De sutiles amenazas a golpes: crudo testimonio relata los inicios de la violencia de género en una pareja
La guionista argentina Carolina Aguirre escribió su experiencia como víctima de su novio. Todo aquello que había leído, escuchado en otras mujeres le pasó durante un viaje que hicieron juntos a Colombia.
En medio de un viaje que prometía ser paradisiaco enfrentó uno de los momentos más aterradores y angustiantes de su vida. Ni su intuición, ni sus idas al psicólogo le hicieron prever un escenario tan macabro como ella tendida boca arriba en el suelo, con la mano de su novio apretándole la cara, respirando apenas.
La guionista trasandina Carolina Aguirre escribió en La Nación Argentina su experiencia como víctima de su novio. Todo aquello que había leído, que había escuchado en otras mujeres le pasó durante un viaje que hicieron juntos a Colombia.
“Estamos juntos hace cuatro o cinco meses y la relación está en su peor momento. Salvo cuando salimos y nos divertimos, al lado suyo la paso pésimo. Él es un mujeriego oscuro y no le creo nada de lo que dice. Siempre tenemos la misma discusión. Llora y me jura que soy el amor de su vida, me muestra el whatsapp, me da la clave del celular, me ofrece casamiento. Tiene unos gestos desmesurados de amor que impresionan a todo el mundo”, relata.
Hablándolo con su psiquiatra, la mujer cuenta que el profesional le decía que ella tenía miedo de amar y que esa era la razón que gatillaba las peleas. “Con los meses, mi angustia crece y las peleas son cada vez más dramáticas. En Cariló, una noche lo dejo en el medio del bosque y me bajo del auto. Me vuelve a meter por la ventana. En Buenos Aires lo dejo y me encierra en su casa hasta las nueve de la mañana”.
Luego de cenar en un lujoso restaurante en Bogotá, la pareja regresa al hotel donde se hospedaban. “De repente, siento unas ganas de huir inexplicables”, señala y agrega: “Lo despierto y le digo que me quiero separar (…) rompo en llanto y le digo que no soy feliz, que no lo amo más hace mucho tiempo, que quiero volver con mi exmarido. Me agarra del pelo y me grita que nunca nos vamos a separar, que antes de que lo deje y verme con otro me mata. Que en Colombia un sicario sale cincuenta mil pesos, que si quiere me hace matar ahora mismo”.
Solo cuando la empuja contra la pared entiende que su novio habla en serio. “Son las tres de la mañana, estoy sola en un país donde no conozco a nadie, a siete mil kilometros de mi casa, y mi novio me está pegando. En el baño me pega un cachetazo y me sigue sacudiendo. Corro a la habitacion, pero me tira al piso y me tapa la boca mientras me grita que me calle. Por primera vez en la vida creo que me voy a morir“.
Inesperadamente la puerta de la pieza se abre y llega gente de seguridad del hotel, el victimario se deshace en disculpas y mentiras. Dice que es una pelea de pareja. Ella dice que es mentira, que por favor no la dejen sola con él. Y se va del hotel sola. Ya en otro lugar, separados, conversan por teléfono y él trata de bajarle el perfil a su conducta violenta.
De vuelta a Buenos Aires, la guionista relata cómo la angustia la apresó. “Con mi novio hablo poco y no quiero verlo. Me dice que me ama, que me extraña y me pregunta qué hice durante el día”. Luego, cuenta que se fue a la casa de su padre por unos días: “Mi papá no dice nada, sólo me pone la mano serena en el hombro y me dice: “Es un manipulador”. Yo me quiebro. Mi papá no sabe nada de Colombia, no tiene idea de quién es mi novio, pero sabe quién es su hija, esa hija que siempre vio entera y ahora es este garabato confuso, una sombra torcida en el piso”.
“Un rato después voy a mi habitación, lo llamo y lo dejo. Él no me cree. Me avisa que va a llamar a mi psiquiatra porque estoy loca, que me voy a arrepentir, que yo necesito ayuda porque no sé querer a nadie y no sé cuántas cosas más, porque mientras habla le corto sin mayor explicación”. La argentina cuenta que le sigue escribiendo por meses. “La mayoría de los e-mails son amenazas: dice que va a mandar mis fotos privadas a todos lados, mis chats a la productora de tele en la que trabajo, que va a inventar mentiras sobre mí. Otros son de amor. Dice que me extraña, que soy el amor de su vida y que éramos perfectos juntos y yo lo destruí”.
Su testimonio deriva a una pregunta más profunda luego de aquel episodio que la atormentó por semanas. “¿Por qué yo? ¿Por qué me pasó esto a mí? A mí, que siempre fui fuerte, inteligente, independiente. A mí, que soy feminista (…) Con horror, me doy cuenta de que esta pregunta despierta la fiera machista que duerme dentro de mí. Que en el fondo pienso que estas cosas les pasan a las feas o a las tontas, a las que no tienen una carrera, a las de carácter débil, a las que fueron abandonadas por el padre cuando eran chicas. ¿Por qué no a mí, si le pasa a todas?”.
“No me hago esa pregunta injusta y desesperada para castigarme, sino para salvarme, porque si descubro una razón quizás evito que me pase de nuevo (…) Me pega por impotencia, por bronca, porque es un psicópata. Me pega porque soy fuerte y libre. Me pega porque es el último recurso que le queda cuando toda su manipulación y sus falsos gestos de amor fracasaron”, finaliza el relato.