sido protagonistas un poco en las sombras del desarrollo empresarial del país. Esto, considerando la opacidad –ante el ciudadano de a pie– por la que se caracterizan los movimientos de estas firmas, en lo que responde a constitución de sociedades o hechos esenciales. Los nombres se repiten: el grupo Penta, por ejemplo, con sus cabecillas Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín, y quien operó como gerente de finanzas, Hugo Bravo (“lo despiden como una empleada doméstica, después de 30 años de trabajo con ellos”). Además, aparte del ex Presidente Piñera –en el libro se aborda su histórica rivalidad con el temido abogado Ricardo Claro– se habla “in extenso” de quien fuera una suerte de mentor de todos estos empresarios: Manuel Cruzat, y su socio Fernando Larraín Peña (hermano del ex senador Carlos Larraín). Ahora… ninguno de ellos quiso hablar con Tromben para su libro, por lo que el relato responde a una mezcla de la lectura de estos documentos, junto con el contexto que vivía tanto el país como el mundo en esos años.
“Mi pre editora, mi esposa, no tiene formación de economía. Me dijo que no se entendía nada, entonces me ayudó en estos primeros ejercicios de bajar todo a un nivel cero de explicación, todos términos simples para cualquiera que estuviese interesado en la historia reciente de Chile, no sólo para economistas, expertos de bolsa o abogados. De ahí que hayan diálogos que consideren el penal de Carlos Caszely en el ’82, un concierto de Los Jaivas mientras Sebastián Piñera era buscado por la justicia en medio del caso del Banco de Talca, o el festival de Viña y la polémica farandulera entre Miguel ‘el Negro’ Piñera y Óscar Andrade. Eso da la sensación que se puede tener hoy, que son momentos políticos intensos y farándula o superficialidad, de ese país del libro que ya no existe, que ya olvidamos. Era más precario y rústico en muchas cosas, como los medios de comunicación o la misma dictadura. Es como cuando uno mira una foto de uno en la adolescencia. Uno es uno, pero ya no eres tú”.
“Piñera, en muchos aspectos, es el Gordon Gekko chileno”
Una de las columnas vertebrales del texto es la trayectoria de “el joven Piñera”, al que no se le menciona por su nombre completo hasta que pasa a ser senador, y posteriormente Presidente de la República. Y consultado respecto de cuánto se parece nuestro país al ex mandatario, Tromben plantea la escena de un asado de cumpleaños.
“En distintos círculos Piñera es ‘el’ tema. Ante sus andanzas y su ‘picarezca’, las personas reaccionan o con indignación –qué fresco- o admiración –‘la hizo’. En las categorías analíticas que realizó el sicólogo Adam Phillips, hay una que se plantea como ‘salirse con la tuya’. Todos lo queremos. Y cuando lo vemos en un personaje como Piñera, que se salió con la suya, surgen reacciones bipolares. Hay uno que desprecia ese ‘logro’ porque no pudo. Algo distinto de la envidia. En el libro aparecen detalladamente estos esquemas, los que urdió, que de verdad eran espectaculares, con un diseño brillante empresarialmente hablando”.
Lo brillante del ex mandatario alcanza el punto máximo cuando el autor reiteradamente lo compara con el personaje ficticio de Gordon Gekko, interpretado por Michael Douglas en la película “Wall Street” de 1987, que hizo especulación bursátil con una aerolínea.
“Y Piñera hace una especulación con Ladeco (Línea Aérea del Cobre, que posteriormente se transformó en LAN). Entra y sale. Mete un millón y saca dos. Es una operación brillante pero al borde, pero ocurre en la misma época, ’87, ’88. Gekko es como un personaje arquetípico y un signo ideológico usado en los ‘80s y ‘90s. En muchos aspectos Piñera es el Gordon Gekko chileno en el sentido de utilizar las finanzas de la manera más radical. En su beneficio y su grupo. Genera adhesión y rechazo. Cuando empecé en el mercado laboral a principios de los ‘90s, era un ídolo. Piñera, con un equipo de tipos que se levantan y piensan. Están siempre pendientes. Es como un Gordon Gekko que tiene un plan, pero que te lleva cuatro pasos de ventaja. Cuando te enteras de esto, ya es tarde para ti. Te liquidó. Así se actuó en la consolidación del poder económico”.
