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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Más y mejor educación para Chile

La mejora de las futuras condiciones de desarrollo profesional, el aumento de las exigencias para el ingreso a las carreras de pedagogía y, a su vez, la obligación de las universidades de acreditarse para poder impartirlas, ha motivado a muchos de los estudiantes de excelencia a seguir su vocación y convertirse en profesor.

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Las noticias que hemos conocido estos días sobre las postulaciones de los jóvenes a la educación superior han revelado el creciente interés que despierta la pedagogía en los aspirantes a una carrera universitaria. Probablemente en Chile hasta ahora ha habido una cantidad significativa de egresados de enseñanza media que, teniendo una gran vocación por la pedagogía, optaron por algo que rindiera mayores réditos económicos y tuviera una más alta valoración social.

La mejora de las futuras condiciones de desarrollo profesional, el aumento de las exigencias para el ingreso a las carreras de pedagogía y, a su vez, la obligación de las universidades de acreditarse para poder impartirlas, ha motivado a muchos de los estudiantes de excelencia a seguir su vocación y convertirse en profesor. Un estímulo importante ha sido también la posibilidad de que muchos de ellos (un 35% de un total de más de 22.000) accedan a la gratuidad, dado que se han matriculado en planteles donde ésta ya opera. A esto se suma el hecho de que un número importante de ellos postuló con 600 o más puntos, lo que los hace potenciales beneficiarios de la Beca Vocación de Profesor, que no sólo paga los estudios de quienes se la adjudican, sino que también entrega manutención a quienes postulan con más de 700 puntos y una pasantía en el extranjero a los que lo hacen con más de 720.

Lo que no se ha comentado en los medios ha sido el hecho de que dicha beca exige retorno, es decir, que los egresados deben trabajar al menos 3 años en la educación pública para devolver el beneficio. Esto es especialmente bueno, dado que la unión de todos estos factores generaría un círculo virtuoso: más profesores estudiando en carreras necesariamente acreditadas, bajo mejores condiciones y que luego ingresarán a un sistema público que, gracias a las mejores remuneraciones y condiciones, tendrá más capacidad de retenerlos y de ofrecerles desarrollo y crecimiento profesional. Esto repercutirá de manera necesaria en la calidad de la educación que reciben los niños y niñas que asisten a la educación pública.

Creemos que esto además es una gran revelación respecto de la valoración social de la profesión docente: no es que se considere poco relevante o poco desafiante la carrera de profesor. Como Fundación que cree en que la justicia social es posible a través de una educación de real calidad, que contribuya a disminuir las brechas cuando aún es posible, que difunde la necesidad de una mejora continua de la calidad docente a través de la capacitación y el autoexamen, estamos optimistas ante los cambios que se están produciendo en la formación de los futuros profesores y expectantes de presenciarlos, y de seguir contribuyendo a hacer de Chile un país más equitativo a través de la educación.

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