Enojados con Metallica por ir al Lollapalooza
¿Es necesario que Metallica se presente en eventos exclusivamente metaleros? ¿Metallica no puede ser libre de elegir dónde quiere tocar? ¿No han hecho carrera suficiente para tocar en Lollapalooza o en el lugar que se les plazca? ¿Vamos a desconocer el aporte a la música metal y rock de Metallica por tocar, después de más de 30 años de carrera en un festival de alta convocatoria? ¿Condenaremos a Metallica al punto de no ir a verlos? ¿Realmente no van a ir sus fieles seguidores? ¿Se van a perder la oportunidad de verlos actuar con una visual, sonido y comodidad mucho mejor a la de un estadio? Opino que si la mayoría de sus respuestas es de lógica negativa, entonces, no vaya.
Johanna Watson es Publicista, escritora especializada en rock y sus ramas. Investigadora de la historia de la música chilena.
Ya es un hecho: La legendaria banda Metallica será el plato principal en Lollapalooza 2017, noticia que causó revuelo entre sus seguidores más acérrimos, como dentro de un segmento del gremio metalero y rockero que los sigue. Para quienes no están enterados del enojo, la situación es la siguiente: Lollapalooza en Chile se ha caracterizado por ser un Festival elitista, donde, por los precios elevados de sus entradas, el acceso se ha sectorizado hacia el público más “pudiente” de nuestra fauna chilensis. Además de esto, el cartel de artistas que se ha presentado en las versiones anteriores, en parte, son del gusto de este segmento. Podría decirse que hasta ahora todo calza con el estereotipo que da pie al prejuicio popular.
Para el sector de clase media, y/o para los que escuchan estilos musicales menos “light”, Lollapalooza ha sido motivo de chiste durante todos estos años, con memes, comentarios, videos en YouTube. Sin ir más lejos, hace ya 4 años el comediante Felipe Avello subió un video donde expresa todo ese “sentir popular” hacia el público que asiste al festival. En sólo 9 segundos de grabación la idea queda clara.
Ahora bien, les soy sincera. Si bien me adhiero al sentir popular del que acabo de hablar, no puedo negar que tengo un Lollapalooza en el cuerpo y cosas que decir al respecto. Primero, que tuve la suerte de ser invitada al evento, porque, seguramente de otra forma no hubiese podido ir. Pero bueno, estuve el 2012, al año siguiente de su debut en Chile, la noche que se presentó Björk. Ese día, además de Björk (que estuvo extraordinaria, alucinante, increíble, maravillosa, creativa y consecuente) disfruté también de otros espectáculos, como el show de 31 Minutos (estrenando su formato en vivo por esas fechas) y que la rompió ese día: grandes, chicos, jóvenes, viejos, todos cantando al unísono canciones que ya son parte de nuestro soundtrack de la vida. Vi también a Los Tetas, a Crosses (el proyecto paralelo de Chino Moreno, vocalista de Deftones) a Hoppo! Banda de Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba y a Gustavo Cordera, fundador y ex vocalista del grupo argentino de rock fusión alternativo, Bersuit Vergarabat (banda que me encanta). Eso es lo que presencié en cuanto a música, y puedo decir que todo funcionó perfecto, se escuchó perfecto, y que honestamente no tenía nada de Hipster. Claro, el público era medio “cuicón”, pero, no me iba a ir por eso, claro que no.
En esa jornada también estuvieron Inti Illimani, Los Jaivas, Arctic Monkeys, y al día siguiente Foo Fighters fue la banda fuerte y esperada. Menciono todo esto para refrescar un poco la memoria de los lectores de la columna, y para de paso, decir con objetividad que los cuicos asistentes eran un detalle extra musical. Realmente prefiero comentarles sobre cosas relevantes a lo que se refiere un festival de música, como que la iluminación, los escenarios, el sonido, todo era de primer nivel.
A parte de lo musical, es mi deber mencionar lo impecable que me pareció la organización. De verdad que daba gusto transitar por el recinto, de un escenario a otro, y aunque había marcas entregando merchandising y productos envasados, todo estaba bien pensado para la ocasión. Por ejemplo, repartían abanicos (hacía un calor de aquellos) bolsas ecológicas, que eran ideales para meter las cosas que andabas trayendo en las manos, protectores solares, hasta pisos de cartón para que te pudieras sentar o subir en ellos para ver mejor algún show. Había también zonas donde llenar tus botellas con agua y gente dedicada a la limpieza. Todo estaba ordenado, limpio. Las zonas habilitadas para los niños eran súper atractivas, y había implementado también un sistema de seguridad para ellos. Era la primera vez que veía algo así, un festival masivo donde todo, absolutamente todo funcionaba.
