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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Volver a empezar…

Estas elecciones, más allá de la baja participación popular, son una señal de lo que la gente no quiere: Falta de conducción.

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Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.

Todo tiene un final, todo termina. Así parece ser el destino preanunciado de la Nueva Mayoría, algo que nunca pudo ser conducido orgánicamente. Claro, para alinear hay que tener cohesión y eso es cuestión de valores compartidos.

Lagos imaginó esa posibilidad, intentando asumir de manera informal la presidencia y liderar una coalición forzada, pero el mismo Lagos tiene un lenguaje no apto para esta política del siglo XXI que no da cabida al pensamiento analógico.

Ni la izquierda tradicional con su retórica que siempre ha sido insuficiente para convertir ideas en acción, ni la Democracia Cristiana, a la que hace muchos años no se le cae una idea, ni la supuesta nueva fuerza de la revolución democrática, han podido integrarse y sostener una convergencia viable para forjar un futuro político posible.

A empezar de nuevo.

Pero del otro lado del río, la supuesta victoria de los “aliados” de Sebastián Piñera, no debería hacerle creer al ex presidente que el camino está allanado. Piñera tampoco representa la política del siglo XXI.

¿Quién está pensando un país que pueda insertarse en un mundo digital y molecular? ¿Quién está diseñando un modelo de país inclusivo, progresista de verdad y a la vez estable?

¿Quién piensa un modelo país y se dedica a diseñarlo durante cuatro años para que sus sucesores lo implementen? ¿Quién puede lograr tal acuerdo nacional para tal fin sin mezquindades politiqueras?

Estas elecciones, más allá de la baja participación popular, son una señal de lo que la gente no quiere: Falta de conducción.

Si bien la elección de alcaldes tiene mucho de cuestiones operativas por sobre las ideológicas, la falta de capacidad para convertir ideas en acción tarde o temprano se paga. Y esto le ocurrió al gobierno.

Un gobierno que frente a los temas imprescindibles y pendientes, como la resolución de la pobreza, la desigualdad, la educación y la salud, intentó imponer antes que seducir.

Y el gobierno debe comprender que su coalición no es un movimiento de masas, sino un conjunto de partidos políticos tradicionales de centro izquierda (Salvo los jóvenes de la Revolución Democrática), que aún deben ejercitar el paso de la idea a la acción concreta.

Se viene un escenario que va a exigir un arduo trabajo de los candidatos y partidos para adaptarse a una política nueva, que tiene primero que encantar al ciudadano común para que se sienta parte en un proyecto país que aún es una nebulosa.

No confundir pragmatismo con velocidad. No confundir ideas con deliberación indefinida.

Este es tiempo de innovar, e innovar es encontrar espacios de oportunidad en el cambio para resolver lo no resuelto: La transversalidad social, el bienestar general y la convivencia.

Trabajen en el cambio, no traigan el pasado al presente.

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