La soterrada propaganda política de Rafael Araneda
"Sería 'mala leche' señalar que este condenable delito sirvió para que tanto él y su mujer salieran del clóset político sin declararlo abiertamente. Pero vale la pena detenerse y notarlo".
Francisco Méndez es Columnista.
Una vez conocida la noticia de que la familia Araneda Vacarreza fue encañonada afuera de su casa, la información comenzó a ser debate obligado en todo programa matinal. Nuevamente se instalaba en la conciencia colectiva el tema de la supuesta incontrolable delincuencia que vive Chile por estos días, alimentando el discurso del terror de manera muy conveniente.
Como era de esperar, muchos salieron a condenar este hecho de manera drástica, lamentando naturalmente lo que la familia había pasado. Sin embargo, no todos lo hicieron de manera desinteresada y preocupada por esta pareja y sus hijos, sino que también aprovecharon de enviar soterradamente un mensaje político: Chile necesita un cambio de administración urgente.
Con sus afirmaciones respecto al estado en que estaba el país, Araneda se sumó a este coro del miedo. Siempre desde una especie de independencia discursiva, el animador hablaba como si no estuviera refiriéndose a nada más que a su caso personal, aprovechando de hacer un diagnóstico sobre el panorama nacional.
¿Está mal que lo haga? Claramente no. Se necesitan más comunicadores que no le teman a la política y sean capaces de sacarse lo que podríamos llamar el “síndrome de Don Francisco”, aquel que lleva a las figuras televisivas a temer a manifestarse en un tema peliagudo para así no perder “credibilidad”. El problema está, según creo, en tratar de disfrazar los mensajes. Más aún cuando se ha sido víctima de un delito, ya que la rabia del momento, mezclada con preferencias presidenciales, puede jugar una mala pasada en esa credibilidad tan preciada para quienes pasan horas frente a las cámaras de televisión.
Esto no se dice. Nadie sería capaz de pensar que Araneda estaba aprovechando el lamentable suceso para dar un mensaje sobre el futuro de nuestra patria. Sería mal pensado siquiera cuestionar por qué, ahora que encontraron a quienes asaltaron al animador, este no sale en pantalla destacando el funcionamiento de las instituciones con el mismo énfasis con el que hace unas semanas describía un Chile apocalíptico. Sería “mala leche” señalar que este condenable delito sirvió para que tanto él y su mujer salieran del clóset político sin declararlo abiertamente. Pero vale la pena detenerse y notarlo.
No hay nada más político que quienes dicen no serlo. El silencio ideológico realmente es un parlante con un volumen muy fuerte que muchas veces nos deja sordos y hasta ciegos. Por lo tanto, parece sumamente importante preguntarse qué es lo que piensan aquellos que no lo dicen, pero lo dejan entrever sutilmente. Resulta relevante no dejar pasar ningún mensaje como si fuera una inofensiva opinión acerca de la actualidad, porque las ideas políticas se manifiestan muchas veces de manera soterrada y no pública, aunque la plataforma donde se expresan lo sea.
Pareciera que los Araneda Vacarreza han aprovechado un momento determinado para transformar sus ansias en una necesidad nacional, sosteniendo los gigantes y ruidosos parlantes ideológicos sobre sus hombros. Si bien lo que les pasó no debería pasarle a ningún ciudadano en ningún rincón del mundo, lo concreto es que se agredecería más sinceridad al momento de querer ir más allá y hacer un análisis de lo que pasa en nuestras tierras.