Autora de Historias de Clandestinidad: “Me decían ‘no habías nacido en dictadura, ¿con qué derecho hablas?’”
Sofía Tupper consiguió adentrarse a la esfera más íntima de las personas que debieron trabajar con identidades falsas durante la dictadura. En esta entrevista se refiere a la recepción del libro, donde también debió enfrentar comentarios que le emplazaban respecto de que por su edad, aparentemente no debía referirse a este tipo de temas. “La historia nos pertenece a todos”, dice.
“A la sociedad chilena le falta conocer de sí misma, y me incluyo. Nos falta conocer. Y es el propósito de este libro y de estas historias de vida. Te permiten entender y empatizar”. Esa es una de las misiones principales de Sofía Tupper, con su libro “Historias de Clandestinidad” (Ediciones B), donde cubre desde la esfera más íntima la historia de cuatro personas que debieron cambiar u ocultar su identidad para sobrevivir bajo dictadura.
Son cuatro personajes, vinculados entre sí por sus pensamientos de oposición al régimen asesino de Augusto Pinochet, que cumplieron con distintas labores en esa época. “Fabiola”, la única mujer que participó en la operación que intentó terminar con la vida del dictador. Figura en el mismo texto la vida de Raquel Echiburú, también integrante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que relata su relación con el “comandante Aurelio”, Roberto Nordenflycht.
Se suma la historia de Marta Fritz, del Partido Comunista, quien debió cuidar a los hijos de la histórica dirigente Gladys Marín, mientras ambas luchaban por dar con el paradero de Jorge Muñoz, desaparecido hasta hoy. Y a todas se suman las vivencias de uno de los líderes del extinto Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Hernán Aguiló, quien entrega detalles del secuestro de su hija, la que quedó en manos de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
El trabajo de Tupper, según detalla a El Dínamo, comenzó como parte de una investigación para su tesis de Periodismo en la Universidad de Chile.“Tenía claro que quería trabajar el testimonio. El rescate biográfico de otros me parece fundamental para la construcción de la historia. Tenía ganas de acercarme al tema de la dictadura, pese a que no la viví. Nací en 1992, pero la motivación tiene que ver con que, si bien se sabe de la historia del MIR, del PC, del Frente, poco conocemos sobre la vida de quienes integraron esas filas y mucho menos desde el plano íntimo. Quise acercarme a los costos humanos que acarreó la opción política que tomaron estas personas”.
-Pero tu acercamiento al tema no es gratuito…
– A mí me llama mucho la atención el tema de la clandestinidad, porque de alguna manera es construir una vida paralela, una vida subterránea, que a veces parece hasta surreal. Siempre en mi familia se ha hablado harto de política y la dictadura sigue siendo un tema. Mi abuelo era mirista, fue director zonal de la CORA y lo tomaron detenido poco después del golpe. Deambuló por el Estadio Nacional, Cuatro Álamos, la Cárcel Pública, sus hijos, entre ellos mi madre con seis años y mi abuela, debieron ir al exilio. Vivieron primero en Bélgica y luego en Cuba… Entonces yo veo cómo la dictadura fue cambiando el destino de miles de familias y la mía fue una de las tantas. Para mí las historias de clandestinidad no eran lejanas, sabía que hubo mucha gente tuvo que someterse a este estilo de vida, porque de lo contrario simplemente no sobrevivías. Mi motivación era, a través del testimonio de quienes tienen ese lugar en la historia, contar qué era vivir en la clandestinidad, específicamente en términos humanos. Son testimonios que dejan ver el estado brutal de la represión que se vivía, te das cuenta cómo la vida de miles de chilenos se vio trastocada en lo medular. Es un relato con trazos políticos claro, pero el foco está puesto en los costos humanos, en los sentimientos. Qué pasa cuando tienes que dejar de ser tú y cuando vives en función de la lucha antidictatorial.
Cosas tan cotidianas como la comunicación de una madre con sus hijos se elevan a niveles de dificultades impensados para quien está en la clandestinidad. Marta Fritz, por ejemplo, que operó como enlace de seguridad de Gladys Marín, cumplía sus funciones de nexo a través de mensajes cifrados, que muchas veces escondía dentro de algún pote de crema o en la suela de una zapatilla y estos terminaban en la embajada. Ejemplos como esos están retratados en el libro de Tupper, la que fue empujada por la intriga que sintió respecto de los personajes que protagonizan el libro. Ninguna historia es idéntica a la otra, precisamente porque además de ser personas distintas las que las protagonizan, debieron enfrentar situaciones y obstáculos diversos. “Cuando uno trabaja sobre la memoria, no aspira a ser objetiva, como es historia. La memoria tienen huecos, fracturas, omisiones. Es subjetiva, es individual”, especifica Tupper.
En esa línea, se retrata cómo todas estas personas repentinamente deben dejar de frecuentar su núcleo más cercano. Los costos de esta decisión, de cargar con una idea política que puede causarte la muerte son abordados por el texto. “Cuando estas personas se comprometieron con la lucha con la lucha contra la dictadura y para ello se sumergieron en la clandestinidad, había una postergación de sus propias vidas, de sus propios sueños. Marta por ejemplo, estuvo más de un año sin poder ver a su compañero Juan Carlos Arriagada, Raquel no sabía el nombre real de quien sería el padre de su hijo, Hernán estuvo más de una década sin ver a su hija Macarena y sus dos hijos nacieron en clandestinidad con documentación falda. En el testimonio de Fabiola, ella misma relata lo difícil que le fue encontrar trabajo y poder legalizarse después del plebiscito… Estas cosas te hablan de la dureza de la vida clandestina y cuando todo esto termina, quedas de alguna manera en el aire, tienes que rearmarte
”.