Y la personificación del empresario, clasificación en la que Piñera también calza, pero también representa un modelo de ejecutivo de la época que retrata el libro, es el personaje de Coco Legrand, el “Cuesco Cabrera”, que representaba a un joven, economista o ingeniero comercial, que había estudiado en Estados Unidos y que se aferraba a la postura neoliberal.
Y Piñera es más parecido al Cuesco Cabrera que el resto de los empresarios mencionados en la crónica. Manuel Cruzat (en la foto), quien junto a Fernando Larraín formó el llamado “submarino amarillo”, una de las estructuras empresariales más agresivas de la historia del país, donde también pasó Piñera y los Penta. Ninguno tiene la misma personalidad avasalladora que el ex mandatario. Prácticamente Cruzat, también aquejado en estos días por procesos judiciales, no tienen habilidades sociales. “Piñera tampoco las tiene, pero es sociable. Le gusta que lo quieran, le gusta ser querido y ser admirado”, plantea Tromben, quien a través de su texto, sí plantea que hay comportamientos empresariales que se repiten. Que casi, como se lee en el texto, son idiosincráticos.
El general se arrodilla ante Estados Unidos y el “héroe” Büchi
En el ’82. Carlos Caszely pierde su penal. En esa misma coyuntura un general argentino se rinde ante la fuerza británica por Las Malvinas, y un general chileno se rinde ante el dólar. “Devaluemos”, dijo el “director Supremo” (jamás mencionado como “Augusto Pinochet” en el libro), y allí es cuando la economía chilena, en palabras de Tromben, se vuelve un “muerto caminando”.
Después de que se diera el alza de la tasa de interés del dólar por parte de Estados Unidos, Chile debió hacer frente a una profunda caída del Producto Interno Bruto. Antes de eso, tal y como Argentina, nuestro país fijaba el dólar en 39 pesos. “No había política monetaria. Ese es el combustible para que se formen grandes grupos al alero de estos capitales externos, préstamos internacionales que vienen acá, y se forma una tremenda especulación inmobiliaria. Hay un proyecto, que se vuelve el Parque Arauco, transformaciones de los planos reguladores”.
“El 14 de enero del ’83 es uno de los momentos más dramáticos de la pos guerra en Chile. Miles de personas arruinadas. Cesantes. Fue un ‘golpe de estado 2’ para salvar esto. Si no se salvaba a la banca, había una corrida, nadie salvaba al país, y el gobierno, la dictadura, hubiera caído. Es complicado, pero eso ya es ficción”, indica el autor.
Chile enfrentó un momento en el que, en la historia económico-empresarial, hubo pocos héroes. En la “Crónica secreta de la economía chilena” se menciona al superintendente de las AFP, Juan Ariztía Matte, quien según presenta el texto, hizo lo que pudo para hacer bien su trabajo, sancionar a quien debía y mejorar las cosas que se podía. Otro héroe en este caso es el ex ministro de Hacienda, Hernán Büchi, el que logró devolver el país al crecimiento después de la debacle de los ‘80s, en el momento que se le llama “Chicago 2.0“, aludiendo a la escuela de economía de Chicago, donde cursaron estudios gran parte de los protagonistas del texto.
Tromben describe el contexto chileno de una manera muy cruda: “El escenario era atroz. Que vuelva a la plata a un país sin plata, sin actividad interna. Hay críticas, por supuesto, pero creo que es un héroe (…) uno de los grandes problemas de Piñera y el gobierno de excelencia es que llegaron al gobierno y no conocían el funcionamiento del Estado. Büchi fue un gestor público de excelencia y prueba de ello es que al fin de su gestión, el país crecía. Se recuperaba de manera extraordinaria, porque había miseria. Hay que reconocer las cosas buenas. A tout seigneur, tout honneur (‘a tal señor, tal honor’). Pero las cosas malas que hubo es que dejó un modelo laboral completamente atornillado y dejó muy desprotegidas a las personas en el ámbito social”.
