Candidaturas presidenciales en la política de los escándalos
"No importa si la afirmación de algún candidato es cierta o no, lo importante es instalar una información, aunque no sea verdadera, injuriante, descalificadora".
Ernesto Evans es El Dínamo.
Manuel Castells escribió sobre la política de los escándalos (Sociedad de la Información y cultura mediática). Sostiene que es el arma para luchar y competir en la política. Pero no sólo por los múltiples hechos indecorosos donde se han visto involucrados políticos de todas partes, sino por el papel que han tenido (y tienen) los medios de comunicación, y sobre todo, en los últimos años, por el impacto de las redes sociales.
Escándalos políticos de todo tipo: sexuales como el de Clinton, y mucho antes el Watergate de Nixon en EE.UU; El soborno en Brasil, no sólo ahora sino antes con Collor de Mello; o lo que estamos enfrentando en Chile, con la financiación irregular de la política o la corrupción en Carabineros. Son todos sucesos que se diseminan por la Internet como el fuego en un cerro de maleza seca.
Vivimos lo que el sociólogo llama la política mediatica, donde cualquier candidato tiene que invertir en publicidad, marketing digital, encuestas, estudios, creación de una imagen, etc, si quiere tener éxito. Ahora está resultando más nítido que, para estar en la contienda política, hay que tener cuero de cocodrilo, porque se va a propagar, al instante, cualquier algarabía contra alguien, cualquier actitud encendida y bochornosa en una fiesta regada, o alguna foto o vídeo indiscreto, o la simple sospecha de si hubo una petición de recursos financieros a alguna empresa.
Da lo mismo si es verdadera o falsa, lo importante es pegar el puñetazo, lanzar la bomba, insultar y agraviar, porque el objetivo es llamar la atención, lograr viralizar la foto, la nota, el chat, o lo que sea. Los medios de comunicación han comprendido eso, y la política del escándalo alimenta sus estrategias comerciales.
A eso a lo que Castell dedicó algunas páginas de análisis, está ocurriendo en Chile, sobre todo en la actual coyuntura eleccionaria. La arena política se trasladó hacia las redes sociales, dio un salto cuántico hacia una galaxia donde los astros del sistema son Youtube, Facebook, WhatsApp, Snapchat, los medios electrónicos, linkedln, etc. Ahí se instalan, como en un plasma de células ameboides, la instantaneidad, el escándalo, la nota alta, o cualquier información que llame la atención en el ingente mundo de la mega información multimedial.
Sin escándalo no hay elección.
Pues bien, esta es la lógica que estamos viendo en el debate. No importa si la afirmación de algún candidato es cierta o no, lo importante es instalar una información, aunque no sea verdadera, injuriante, descalificadora. Tratar de instalar que los candidatos les gusta la droga y llamar a hacer un test, arrojar monedas, tratar de sinvergüenza, etc, puede pavimentar la senda al sepulcro de la valoración de la democracia.
Este semestre se nos ha presentado dos estudios que están dando una alerta, espero temprana, que nuestros habitantes valoran poco la democracia, y para que decir a los políticos. Difícil ahora, pero es un tema de reflexión en tiempos más tranquilos, y para todos.