A medio siglo del año en que los estudiantes cambiamos Chile
"A pesar del escenario diverso y complejo que se nos presenta, nuestros anhelos siguen siendo los mismos; que la educación sea concebida como un derecho y no como un bien de consumo, consagrando la gratuidad, asegurándola por ley y de poner fin de una vez por todas al CAE".
Paulina Carrillo y Francisca Ochoa es Paulina Carrillo Estudiante Biología Marina, Universidad Católica. Consejera Territorial de Ciencias Biológicas. Francisca Ochoa Estudiante de Economía, Universidad de Chile. Delegada de Bienestar FECH.
De los convulsionados años 60’ podemos extraer experiencias de distinta índole, tanto de nuestro país como de un mundo que sufría importantes procesos de transformaciones. En todas las latitudes se gestaban cambios y es dentro de ese marco que los estudiantes tuvieron algo que decir al conjunto de la sociedad chilena, la universidad como espacio para construir y orientar una sociedad, la posibilidad de que las estructuras universitarias fueran democráticas a partir de la plena participación de todos los estamentos que componían las casas de estudios y de un fuerte cuestionamiento en relación al “para qué y cómo” se construía y generaba conocimiento. Todos estos elementos fueron la base para que la juventud chilena se dispusiera a ser un actor central en Chile y los procesos de cambio.
Un 11 de agosto del año 1967 los estudiantes de la Universidad Católica se disponían a contar una tremenda verdad: “Chileno. El Mercurio Miente” rezaba el lienzo que colgaba del frontis de la Casa Central de esta misma universidad. Por otro lado, se gestaba una toma de la Casa Central de la Universidad de Chile, ante las máximas autoridades de las universidades. El grito era uno solo y recorría Chile entero…”Universidad para todos”.
Este fue un proceso de participación amplia y transversal, de mucho diálogo y discusión en el plano interno de las casas de estudio, movilizaciones masivas y una fuerte disposición a disputar punto por punto el proceso de reforma universitaria. No existió miedo ni temor alguno en exponer en todos los espacios necesarios la convicción que existía de construir un nuevo modelo educativo, la contienda era desigual pero aquella generación de estudiantes tenía la convicción de que tenía la razón y poco a poco iba conquistando la conciencia de las mayorías nacionales.
Hoy el contexto es diferente, un modelo neoliberal que tiene como pábulo diversos pilares, la salud, las pensiones, y por supuesto la educación, todas impuestas a sangre y fuego por una dictadura. Sin embargo, a pesar del escenario diverso y complejo que se nos presenta, nuestros anhelos siguen siendo los mismos, seguimos instalando en todos los espacios la necesidad de un sistema de educación en donde se fortalezcan las instituciones estatales con mayores recursos y expansión de matrícula, en donde la educación sea concebida como un derecho y no como un bien de consumo, consagrando la gratuidad, asegurándola por ley y de poner fin de una vez por todas al CAE. Pero hoy no sólo conmemoramos la astucia de aquellas y aquellos que lucharon para que todas y todos tuvieran acceso a la universidad, sino que también podemos aseverar, que continuamos con su legado, de querer hacer público el conocimiento, de buscar su democratización real y que éste no dependa del nivel socioeconómico para obtenerlo.
La historia de forma pedagógica nos expresa de que no nos sirven más las excusas, no nos sirve retroceder por el miedo a perder, por el miedo a que nos coopten las demandas. El único camino posible es asumir que tenemos el deber histórico de enfrentar la actual reforma a la educación superior desde todos los planos, de forma amplia, participativa y con vocación de mayorías, pero por sobre todo con la claridad de que si disputamos, ganaremos, al igual que aquella generación que cambió Chile.
Para dar perspectiva a un movimiento social que sea capaz de cumplir sus sueños, es necesario que desde el mundo estudiantil se deje el derrotismo, que en segundo lugar se termine con el sectarismo en el que se ha caído para que sean muchos los sectores estratégicos que se encuentren con nuestras demandas y propuestas y que a la hora de que nos enfrentemos a un proceso de cambio tengamos siempre presente que el objetivo del mundo social organizado es cambiar nuestro país, para evitar un actuar oportunista de quienes pretenden consolidar proyectos políticos a costa de hipotecar la posibilidad de cambiar nuestra educación.