¿Y si Carla Ballero fuera una delincuente común?
¿Por qué deshumanizamos el acto de robar? ¿Por qué quienes lo hacen son seres maquiavélicos o bien personas enfermas si es que no pertenecen a las clásicas poblaciones estigmatizadas por la televisión?
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
El tema es que Carla Ballero, insigne figura de nuestro cada vez más decadente escenario farandulero, fue encontrada nuevamente robando en una tienda, lo que de pronto motivó que los apagados rostros de los opinólogos, quienes ya no tienen de qué hablar, se volvieran a encender.
Todos hablaban sobre Ballero y su “error”. Para no ser tan duros como sí lo son con uno que otro personajillo sin pantalla, se centraron en la posible enfermedad de la modelo. No podía ser que quisiera robar porque sí, había que borrar toda huella de delito en lo cometido por esta habitual invitada de paneles y estelares en decadencia. Había que anular toda idea de que robara por necesidad, eso no pasa en la televisión, para eso hay eventos en discotecas que ayudan a sus personajes a salir de los embrollos económicos.
Ella no tenía ese problema. Al parecer no tiene un mal pasar, por lo mismo hay que buscar alguna explicación detrás. No puede ser que solamente quiera hurtar cosas, eso no es explicable sin un drama que pueda dar buen rating, por lo tanto hay que tratar el tema con “cuidado y con delicadeza”, se repetían unos a otros los periodistas de la chismología nacional.
La delicadeza es una buena excusa para tener el tema dando vuelta por horas y horas en la televisión y así entrevistar a todo pariente y a uno que otro ex chico reality que aparece al ruedo por su vinculación sanguínea con la protagonista de la historia. Hay que sacar hartas lágrimas, convencer al televidente de que Carla no pertenece al grupo de los delincuentes comunes, quienes amenazan nuestros pequeños fundos mentales y a los que no les damos el beneficio de escuchar su historia ni preguntarnos por qué cometen delitos.
No, la hermana de Álvaro es de otro tipo porque la necesitan por mucho tiempo más para seguir exprimiendo su historia de vida.
¿Pero qué pasaría si fuera solamente una ladrona? ¿Por qué hay que convertir su robo en un hobby y no entenderlo como lo que es? Pareciera que nos compadeciéramos solamente de algunos y frente a otros simplemente nos hacemos los sordos y ciegos.
Claramente esto sucede por un problema de clase generalmente, pero en este caso en particular se evidencia más bien como el resultado de no asociar la belleza con actos más allá de sonreír o decir cosas bonitas ante las cámaras. Como si por la mente de un cuerpo tonificado y sexy no pudieran pasar malos pensamientos ni conflictos que no sean producto de una enfermedad.
¿Por qué deshumanizamos el acto de robar? ¿Por qué quienes lo hacen son seres maquiavélicos o bien personas enfermas si es que no pertenecen a las clásicas poblaciones estigmatizadas por la televisión? Esas serían preguntas básicas para entender no sólo lo que pasa con esta persona, sino la manera en que se tratan los temas en televisión, ya sea por amiguismos o por percepciones erradas de lo que es la realidad. Sobre todo en un género como la farándula, en donde lo real ni siquiera se percibe desde lejos porque resulta muy peligroso.