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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Política y Valores: una reconciliación indispensable

Hoy enfrentamos nuevos desafíos: generar equilibrio con la naturaleza, abandonar el eje de derecha e izquierda y liberar la inteligencia colectiva a través de la participación directa y masiva, así como un nuevo formato compasivo e inclusivo del emprendimiento.

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Ximena Abogabir es Miembro del Directorio Fundación Casa de la Paz, interesada en diálogos generativos, construcción de acuerdos y empatía. Ashoka Fellow.

Tras exponer en el Seminario “Crisis Valórica en la política: causas y propuestas de superación”, organizado por la Academia Parlamentaria en el ex Congreso Nacional no puedo dejar de compartir las reflexiones que allí esbocé.
Nuestra actual civilización corre el riesgo de morir. Así de simple.
La forma en que los humanos estamos habitando el planeta debe modificarse dramáticamente, y según los expertos, queda poco tiempo para enmendar el rumbo.

Por ello, necesitamos un sistema de gobernanza capaz de dar malas noticias y de conducir la “travesía por el desierto”, acordando y gestionando medidas complejas que implican sacrificios para todos los ciudadanos en el corto plazo, con el propósito de transitar hacia un mundo capaz de acoger el pleno potencial de todos sus habitantes… y los por nacer.

Los desafíos son variados y profundos. Por ejemplo, a los sobreconsumidores necesitamos decirles que disminuyan su huella ambiental sin afectar las dimensiones fundamentales del desarrollo humano: tener una vida larga y saludable, adquirir conocimientos y disfrutar de un nivel de vida digno. Y a los subconsumidores, lo contrario: aumentar su desarrollo humano sin aumentar su impacto ambiental. También necesitamos desarticular el sistema financiero global de modo de limitar la concentración del poder económico, así como acordar ciertos límites indispensables a la propiedad privada, entre ellos, los recursos naturales que no pueden estar regulados sólo por la lógica del mercado.

Esta transición hacia un mundo sustentable no resiste la voz de la calle “Que se vayan todos”, que impuso el movimiento de los Indignados, aludiendo específicamente a los políticos y los banqueros. La transición no será simple, indolora ni breve, por lo que necesitamos una gobernanza capaz de abordar problemas sistémicos.

Chile no está ajeno a la realidad global en la necesidad de un sistema de gobernanza capaz de crear una nueva realidad. Para ello, necesitamos una democracia en serio. No puede seguir existiendo diferente justicia o tratamiento en medios de comunicación para los privilegiados. El muro que sí necesitamos levantar es entre la política y todos los poderes fácticos. También requerimos detener la rotación y la reelección en cargos público, de modo que el Estado deje de ser percibido como agencia de empleos de calidad, y el servicio público vuelva a honrar a su nombre: compromiso con el bien común.

Para recuperar la credibilidad en el ejercicio político hay que constatar la coherencia entre el discurso y la acción de quienes ejercitan el servicio público. Sólo así podremos reconstruir confianza y volver a valorizar los consensos con los cuales todos podemos convivir, no porque logramos todo lo que queríamos, sino porque estamos mejor con el acuerdo que sin él. Somos pasajeros de la misma nave espacial y nuestro destino es compartido, por lo cual no tenemos mejor opción que acordar una meta y una ruta, cada pasajero cumpliendo responsablemente su rol.

También se deben generar espacios de participación que hagan posible reflexionar con efectividad sobre lo público, las distintas implicancias de cada opción, incluyendo la forma de ponerse de acuerdo, de cómo ejercer el poder desde los territorios, con liderazgos rotativos y horizontales. Atrás quedaron los tiempos en que el dirigente era quien pronunciaba los discursos más encendidos. Hoy necesitamos más conductores de orquesta capaces de dirigir en armonía instrumentos diferentes.

Finalmente, para facilitar la transición, es indispensable generar condiciones en el ejercicio político que permitan incorporar más la energía femenina, de modo que las mujeres quieran ser parte de ello sin que implique adoptar las actuales prácticas masculinas del ejercicio.

En mi vida he sido testigo de cambios profundos: la caída de Muro de Berlín, el fin del Apartheid, para mencionar algunos considerados inalcanzables en su época. Hoy enfrentamos nuevos desafíos: generar equilibrio con la naturaleza, abandonar el eje de derecha e izquierda y liberar la inteligencia colectiva a través de la participación directa y masiva, así como un nuevo formato compasivo e inclusivo del emprendimiento.

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