-¿Qué recepción tuvo el libro?
– Ha habido de todo. Buenos comentarios, gente que se siente identificada en los testimonios y a muchos les gusta el libro porque finalmente, te abre una puerta para entender qué significa vivir en clandestinidad. Pero también ha habido malas reacciones. Hay un discurso que plantea cosas como “oye tú niñita que no habías nacido para la dictadura, por qué hablas de ese tema, con qué derecho”. Pero al final uno sabe que ese discurso no se sostiene, porque la historia nos pertenece a todos, no sólo a quienes la vivieron. Bajo esos pretextos, jamás se habría hablado del Holocausto. Piensa que hasta hoy se enfrentan O’Higginistas y Carreristas…Me he topado también con el comentario: “ha pasado mucho tiempo, dejemos este tema atrás”. Y creo que justamente eso es lo que no podemos hacer, no podemos permitirnos ser un país desmemoriado. Piensa que recién ahora la gente está hablando, se está perdiendo un poco el miedo, aunque todavía queda mucho. La dictadura no sólo terminó con la vida de miles de personas sino que moldeó lo que es el país hoy día. Tenemos herencias tan claras y nefastas como el sistema educacional, las AFP, pero además hay traumas y dolores que no se terminan de resolver.
-Respecto del miedo, ¿Por qué sigue existiendo ese temor cuando, se supone, que estamos en un país distinto?
-Me restringiré a lo que hice en este trabajo, pese a que creo que el miedo es extendido. Estas personas compartieron conmigo sus testimonios, y hay aspectos que no quisieron compartir, lo que es legítimo. Con cualquiera ocurre, pero también uno lo entiende con mayor razón cuando sabes que se trata de personas que estuvieron expuestas una y otra vez al horror, a la muerte, a la tortura. Hay miedos tan concretos como el hecho de perder tu trabajo o que algo le pase a tus hijos, porque muchos no están de acuerdo con tu pasado. El hecho de que “Fabiola” no haya querido dar su nombre real para este libro te habla de ese miedo. Ella misma dice al final de su testimonio “funciono bajo la legalidad, mis papeles son legales, pero mantengo oculto mi pasado porque hay muchos que aún no tienen el sentido del humor para asumir lo que soy”. Ser la única mujer fusilera evidentemente acarrea costos de diversa índola. Marta también lo dice abiertamente, ella hasta el día de hoy no usa agenda con contactos telefónicos o correos. Esto porque recuerda que un compañero de esa época fue secuestrado y él tenía una agenda. Sin abrir la boca entregó a muchos compañeros del partido. Ese tipo de cosas quedaron, el miedo quedó asentado en sus vidas y simplemente aprendes a vivir con eso.
-En tres de las cuatro historias que tratas se puede notar la lucha contra el machismo presente en toda orden de cosas, incluso en las organizaciones clandestinas.
-Que haya tres historias de mujeres y una de hombres no es casual. Cuando partí con el trabajo, pensé en sólo recoger historias de mujeres porque pienso que si miles de personas que lucharon contra la dictadura han quedado marginados de la historia oficial, las mujeres han sido mil veces más invisibilizadas. Como dices, el machismo es un reflejo de la sociedad desde siempre y eso es hasta hoy. Lo vemos todos los días y estas historias no quedan exentas de ese machismo. Se ve claramente en los relatos. “Fabiola”, sin ir más lejos, no habría podido acceder a la preparación militar en Cuba, si no fuera porque se reveló contra sus superiores. Así de sencillo. La lucha de las mujeres fue doble: era la dictadura y el machismo. Ha ocurrido que las caras visibles son masculinas, a excepción de algunas figuras, como Cecilia Magni. Es impactante, y sigue ocurriendo, que la gente se refiere a Raquel Echiburí como la mujer de Roberto Nordenflycht. Es en el fondo poner a la mujer siempre por debajo. Es quitarle su identidad. En todo caso, creo que queda más que visibilizado en mi libro que las mujeres jugaron un rol preponderante en la lucha contra la dictadura.
Actualmente Sofía está “sobreviviendo como periodista”, pero asegura que le gustaría seguir escribiendo. De momento “tengo esta obsesión por el testimonio y me encanta mucho escribir. Estoy terminando de armar un blog, donde compartiré mis crónicas y mis historias de ficción”.
-¿Y cuál sería el tema que más te gustaría escribir, si pudieras escribir cualquier cosa?
– Me gustaría harto meterme en el tema de Cuba. Viví ahí un tiempo, entre el 2010 y el 2011, cuando estudiaba música y me pareció un país de una calidad humana maravillosa. Cuba es un muy cuestionado, asociado a mucha controversia, pero siento que se habla mucho desde la ignorancia. He estado allá muchas veces, parte de mi familia materna vive allá hasta el día de hoy y tengo una visión muy distinta a la que se expone en los medios nacionales. Me encantaría poder escribir sobre Cuba desde el plano humano, buscar historias de vida común y corrientes que le hagan un poco de justicia.