“Moya” y “el país que olvidamos”
La palabra “Chile” no es mencionada ninguna vez en el texto. Así como tampoco “Augusto Pinochet”, “Salvador Allende”, y otros personajes históricos en nuestro país. Esta decisión de acuerdo a Carlos Tromben apunta justamente a “despinochetizar” y “desallendizar” el debate, quitarle la carga o las emociones que estas figuras tienen, con razón, en nuestro país.
Y junto con los nombres y grupos que se suceden en este relato, también en la “Crónica secreta de la economía chilena” se toma lo que ocurre con el ciudadano de a pie. El tan sufrido “Moya” (de la expresión “sepa Moya”), a merced del devenir tanto de la economía del país, como de las decisiones que se toman en esferas de las que él muy probablemente jamás tenga noticia alguna.
No sólo explica cómo el chileno común sufría los embates de la economía de una forma sumamente lúcida (desde el compromiso con un crédito hipotecario hasta la liberación de tensiones al fondo de un vaso de piscola), sino que también diversos términos económicos son traducidos para que cualquier persona pueda tomar, entender el libro, y hacerlo propio en un momento en que podemos ver la consecuencia de la relación entre el dinero y la política. Lección que aún no se aprende del todo.
“Estamos en el borde en esta relación. La estructura de poder está tensionada en sus vinculaciones de sus pilares. Financiamiento de la política, relaciones entre grandes empresas extractivas y los legisladores. Esa línea de tensión se traduce en participación electoral bajísima, descrédito de la política y los actores políticos y la transición que no se vislumbra a nuevos actores políticos”, indica Tromben.
En tanto ocurre todo esto, Moya sigue profundamente expuesto, con la rigidez del mercado laboral y la falta de protección social que se fue configurando desde esa época, plantea Tromben. Los casos de estafas piramidales y la cantidad de víctimas, además de los miles de millones de pesos involucrados, muestran la desprotección de este individuo.
“Chile se armó a partir de la financiarización de los servicios públicos. La educación, la salud, el crédito… todo tiene costo para la vida de las personas. Uno compra ese futuro. Se genera un flujo de pagos y por cierto de cuotas para las personas. Es una bicicleta de endeudamiento y consumo. Estamos expuestos a esto”. Y la gente sigue acudiendo a estos esquemas de financiación con intereses fabulosos, que cuando hay una fuga de personas, se derrumba. Algo similar ocurrió en el país, en los ‘80, cuando estos grupos económicos, indica el autor, se transformaron en esquemas piramidales. Tromben explica que estos grupos “pagaban deuda antigua con deuda nueva sin la real magnitud de que se conociera su crisis. Hubo poca supervigilancia, mucha oscuridad y nada de transparencia. Son esquemas en que la plata nueva servía para pagarle a los acreedores viejos. Sin que ellos supieran. Y eso es cuando creen que están trabajando con un grupo financiero normal. Eso es un esquema piramidal puro y simple, y en eso se transformó Chile”.
– ¿Pero si en eso se transformó Chile en ese momento, convendría recordar este Chile, este país que olvidamos?
– “Creo que es un momento propicio para que todos tomemos conciencia de dónde estamos y de dónde venimos. Esto último a veces lo olvidamos. Por eso hablo de ‘el país que olvidamos’. Donde estamos se problematiza en torno a sí mismo, y eso me preocupa como ciudadano. Se puede hacer un juicio moral y político sobre el presente y lo que se puede hacer. Los vectores de cambio que podemos entender como sociedad. Estamos de frustración y frustración, como el proceso constituyente, las primarias… Si no compartimos estas cosas, cómo se configura el poder, estaremos de ingenuidad en ingenuidad. Para mí ese es el aporte de las crónicas y el ensayo histórico. No la chimuchina, o el cahuín de ahora de Sergio Jadue, por ejemplo. Hace 30 años los tipos hicieron estas cosas. Trataron de no dejar huellas y las hay. Es trabajoso juntar todo esto, es lento, pero con esfuerzo y apoyo, y con equipos de investigación podemos llegar a establecer como una arqueología del pasado. Qué ha pasado en Chile entre el 70 y los 90 para la construcción de la estructura de poder. Hay mucho por hacer y ojalá este libro sea un punto de partida para otras investigaciones en este sentido”.