Bachelet es más liberal que los liberales chilenos
"Ella ha hecho lo que los profetas de la libertad individual no han realizado por miedo a ir a misa el domingo con culpa".
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Es curioso lo que pasa en Chile. Las palabras y lo que realmente significan han sido raptadas por un grupito de interés que cambió sus sentidos para su conveniencia. Durante años se ha hablado de “acuerdos”, “unidad” y todo lo que suene alejado a la confrontación ideológica con tal de contarnos que no hay diferencias, sino unos pequeños matices que pueden solucionarse con una conversación, dándole la razón siempre al que dice ser dueño de la realidad.
En los últimos años, hay otro concepto que ha sido raptado por el mismo grupito de interés: el de liberalismo. En la derecha hablan mucho de este, e incluso se pelean y se pegan codazos no tan disimulados para erigirse como los representantes de dicho pensamiento en Chile. Cada vez que pueden predican sobre la “libertad de elegir de los padres”-sobre todo cuando estos segregan a sus hijos pagando un poco más de dinero en ciertos colegios-, pero cuando se trata realmente de proyectos que definan las libertades civiles de un ciudadano, lo cierto es que callan.
En esos temas se pronuncian muy tímidamente. En el caso de Sebastián Piñera, este habla hasta el cansancio de que el matrimonio es entre un hombre y una mujer como si fuera un mantra para alejar de él las preguntas acerca de por qué cree en una concepción tan limitada de esa conservadora institución. Tal vez lo hace porque tiene a la UDI como el partido más fuerte que lo apoya o sólo porque, como todos nuestros “liberales”, simplemente es un neoliberal que nunca ha leído filosofía.
Felipe Kast es también un ejemplo de lo que digo. Si bien dice defender el derecho de las personas del mismo sexo a casarse, lo concreto es que pareciera que lo dice desde una perspectiva de clase, fundamentando su postura como si la única razón por la que comenzó a creer en el matrimonio igualitario es porque hay gente de su círculo social que comenzó a salir del clóset. Eso no es ser liberal. Eso es velar por los amigos, no por los ciudadanos.
Por otro lado, ninguno de estos dos personajes se ha mostrado a favor del aborto. Es más, se han opuesto a este conservador proyecto que La Moneda logró aprobar frente al Tribunal Constitucional la semana pasada. Por lo que claramente podemos concluir que, en Chile, quienes dicen defender la libertad del hombre frente al “autoritarismo del Estado” solamente creen en la libertad financiera de los que tienen más oportunidades de ganar, sin que este monstruo gigante regule sus poco claros negocios.
En nuestro país curiosamente la centroizquierda ha sido más liberal que quienes dicen serlo. Sin ir más lejos, Michelle Bachelet ha impulsado en su segunda administración dos proyectos-el mencionado aborto en tres causales y ahora el matrimonio igualitario- con los que nuestros liberales se han espantado. Ella ha hecho lo que los profetas de la libertad individual no han realizado por miedo a ir a misa el domingo con culpa.
¿Digo con esto que Bachelet sea una gran liberal? Claramente no, porque, a estas alturas, estos cambios son conservadores si es que se los compara con cualquier otra democracia en vías de desarrollo. Y esto pasa porque el neoliberalismo se comió al liberalismo y, por ende, este último se comió a la izquierda, por lo que en la Nueva Mayoría, en vez de ser determinante en realizar cambios estructurales, se refugió en estos necesarios progresos sociales que debieron haberse hecho hace bastante tiempo.
Insisto: ciertos conceptos fueron raptados por quienes confundieron la falsa libertad del mercado con la civil. Nos convencieron de que acceder a derechos y a bienes materiales en muchas cuotas eran cosas parecidas, por lo que, si bien el neoliberalismo funciona a la perfección para quienes lo implementaron, lo cierto es que seguimos siendo un país de conservadores buenos para consumir.