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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Lagos versus Guillier: la izquierda ya perdió las presidenciales

¿Qué hacer? ¿Cómo volver al debate de postulados claros por sobre posturas que van más de acuerdo con lo que los medios de derecha nos exigen que con lo que debemos realmente preguntarnos? No está muy claro. Lo único realmente evidente es que hoy no estamos pensando más allá de debatirnos entre el el orden y la transparencia.

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Las elecciones concretamente se pierden cuando quien está al frente saca más votos. Ese es el momento en el que quien perdió siente que su derrota es evidente y se sienta junto a él para abrazarlo y no soltarlo por mucho tiempo.

Sin embargo, también hay otras maneras de perder en contiendas, como por ejemplo no lograr sacarse de encima las ideas que el contendor ha instalado en el imaginario colectivo. Es decir: una vez que hay una idea que es más fuerte que los votos y que un triunfo, entonces estamos hablando de una real derrota.

Y sobre esta base, es que me atrevo decir que la izquierda en este país volvió a perder en la batalla. Volvió a entrar en el debate chico de la transparencia y del orden por sobre los postulados y el desarrollo de estos por medio de reformas consistentes que permitieran hacer carne una critica real al sistema neoliberal en materia económica, y al “liberal” con respecto al régimen institucional que nos rige.

Hoy estamos nuevamente en la pelea reduccionista; en la espera de decidir entre un viejo dinosaurio que viene decirnos que todo lo que hicimos estuvo mal, y un periodista televisivo que parece contarnos que su experiencia tras las cámaras es más importante que la de quienes llevan años haciendo política. Entramos en el juego de la imagen por sobre el fondo, como también en el de las formas por sobre el objetivo que debemos alcanzar. Ya que todo lo que pensamos en un pasado no muy lejano al querer reformularnos, hoy lo redujimos solamente a una manera en la que podamos agarrarnos a La Moneda sin ver más allá de ella.

Pero esto no comenzó ahora recién, sino que tiene su germen en la ilusa idea de que el carisma de una persona por el solo arte de sonreír y llevarse la mano al pecho podría contener nuestras demandas y llevarlas a cabo. Muchos, aunque no creyéramos en su capacidad política, nos refugiamos tras ella sin antes reparar en lo importante que era construir un proyecto político consistente que no terminara en su otrora impoluta imagen, como hoy lamentablemente pareciera suceder.

Está bien, la izquierda tras la Nueva Mayoría no es la única existente en Chile, pero si miramos a los extremos, en las afueras tampoco nos encontramos con un panorama muy alentador. Si bien hay ideas para construir nuevos referentes de la mano de Gabriel Boric y Giorgio Jackson, lo cierto es que no hay capital político suficiente para hacerlo en otra esquina que desde la de la mera crítica, tal vez porque no hay voluntades tanto desde la vieja elite, ni desde la nueva, para formar un conglomerado fuerte.

¿Qué hacer? ¿Cómo volver al debate de postulados claros por sobre posturas que van más de acuerdo con lo que los medios de derecha nos exigen que con lo que debemos realmente preguntarnos? No está muy claro. Lo único realmente evidente es que hoy no estamos pensando más allá de debatirnos entre el el orden y la transparencia. Esos son las dos únicas alternativas que nos hemos planteado porque tememos seguir ilusionándonos, y porque, como lo dije en un principio, nuevamente ganaron nuestros adversarios en la batalla principal, que es la que se apropia del “imaginario colectivo”.

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