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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Puro humo…

"Desde el exterior deben pensar que el gobierno es una reencarnación de Nerón, que antes de actuar en la emergencia prefiere que todo se queme antes de dar un paso en falso en la política".

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Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.

Chile sufre de ausencia de conducción, algo que todos sabemos y que no es novedad. Conducir, dirigir, no es otra cosa que poner ideas en acción y para eso es necesario trabajar en diferentes lenguajes: Un lenguaje político para generar o interpretar espacios desde dónde surgen ideas, un lenguaje natural para diseñar la planificación y la administración y un lenguaje formal, cerrado, estructurado, para llevar adelante cuestiones operativas.

Este gobierno tiene serios problemas con los tres lenguajes.

El lenguaje político está destinado a trabajar sobre lo imprevisible, sobre el conflicto que generan intereses contrapuestos y que deben determinar un rumbo. Nunca este gobierno definió un rumbo…

El lenguaje administrativo es el de la planificación, aquel que acude al conocimiento y a la experiencia para poder diseñar un teatro de operaciones dónde actuar. Este gobierno no tiene plan. No busca la previsibilidad. Y sabemos que frente a lo imprevisible lo único posible es el talento y la intuición, dos atributos que desde hace mucho tiempo no están en el inventario…

El lenguaje operativo es el de las instrucciones. Supuestamente frente a situaciones ciertas y concretas, aplicar las instrucciones resuelven problemas. Pero tampoco hay instrucciones, porque no hay plan y porque no hay ideas. Todo desconectado.

Podemos discutir de política, podemos acordar un plan, pero no podemos dudar en las instrucciones. Y este gobierno no puede hacer ninguna de las tres cosas.

Y la naturaleza (Con o sin intención) pone a prueba los lenguajes y demuestra la mediocridad de quienes conducen. Pasó con el terremoto, que apenas sucedido lo único que se le ocurrió decir a un funcionario de turno es que todo estaba bien y Chile no precisaba de la ayuda de nadie… Un lenguaje soberbio sostenido en una emoción destructiva impropia para un gobernante. El tsunami parecía que no iba a venir y llegó con toda la fuerza. Estaba la información, pero de nuevo el error de usar un lenguaje político cuándo había certeza…

Y ahora el incendio. Desde el exterior deben pensar que el gobierno es una reencarnación de Nerón, que antes de actuar en la emergencia prefiere que todo se queme antes de dar un paso en falso en la política, cuando el lenguaje necesario en esta instancia es totalmente operativo: Dar instrucciones para resolver el tema como sea, sin la burocracia y sin la ideología.

No hay negociación en un incendio, hay que apagarlo. Y se toma este incidente como un hecho político, merecerá el más profundo desprecio de una sociedad que busca de sus políticos una dirección, un plan y, por sobre todo, acción para resolver problemas inmediatos.

Hay problemas de educación y de salud, de seguridad y de corrupción, pero eso implica negociación y es en este punto dónde juegan ideas e intereses.

Pero en un incendio no. Es acción pura, acción previsible, coordinada, planificada. No hay intuición en una circunstancia concreta, hay planificación.

Dejemos la intuición para lo imprevisible, pero no olvidemos que quien gobierna debe tener el orden asegurado frente a circunstancias que son posibles de ocurrir y que no deben tomar por sorpresa a un país susceptible de desastres naturales (Aunque puedan ser intencionales).

El incendio demuestra falta de conducción, falta de planificación, de orden y de instrucciones, pero también es una demostración de una burocracia atroz que sólo sirve para sostener la fantasía política.

La política es determinante, pero por favor, que los políticos le hagan honor. Este gobierno se olvidó de eso, y se olvidó que conduce para el bienestar de su gente y no para sostener un aparato burocrático inservible.

Basta de humo.

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