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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Socialismo del siglo XXI, la nueva falacia de la izquierda

Los liberales serios son los únicos capaces de defender un modelo de desarrollo basado en la confianza e esfuerzo individual, el respeto a la propiedad privada y el fundamental rol del capital que genera progreso. Donde la igualdad de derechos es fundamental, así como el respecto irrestricto al plan vital del prójimo. Por tanto implica obligaciones y carece de romanticismo.

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José Francisco Cuevas Vila es Ingeniero Comercial Magister en Economía UNAB -IEDE, Cursando Maestría en Política Económica en el SMC University

El marxismo fracasó en todos las partes del mundo. Sin embargo sigue estando presente esa idea de un gran Estado y de un planificador central  que no tuvo éxito. Eliminar la propiedad a los factores de producción distorsiona la contabilidad nacional y altera los precios relativos, que son fundamentales para el desarrollo económico. Sin precios no tenemos ninguna información de dónde invertir, donde comprar, que es caro o barato, y en el extremo si hacemos carreteras de diamantes o cemento es indiferente. Lo que pretende el socialismo en el siglo XXI es algo similar.

¿Por qué estos modelos generan adhesión? Porque plantean algo ideal y romántico. A muchos intelectuales les cuesta asumir algunos errores de fondo y pretenden igualarnos a todos pese a que no somos iguales. La única igualdad deseable es la igualdad ante la ley. Sin embargo donde más se acogen estas ideas es en América Latina: Venezuela, Bolivia y Ecuador adhieren a este sistema.

La inconsistencia se ve una una vez que los políticos son electos. Pues ahí si que aumentan las desigualdades. Los presidentes en estos países pasan a ser emperadores, se reeligen constantemente y el Estado se hipertrofia de amigos de la familia presidencial, aumenta el gasto público y comienza el clientelismo. Los que se muestran a favor del gobernante acceden a beneficios extraordinarios y los díscolos son castigados por el sistema. De a poco se comienza a perder libertad individual llegando al extremo del colectivismo.

El Estado está hecho por personas con sus propios intereses y convicciones, por tanto no existe algo como “el bien común”. Este “bien común” es simplemente lo que considera como “bien” o “común” quién gobierna.

Los liberales serios son los únicos capaces de defender un modelo de desarrollo basado en la confianza e esfuerzo individual, el respeto a la propiedad privada y el fundamental rol del capital que genera progreso. Donde la igualdad de derechos es fundamental, así como el respecto irrestricto al plan vital del prójimo. Por tanto implica obligaciones y carece de romanticismo.

Es precisamente aquí donde al marximo y neomarxismo se le debe ganar en el debate de ideas y educar a los ciudadanos. Es primordial que el mensaje debe ser transmitido claramente por liberales.

De lo contrario es muy fácil dejarse seducir por ideas del mínimo esfuerzo y máxima ganancia y creer en el mundo de la fantasía y en que los países se construyen en 4 años. De cambiar todo lo considerado malo y que se mantenga todo lo considerado bueno.

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