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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Henry Boys, otro distractor de La Segunda

Es cosa de leer las editoriales de El Mercurio, La Segunda o La Tercera para darnos cuenta de que ahí están realmente las ideas que caracterizan a un modelo de desarrollo que no se quiere poner en duda porque sostiene conveniencias culturales que muchas veces no se dimensionan.

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Resulta que a fines de la semana pasada apareció en la portada de La Segunda un nuevo personaje que se suma a esta peculiar fauna de la opinología política. Su nombre es Henry Boys, un abogado de 26 años que estudió en la Universidad Católica, y que cumple con todos los requisitos para ser una perfecta caricatura del conservadurismo nacional.

Boys dice rezar ante cada momento importante durante el día, como por ejemplo ser entrevistado por el pasquín de Agustín Edwards. También señala con orgullo que lo esencial en su vida es mantener la “castidad”, por lo que ha debido terminar con un par de novias gracias a lo que podríamos denominar el “llamado de la carne”, al que el que el joven ha decidido hacer oídos sordos.

Pero eso no es todo, ya que en signo de orgullo, Henry cuenta cómo va a las poblaciones a entregar algo así como el mensaje de Cristo, en una especie de trabajo pastoral que no es más, si es que uno escucha atentamente, que un adoctrinamiento de las clases bajas según ciertas represiones mentales de una casta que confunde hacer una “labor social” con instruir según cánones discutibles a cierta parte de la población.

Esto obviamente causó revuelo en las redes sociales, y todo quien tuvo la oportunidad de darle a este nuevo “intelectual” de la derecha chilena, como era de esperar, lo hizo con lo que pudo, comenzando con su nombre y centrando su burla en las ideas que enarbolaba.

En lo que no se detuvo mucha gente, en cambio, es en la manera en que ciertos medios de derecha levantan a personajes que parecen cumplir con características demasiado extrapoladas de un pensamiento para así identificar particularmente al sector que dichos medios representan con estos personajes y no así con sus líneas editoriales. Es decir: podríamos decir que es una manera fácil para situarse en el centro político, y así querer contarnos que hablan desde cierta imparcialidad, para decirnos que la derecha no son ellos, sino estos inventos comunicacionales.

Porque si hay algo que caracteriza a quienes defienden de manera más integrista el pensamiento de derecha, es que no dicen, precisamente, identificarse con la derecha. Sino que más bien creen ser parte de quienes defienden algo así como el “sentido común” o la objetividad con respecto a algunos temas de interés nacional.

Es cosa de leer las editoriales de El Mercurio, La Segunda o La Tercera para darnos cuenta de que ahí están realmente las ideas que caracterizan a un modelo de desarrollo que no se quiere poner en duda porque sostiene conveniencias culturales que muchas veces no se dimensionan. Y esa, creo yo, es la particularidad de una hegemonía de pensamiento de la que deberíamos preocuparnos más que de los arranques conservadores de un Henry Boys que parece un distractor más que alguien a quien temer. Sobre todo en días en los que la principal carta presidencial de los medios es cuestionada, y La Segunda ha sido su principal defensora.

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