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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Mercado eléctrico: finalmente se rompió el paradigma

"Este favorable escenario para las ERNC es incluso más prometedor que aquel soñado por las mismas organizaciones ambientales que participaban".

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Annie Dufey es Investigadora de Espacio Público. Economista de la Universidad de Chile y Master of Arts en Políticas de Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad de Sussex del Reino Unido. Fue líder y Secretaria Ejecutiva de Energía 2050 -Proceso de Planificación Participativa de la Política Energética- del Ministerio de Energía y Directora de Políticas, Estrategias y Sociedad en Energía y Cambio Climático de la Fundación Chile e Investigadora Senior del International Institute for Environment and Development, entre otros.

Lo acontecido la semana pasada es una prueba irrefutable que al fin se rompió el paradigma del escenario energético nacional. Las últimas licitaciones eléctricas para clientes regulados que regirán entre los años 2021 y 2041 – con un récord de 84 oferentes con ofertas de hasta US$29 MWh, promediando US$47,6 por MWh – así lo demuestran, contrastando diametralmente con aquellas de 2013 donde hubo un único oferente y un precio de US$129 MWh. Las ERNC se lucieron, adjudicándose el 52% de la licitación, denotando su consolidación alcanzando al año 2018 un 20% de la capacidad eléctrica instalada. Rememorando las discusiones de la Plataforma Escenarios Energéticos 2030, este favorable escenario para las ERNC es incluso más prometedor que aquel soñado por las mismas organizaciones ambientales que participaban.

Lo anterior, al fin pone en su justo mérito aquello que numerosos actores venían diciendo hace años, y que otros, o bien no eran capaces de ver dada la nueva lógica que estas tecnologías suponen para la operación del mercado energético, o simplemente se negaban a aceptar dados los intereses vinculados al statu quo. Los beneficios para el país que ofrece una alta participación de ERNC son múltiples: más actores y mayor competencia; reducciones en las cuentas de la luz; menores emisiones locales y de gases de efecto invernadero permitiendo cumplir en forma costo-efectiva el compromiso nacional de reducción de emisiones; generación de empleo de calidad; y la oportunidad de avanzar hacia una mayor diversificación productiva y desarrollo tecnológico considerando las excelentes condiciones naturales del país en torno a estas fuentes energéticas no tradicionales.

Al mismo tiempo, hay que destacar que tal y como se argumenta desde hace tiempo, esta situación no se iba a dar por generación espontánea o simple operativa del mercado. Ha sido clave el rol del Estado, fuerte y claro, en articular un trabajo conjunto entre los distintos actores, generar una visión compartida de largo plazo, establecer certezas sobre el mercado y nivelar la cancha mediante una política pública integral que genera competencia en igualdad de condiciones. Factores exógenos como el mayor desarrollo tecnológico – actual y esperado – de tecnologías como la eólica y especialmente la solar también ha sido fundamental. Sin embargo, factores endógenos, en particular las condiciones hoy más flexibles de las licitaciones eléctricas mediante mayores plazos y establecimiento de bloques horarios, definitivamente lograron hacer el click habilitando la entrada masiva de nuevos actores, especialmente de nuevas tecnologías renovables.

Junto con abrir un futuro más luminoso, más barato y de menores emisiones, este nuevo escenario supone nuevos desafíos. Uno de ellos es la mayor flexibilidad requerida por el sistema para albergar la mayor energía variable, el cual, más que un aspecto negativo como es visto por algunos, es un síntoma saludable de que el sistema energético nacional se moderniza y, como la mayoría de los países industrializados, ya se insertó definitivamente en la transición energética. Con ello nos acercamos cada vez más a la visión de largo plazo compartida que quedó plasmada en la Política Energética 2050 de tener una matriz de al menos 70% de energía renovable. Más aún, diversos estudios indican que el país cuenta con la capacidad suficiente para sostener altos niveles de energía variable en los próximos años. Con una mirada de largo plazo, como es la que debe imperar en el desarrollo energético, la mayor necesidad de almacenamiento no solo se debe sustentar en tecnologías hoy disponibles como el gas natural y el agua, sino también en nuevas tecnologías, por ejemplo, aprovechando la abundancia de litio que tiene el país o bien ERNC de mayor potencia firme. Más ampliamente, capturar las oportunidades de desarrollo productivo y tecnológico que ofrecen las ERNC dependerá críticamente de nuestra habilidad para desarrollar las capacidades tecnológicas adecuadas. Otro desafío, esta vez pendiente, es generar condiciones que garanticen la sustentabilidad ambiental y social en el desarrollo de todo proyecto energético.

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