La falsa rebeldía de los “indignados” le dio el triunfo a la derecha
Tal vez el triunfo del autonomista Jorge Sharp en Valparaíso es la prueba más clara de que la verdadera manera de querer hacer algo al respecto es organizando un proyecto político y creyendo que la única forma de solucionar los problemas de la democracia es precisamente ejerciéndola.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Todos están preocupados y sacando conclusiones sobre lo que la masiva ausencia de votantes en las elecciones de este domingo significó. Muchos dicen que lo que se quiere expresar es claro y que pareciera haber una molestia con el estado de la política, pero nadie toma en cuenta que quienes terminaron triunfando, en la gran cantidad de las comunas, son parte fundamental del relato en el que nos encontramos inmersos.
Algunos celebran lo que habría manifestado esa ciudadanía que no se hizo presente dándole a su inacción algo así como un significado épico, sin reparar en que hoy vemos que quienes se sentarán en las principales alcaldías de Chile, no son más que el reflujo de una derecha dictatorial que hoy se viste con ropas democráticas.
¿Son los “indignados” realmente una fuerza política importante? Claro que sí, pero no por que tengan una idea ni quieran esos cambios que dicen pedir con urgencia, sino porque son los principales causantes de que nada realmente cambie. Son quienes creen que la democracia es un concurso de popularidad en el que nada es cierto y todo es una gran mentira si es que no les dicen lo que quieren escuchar, si es que realmente quieren escuchar algo.
Tal vez el triunfo del autonomista Jorge Sharp en Valparaíso es la prueba más clara de que la verdadera manera de querer hacer algo al respecto es organizando un proyecto político y creyendo que la única forma de solucionar los problemas de la democracia es precisamente ejerciéndola. Pero quienes se jactan de no votar no lo quieren reconocer, menos en un país en donde los políticos se han doblegado ante ellos por completo y hasta les dan la razón a quienes se quedaron en la casa, acusándose por no haber haber “motivado” al joven o adulto que no cree en el ejercicio de la ciudadanía.
¿Por qué no se hace un verdadero mea culpa y se reconoce que todavía hay una importante parte de la población que sigue despolitizada culturalmente y confunde la rebeldía con quedarse esperando tras los computadores a que llegue algo así como un “producto soñado” que los llame a votar? ¿No habremos cometido el error de haber hablado tanto del mercado que algunos hasta lo quieren aplicar a la hora de no ir a elegir autoridades? Ese pareciera ser realmente el problema, pero nadie quiere decirlo muy fuerte, porque tienen miedo de que los “niños” se enojen y no vayan a votar nunca más.
Seamos realistas: quienes creen en la democracia por muy imperfecta que sea, van a las urnas y se manifiestan. Sharp se convirtió en alcalde gracias a eso. Gracias a un grupo que se movilizó y logró derrotar la despolitización de la que ha sido victima Chile debido a años de un consenso que lo único que logró consensuar fue que no se molestara a los patrones. Para que estos pudieran seguir haciendo su trabajo sin que el estruendoso ruido de la gente los molestara. Ya habían ganado con el NO y eran demasiadas las concesiones las que se le había hecho al pueblo, por lo que ahora era mejor que se dedicaran a comprar y dejaran de hinchar.
Esas huellas siguen en la actualidad de manera fuerte, pero lo interesante es que ahora algunos lo disfrazan de acción política, cuando realmente lo único que logran es que nada se mueva, nada mute ni nada se transforme.
¿Qué hacer? No se sabe. Sólo queda en claro algo: quienes entienden que la política es el mejor vehículo son los que están logrando avances. Quienes, en cambio, prefieren levantar la bandera de una indignación estéril, hicieron que los viejos patrones aplaudieran y celebraran en gran parte del país.