Garay…caray
Garay es un mitómano, se creyó lo que no era a punto tal de inventar un personaje que seguramente será una próxima teleserie. Entendió que a la gente hay que hablarle con seguridad y vestido sobriamente con corbata y esgrimiendo el título de economista. Tuvo más credibilidad que los académicos que dudan del precio del dólar futuro.
Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.
Tal vez, aunque deseándolo, Rafael Garay nunca imaginó este nivel de fama. Esta sociedad es tan particular, que construye famosos desde su necesidad de contar con gurúes que les permitan recrear sus deseos. Y Garay en ese sentido fue un manosanta de las finanzas.
El affaire Garay lo podemos analizar desde dos puntos de vista:
El punto de vista sociológico, en la que una sociedad codiciosa, voraz, ambiciosa y con la necesidad de aparentar lo que no se es, se horroriza por lo que la misma sociedad avaló: Ganar más de lo que se puede ganar, a cualquier costo.
Los vimos con el Señor Chang, y ahora, con un despliegue mediático pre y post desenlace muchos más glamoroso, con el caso Garay.
El otro punto de vista, es casi risueño, pero es el punto de vista del marketing. Garay dio una clase de marketing en todos estos años.
Si el marketing es aprovecharse de las debilidades humanas y provocarlas, Garay lo hizo de una manera que cualquier académico quisiera replicarlo en un caso.
Entendió, se dio cuenta y aprovechó las carencias de la sociedad y provocó la promesa que, para cualquier lector de la realidad, se sabía que era falsa. Pero como son las emociones las que deciden, las emociones destructivas de una sociedad carente generó el espacio de oportunidad.
La única culpa de Garay fue aprovecharlo, aunque con los más bajos instintos para salir del problema inventando una enfermedad brutal. Eso lo hace tan detestable, aunque también divertido.
Garay es un mitómano, se creyó lo que no era a punto tal de inventar un personaje que seguramente será una próxima teleserie. Entendió que a la gente hay que hablarle con seguridad y vestido sobriamente con corbata y esgrimiendo el título de economista. Tuvo más credibilidad que los académicos que dudan del precio del dólar futuro.
Garay daba certeza y garantías. Lo que la gente pide a gritos.
Hasta incursionó en política y casi es senador por Concepción. Creyeron el mensaje y al emisor. Creyeron en el paraíso que les ofrecía un gurú luchador.
¿Qué culpa tiene Garay en una sociedad que cree en disfraces y vive de engaño en engaño?
¿Acaso no engañan y engañaron a esta sociedad los empresarios sobrios y solemnes que terminan haciendo desastres como en La Polar o en la colusión para aprovecharse de un manso rebaño que solo aspira a tener lo que posiblemente nunca va a tener?
La voracidad es mala consejera.
Por eso, en este curioso caso, los dos aspectos – el sociológico y el marketing- van de la mano. Garay es un producto de la sociedad carente, como también lo son los políticos que sólo hacen el discurso de lo que falta y después se quedan en la puerta de los hechos por impericia o corrupción. La sociedad crea todo. Y los medios son el medio…
Y que papelón el de los medios en este caso…
Los medios, que lanzan noticias y bombas sin chequear datos, son los que agitan a una sociedad confundida. Garay, en sólo 24 horas, pasó de ser un economista reconocido enfermo de cáncer (lo que nunca fue), a ser un “autodenominado” economista prófugo con embarazos a cuestas, con fiestas en Passapoga, con adicción al alcohol…Tremendo.
Y queda otro aspecto de esta sociedad voraz. Poco importó las características “cualitativas” del hecho. La pregunta crucial fue: ”¿Cuánto se robó…?”
No importa si fueron 900 millones más toda la plata “negra” no declarada por los defraudados inversionistas, importó más el monto de la estafa que el comportamiento moral. De locos.
Un caso tan tristemente risueño como lamentable. Desde Garay hasta los medios, pasando por los voraces arribistas y los que lo creyeron “manosanta” y ahora un demonio.
Mi recomendación para los inversionistas: Andá a cantarle a Garay…Y que siga el baile.