Sergio Melnick, el nuevo “héroe” de nuestro orden democrático
"Beatriz, al creer que todo era tan fácil como llegar y pararse en un pedestal y decir un par de sentencias morales, demostró su poca relación con la historia real de Chile".
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Luego de la decisión de Beatriz Sánchez de no ir al programa En Buen Chileno, debido a que el ex ministro de la dictadura, Sergio Melnick, forma parte del panel, muchas conclusiones se han sacado al respecto. Mientras unos creen que esta ha sido una maravillosa manera de establecer estándares morales, otros creen que la moralina y el ejercicio democrático no van de la mano.
Estos últimos han sido la voz más fuerte que se ha escuchado en los medios. Todos, casi transversalmente, han sacado a colación la democracia y el trabajo que costó reconstruirla luego del régimen dictatorial al que perteneció Melnick. Para ellos, según señalan, es un despropósito mostrar posturas autoritarias para defender el pluralismo y la diversidad.
Sí, porque algunos todavía entran en una curiosa confusión que los lleva a encontrar semejanzas entre quienes tienen ideas de derecha y quienes, como Melnick, pertenecieron a una dictadura que las tatuó en la conciencia colectiva a fuego y sangre. Creen que haber aplaudido a un dictador es algo así como “un punto de vista”. Al menos así nos ha quedado claro en estos días, cuestión que nos lleva a entender que el error de Beatriz Sánchez no sólo estuvo en subvalorar el “legado” cultural de la dictadura, sino que también en colaborar con el resurgimiento de la tímida y autocomplaciente moral transicional que salió en defensa de su curiosa idea de lo “diverso”.
Así es, porque luego de la declaración de principios de la candidata del Frente Amplio, Sergio Melnick se ha convertido esta semana en el gran símbolo de una época post dictatorial tan cuestionada como lo fue la década de los noventa. Haber puesto en entredicho a su figura, hizo que reflotara un pacto entre quienes creyeron que el ejercicio democrático debía refundarse sobre la base de silencios y omisiones de lo realizado durante el pasado autoritario. Porque la continuación y legitimación democrática del modelo político y económico, que fue impuesto por Pinochet, debía ir acompañada de miradas que desviaran su enfoque hacia otro lado, para así no tener demasiados problemas con la ideología imperante. Por esto es que creer que vetando a un panelista se termina con una lógica política, es ingenuo y, como siempre, ayuda a alimentar el discurso oficial.
El apoyo de ciertos medios de comunicación a la figura de este opinólogo de derecha, también es parte de la defensa de una forma de ver la democracia que ha imperado por años. Cuando se lo defiende a él, lo que realmente se está haciendo es resguardar la manera en que se quiso construir nuestra realidad; por eso, cuando se cuestiona su participación en un programa de televisión, no sólo se le está pidiendo parámetros morales a una negociación con la dictadura que no los tuvo, sino que se está intentando solucionar un problema político enorme con dichos de buena crianza “progre” que no identifican el verdadero conflicto.
Beatriz, al creer que todo era tan fácil como llegar y pararse en un pedestal y decir un par de sentencias morales, demostró su poca relación con la historia real de Chile. Nos contó, sin querer, sobre su nulo conocimiento de cómo y bajo qué condiciones se construyó el relato nacional de las últimas tres décadas en nuestro país; no entendiendo que, al intentar tocar una construcción democrática con tantos vicios como la chilena, por medio de acusaciones efectistas, no lograría ningún avance, sino que solamente fortalecería la estructura de la visión oficial, ahora con un nuevo “héroe” de la libertad de expresión que se pasea ante nuestros ojos como si fuera un hombre ofendido al que debiéramos pedirle disculpas, en nombre de Chile, por haber cuestionado su pasado.