El falso heroísmo de Lavín
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Debido a los cortes de luz, ocurridos principalmente en comunas del sector oriente de Santiago, es que muchos han pataleado, gritado e incluso llegado a cuestionar la efectividad de la empresa Enel para llevar a cabo su principal tarea: proveer de energía a los ciudadanos.
Debido a que “el modelo” en que vivimos no le da ninguna atribución al Estado sobre la entrega de servicios básicos, es que los alcaldes de distintas comunas han tenido que hacerse cargo de lo que sucede con los habitantes de estas. El ejemplo más notorio ha sido el de Joaquín Lavín, quien ha vuelto en gloria y majestad a hacer lo que sabe hacer: dar soluciones pequeñas a problemas enormes.
Los medios de comunicación han puesto en portadas la forma en que Lavín ha llegado a enfrentar a la empresa. Han destacado sus medidas “lavinistas” para intentar volver menor el sufrimiento de los vecinos de Las Condes, instalando así un pseudo heroísmo, basado en lo superficial, que no resuelve el problema fundamental y profundo de lo sucedido por estos días.
Pero esto no parece importar. La inmediatez vacía de Lavín da la sensación de que puede solucionar todo, negando las discusiones y poniendo sobre el debate ideológico un manto de gestión aparentemente despolitizada que puede arreglar todo una vez sucedido. ¿Y el fondo? No, para eso están otros, él solamente es un alcalde que intenta resolver eventos particulares que son causados por el sistema que él y sus amigos instalaron en Chile.
De esto último nadie habla. Joaquín Lavín se vuelve ante cierta parte de la población como un nuevo rostro puro e impoluto, olvidándonos así de que fue parte de los que instalaron lo establecido al dibujar, durante los ochenta, el sistema económico chileno mientras comandaba la sección de Economía y Negocios de El Mercurio. Eso parece irrelevante para quienes hoy aplauden esas pequeñas medidas que intentan desviar el foco del funcionamiento de ese sistema del que él es uno de los principales ideólogos.
Porque, ¿de qué sirve hacer demandas colectivas o llevar a gente a hoteles si la lógica sigue diendo la misma? ¿No será una inteligente manera de mover el eje de la discusión? Si no lo es, claramente lo está logrando de todas maneras. Y es que, aunque creamos que el personaje en cuestión no es más que un simple edil que está tratando de solucionar problemas puntuales, no hay que olvidar que estamos hablando de quizás uno de los rostros más insignes de aquella derecha que intentó despolitizar el debate ideológico en los años noventa. Negar su historia y su importancia en el retraso de la discusión política es cerrar los ojos y volver a caer deslumbrados ante el efectismo de sus medidas. Ya que, si es que somos un poco más agudos que el común de los medios de comunicación, podríamos entender que Lavín, al salir rápidamente a tratar de ponerle freno a las consecuencias de “el modelo”, solamente estaba defendiendo su legado. Por lo tanto, parece importante mirar ciertos hechos con cautela, sin caer en aplausos fáciles antes de intentar detectar, conscientemente, falsos actos de heroísmo.