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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El “ejercicio de enlace versión 2017” que nadie quiso ver

"El general ante el Palacio de Gobierno que sus pares de ayer habían bombardeado no dudó en cuestionar la legalidad, que a gotas permite lentamente luchar contra la impunidad biológica que tiene a muchos de su propia generación dificultando a la justicia",

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Nicolás Pavez es Abogado y columnista

El domingo frente al palacio de La Moneda, el comandante en jefe del Ejército, Humberto Oviedo, ante un millar de militares que “juraban a la bandera” decidió encabezar la ceremonia traicionando su propio juramento.

En una afrenta sin precedentes la máxima autoridad castrense ,en una alocución política y deliberativa, justificó el actuar del periodo más oscuro del cual tengamos memoria con explicaciones solo escuchadas al término de las peores dictaduras latinoamericanas.

El general se permitió justificar los actos por “imposibilidad de objetar o representar órdenes” y otras brutalidades que creíamos eran parte del lenguaje de los 80 o 90.

El general Oviedo ante el Poder Judicial, representado por el propio presidente de la Corte Suprema presente en la ceremonia, se permitió referirse al caso de cientos de procesados que hoy guardan silencio cómplice ante más de 1000 causas abiertas y vigentes en los tribunales. Que bien sabe tiene el deber de respetar su autonomía e independencia.

El general ante el Palacio de Gobierno que sus pares de ayer habían bombardeado no dudó en cuestionar la legalidad, que a gotas permite lentamente luchar contra la impunidad biológica que tiene a muchos de su propia generación dificultando a la justicia, sin aportar un dato o referencia para esa esquiva verdad esperada y anhelada por 40 años.

Como si aquello no bastara. En cuestión de minutos la complicidad rastrera del Ministro Gómez avalaba y justificaba lo más vergonzoso que hemos escuchado en años por parte del Ejército de Chile.

La máxima autoridad del ejército de Chile se permitió cuestionar a los tres poderes del Estado con la autoridad de ostentar el poder de las armas. Lo grave entonces es que da igual derogar la inmovilidad de los comandantes en jefe si aquellos llamados a pedirla decidieron sumarse al silencio de los culpables.

Ni perdón. Ni olvido. Y esperanza que quienes ostentan temporalmente el poder ocuparán un lugar en la historia maldita de la complicidad pasiva.

Finalmente, la imagen de hoy, me recuerda a Víctor Zerega Ponce, torturado en el “El Hoyo”, centro de torturas que operaba en el subterráneo de la Moneda a escasos metros de la ceremonia de hoy hace cuatro décadas.
A la fecha su causa está abierta en los mismos tribunales que el general se atreve a emplazar.

Una vergüenza el general. Pero quizás lo más horrible es que está noticia no estuviera ni cerca de escandalizar a la opinión pública.

En otro tiempo. Ya le habrían pedido la renuncia al comandante en jefe.

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