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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Vientos de cambio en la UDI

"Usar a De la Maza para ocupar el cupo presidencial del partido con miras a la elección de 2017, que hasta ahora estaba vacante. Y, segundo, ocupar a Lavín para mantener al viejo baluarte vigente, además de asegurar el dominio de la comuna".

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Kenneth Bunker es Académico de la Universidad Central

La sorpresiva bajada de Francisco De la Maza a favor de Joaquín Lavín en Las Condes asombró a todos. Desde integrantes de la directiva del partido hasta los votantes de la comuna. Fue una movida ejecutada a último minuto, que para muchos representó una jugada estratégica para matar dos pájaros de un tiro.

Primero, usar a De la Maza para ocupar el cupo presidencial del partido con miras a la elección de 2017, que hasta ahora estaba vacante. Y, segundo, ocupar a Lavín para mantener al viejo baluarte vigente, además de asegurar el dominio de la comuna.

Mi intuición, en contraste, es que la operación fue bastante más sucia e improvisada de lo que parece. Dudo que fuera una movida manejada a nivel de partido. De hecho, me parece que si se hubiese conferido para tomar una decisión al respecto, lo más probable es que se hubiese rechazado la idea. Ni la mesa del partido ni los socios de la coalición la hubiesen avalado. Primero, porque De la Maza no tiene el apoyo explícito de ninguna facción de la UDI y, segundo, porque ante su salida RN hubiese pedido el cupo.

Sin perjuicio de lo anterior, la movida tiene una serie de efectos, que sin duda son importantes explorar, como, por ejemplo, lo que la entrada de un nuevo candidato presidencial significa para la carrera electoral en la derecha, o lo que implica reciclar a un símbolo del partido entre gallos y medianoche. Ya habrá tiempo y espacio para tratar esos temas. Por ahora, parece mucho más importante analizar lo que representa este cambio para el partido. Una tesis es que está ocurriendo una reestructuración mayor, que definirá los tiempos que vienen.

La histórica división del partido entre la UDI empresarial (liderada por Jovino Novoa) y la UDI popular (liderada por Pablo Longueira) está en su ocaso. El control político ejercido por los apóstoles de Jaime Guzmán (Andrés Chadwick y Juan Antonio Coloma, además de los dos anteriores), está a la deriva. Mientras que Novoa y Longueira desfilan por tribunales, Chadwick está alejado del partido e involucrado en la campaña presidencial de Sebastián Piñera, y Coloma sigue como el único con cargo político relevante pero con menos influencia que nunca antes.

Otros representantes de la UDI empresarial se encuentran igual de cuestionados que su líder (como Carlos Bombal, Jaime Orpis y Ernesto Silva), o alejados de las cúpulas de poder (como Cristián Larroulet, Evelyn Matthei y Manfredo Mayol). Asimismo, otros representantes de la UDI popular siguen en el poder pero cuestionados por su rol en financiamiento irregular (como Iván Moreira) o aislados y sin influencia real sobre la dirección del partido (como Víctor Perez, y Jacqueline van Rysselberghe).

Una tercera facción en la UDI, más o menos similar al tercerismo del PS, dedicada a representar los valores históricos del partido y a resolver conflictos entre las dos otras facciones, hubiese sido una buena opción para capitalizar el poder si no fuera porque su líder histórico, José Antonio Kast, renunciara al partido hace solo dos meses. La disputa de poder entre los coroneles y Kast simplemente no dio más, obligando a Kast a dar un paso al costado, luego de correctamente diagnosticar que la única manera de ganar influencia sería por fuera del partido.

Aquí es importante clarificar que las luchas internas son suficientemente recientes para no tener un efecto significativo sobre los resultados electorales de la próxima elección municipal. Aunque el partido se encuentre en un Armagedón interno, puede seguir ganando elecciones. Pues, sigue siendo el partido más grande del país, con una maquinaria electoral aceitada y pronta para conseguir votos. El efecto de la lucha interna, más bien, es una que va terminar por definir quién va ocupar los espacios de poder en los próximos años.

Esta situación ha sido anticipada por dos personas clave. Por una parte, De la Maza, quien precisamente surge como candidato presidencial por el vacío de poder causado por la caída de las tres facciones históricas. La apuesta de De la Maza es justamente conformar un nuevo movimiento dentro del partido. Una opción es hacerse cargo de los militantes terceristas abandonados por Kast. Como un lobo solitario, sin claras vinculaciones a otros rostros del partido, es un candidato perfecto para liderar a los más apolíticos del partido.

Otra persona clave que se alza en esta rencilla interna es Jaime Bellolio. Criado bajo el alero de Kast, tradicionalmente ha sido identificado como parte del tercerismo. Sin embargo, desde su elección como diputado (en el cupo distrital de Kast) ha brillado con sus propias luces como figura de recambio. No solo suena fuerte como el próximo timonel del partido, sino además tiene una serie de figuras internas que lo potencian. Entre ellos destacan los diputados María Jose Hoffman, Javier Macaya, Arturo Squella y Felipe Ward, entre otros.

El futuro de la UDI se debate entre De la Maza y Bellolio. El segundo corre con ventaja por la masa crítica que tiene a sus espaldas. Pero el primero es candidato presidencial, y una figura que no concita mayor rechazo. Si Bellolio apoya la candidatura de De la Maza estará haciendo lo mejor para su partido, pero estará postergando su propia opción. Si Bellolio no apoya a De la Maza, estará estresando a su partido en el corto plazo, pero asegurando su entrada a los círculos de mando en un futuro cercano. Soplan vientos de cambio en la UDI.

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