El Rinconazo
"Es muestra de esa separación total de sus actuales cúpulas con sus bases, con valores republicanos básicos y con el realismo político que dicen rescatar".
Rodrigo Pablo es Abogado Universidad Católica.
La decisión de la Junta Nacional de la Democracia Cristiana acerca de la situación electoral del diputado Rincón se suma a otra serie de situaciones que han afectado al Partido durante el último año, mostrando su debilidad y como sus dirigentes serán capaces de hacerlo pasar de la irrelevancia doctrinal en la que lo tienen sumido a la irrelevancia política, al concretarse a fines de este año el desastre electoral que me atrevo con toda confianza a predecir.
En efecto, si bien el Rinconazo no es más que un hecho puntual en los avatares que han sacudido el Partido durante los últimos meses, es muestra de esa separación total de sus actuales cúpulas con sus bases, con valores republicanos básicos y con el realismo político que dicen rescatar. Así, gracias al Rinconazo podemos decir que los principales problemas de la Democracia Cristiana no están en encontrar una identidad o “domicilio político”, sino en el encontrar una razón de ser, un motivo para luchar y, sobre todo, a las personas indicadas para ello.
En este sentido, el Rinconazo resalta la insuperable falta de practicidad de los líderes del Partido. Pues admitir a un candidato que genera tales niveles de rechazo en la población y que difícilmente podría ser calificado como un aporte para la República por el que convenga pagar el precio de la impopularidad, obteniendo el subsecuente repruebo público contra la Junta Nacional y división del partido, es solo comparable con abandonar la Nueva Mayoría en búsqueda de una opción propia para terminar tratando con movimientos todavía más lejanos a los principios de la DC y donde la posibilidad de obtener algún beneficio electoral se ve a lo menos remota.
También es muestra de esa capacidad envidiable de la cúpula democratacristiana para ignorar el “qué dirán” de sus bases. Ya que lo hecho no puede sino ser únicamente superable por el haber perdido millones de votos entre la clase media y comunidades cristianas apoyando el aborto y la reforma educacional y desprestigiando el Partido en círculos democráticos al aliarse con conglomerados que apoyan regímenes como el de Maduro. En este sentido me pregunto: ¿tendrán en cuenta que muchos chilenos sentirán vergüenza de votar por los candidatos de un Partido que apoya a un condenado por violencia intrafamiliar?
Finalmente, las explicaciones ensayadas a propósito de lo ocurrido, tales como señalar que fue un error “rinconizar la junta”, son una expresión de ese facilismo para autojustificarse que hace que la población haya perdido la confianza en que los dirigentes del país queden bajo el manto de la Justicia, lo que es la forma más efectiva para debilitar las instituciones. En este orden de ideas, esto no es más que un nuevo caso en que un partido político chileno ignora conductas escandalosas de uno de sus miembros.
Esto es triste y nadie en Chile debería estar contento de que un partido político que alguna vez representó la posibilidad de tener un gobierno democrático viable se haya convertido en un período relativamente breve de tiempo en algo con pocas diferencias a una sociedad de socorro mutuo que ahora busca socorrerse a sí misma de las malas decisiones de sus cúpulas. Por lo demás, la situación de las demás fuerzas del espectro político no es tan diferente y es probablemente ello lo que provoca que Chile Vamos no sea capaz de capitalizar la falta de popularidad de la Nueva Mayoría.
Para rescatar la situación y detener la caída rampante de la confianza pública en los partidos, que para mi sorpresa parece poder seguir cayendo, es necesario que quienes aspiren a dirigir el país vivan según las más altas normas de conducta ética y que las exijan a quienes trabajen con y para ellos. Los Rinconazos lamentablemente abundan en nuestro país y veo difícil que recuperemos la senda del progreso si no terminamos con esta funesta costumbre.