Es importante decir también que en los años posteriores seguí yendo a otros festivales (Maquinaria, Santiago Gets Louder, Rockout) por mencionar algunos, y ninguno de ellos superó a Lollapalooza en estos términos. Y ¿saben qué? Se agradece. Se agradece que exista un evento pensado en que tanto bandas como asistentes estén cómodos y disfruten. Tenemos la suerte de que esto pase en Chile ¿O para que toquen bandas metal o rock tiene que ser en un ambiente desastroso siempre? Dejémonos de leseras, el Festival le pega mil patadas en cuanto a organización a todos los demás. Mirándolo desde esa perspectiva ¿No es un lujo ver a Metallica con todas estas comodidades y características positivas en cuanto a lo musical, puesta en escena y organización del evento que les he comentado?
Además, es necesario hacer otro acto de justicia con Lollapalooza. Sus orígenes se remontan a los años 90, específicamente a 1991, donde, su creador, Perry Farrell (vocalista de Jane´s Addiction) tuvo la idea de crear un evento masivo donde se le diera un espacio a bandas de rock alternativo, punk e indie en formato de festival, imagino que inspirado en lo que fue el mítico Woodstock, donde nacieron, se consagraron o hicieron actuaciones para la posteridad grandes estrellas del rock clásico y de todos los tiempos, como Janis Joplin, The Who, Jimmy Hendrix y Joe Cocker.
Volviendo al Lollapalooza actual y al problema que ha suscitado que Metallica sea la cabeza de cartel, es que, en cuanto a la cartelera, con el paso de los años el menú Lollapalooza se hizo más liviano, pues expandió su oferta inicialmente rockera a una opción que contenía también música dance, techno, electrónica, electropop y electrohouse (Si, un asco). A propósito de esto, el mismo creador, Perry Farrell dijo el 2014: “Odio la música electrónica dance. Me dan ganas de vomitar. No puedo soportar lo que le hice a algo que amo, que es la música house, que era de meditación, psicodélica, que te transporta en un viaje… A veces me avergüenzo en mi propio festival”.
Por lo mismo, pienso que aunque el Festival, digamos, se haya “malencaminado”, no significa que deba quedarse allí. Al contrario, tiene el deber de volver a enrielarse y la organización tiene todo el derecho de volver a una propuesta más cercana a sus orígenes, cambiando el estilo de las bandas que se presentan y por ende también a sus asistentes. Porque es obvio: al cambiar el cartel también cambiarán al público. O usted cree que estará plagado de niñitas rucias de pelo largo, con guirnalda de flores rosadas en la cabeza esperando a Metallica? Y no tan sólo a Metallica, porque confirmados están también Weichafe, Rancid, The Strokes, Duran Duran…
Ahora bien, con lo de Metallica y todo este revuelo, los invito a que le demos la chance y que observemos la situación también desde el lado de la banda: ¿es necesario que Metallica se presente en eventos exclusivamente metaleros? ¿Metallica no puede ser libre de elegir dónde quiere tocar? ¿No han hecho carrera suficiente para tocar en Lollapalooza o en el lugar que se les plazca? ¿Vamos a desconocer el aporte a la música metal y rock de Metallica por tocar, después de más de 30 años de carrera en un festival de alta convocatoria? ¿Condenaremos a Metallica al punto de no ir a verlos? ¿Realmente no van a ir sus fieles seguidores? ¿Se van a perder la oportunidad de verlos actuar con una visual, sonido y comodidad mucho mejor a la de un estadio? Opino que si la mayoría de sus respuestas es de lógica negativa, entonces, no vaya.
Y por último, ok, imaginemos que dentro del público habrá una cuota importante de personas “ABC1”. ¿Qué tan malo es que gente “pelolais” tengan la posibilidad de ver a Metallica? ¿O Metallica es de propiedad privada de la clase media? Por favor, dejémonos de alegar por todo. Honestamente creo que el gran meollo de todo este asunto es que a muchos les gusta alegar, casi por deporte. Alegar porque sí, porque no, porque ellos, porque nosotros, porque Iron Maiden no, porque Metallica sí, porque se vendieron, porque al Lollapalooza van cuicos, porque ya no son lo que eran, porque el último disco es malo… blablablá. Hay Dios mío… ¿será para tanto?