Dirigir la transformación
"Replantear los valores y acordar una misión para que de allí se despendan las acciones. Sin restricciones ideológicas, pero adaptando ideologías a cada circunstancia".
Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección
Todos hablan de transformación. Digital, cultural, social. Transformación al fin. Los políticos parecen entender la transformación con discursos livianos y facilistas sostenidos en ofertas de bienestar económico dudoso, ofertas de progresismo dudoso, ofertas de un cambio que también es dudoso.
Sucede en Chile, en vísperas de elecciones tan claves como aburridas por el bajo perfil de propuesta y por el alto contenido confrontacional propio de una pelea de barrio.
Unos proponen la solución mágica para el crecimiento que asegure el bienestar, sin considerar que hay variables no controlables que hacen incierta esa promesa. Otros, en otro sentido, mantienen la eterna critica sin propuestas concretas para la resolución del conflicto socio cultural (mapuches, inmigración), algo que tampoco tendrá solución posible sin que alguien importante pierda algo. Otra variable poco controlable.
En ese contexto, los discursos de la derecha con prepotencia conservadora y la supuesta izquierda con prepotencia revanchista, coinciden en alimentar fantasías.
Ninguno, a pesar de hablar de la transformación, ha entendido lo que significa transformación en la política: La política ya no es retórica sino acción efectiva.
Pero esa acción efectiva, que es mucho más que prometer, debe estar enmarcada en un marco filosófico que permita explicar un modelo de país. Un diseño posible del que nadie habla.
Sin misión no hay administración posible, pero esa misión debe ser directa y concreta para pasar rápido a la acción. Sin ataduras ideológicas, pero con diversidad ideológica.
El caso argentino y del gobierno de Mauricio Macri es un buen ejemplo. El supuesto presidente de derecha, ha terminado siendo una nueva izquierda que protagoniza un cambio en el que la diversidad de ideas está al servicio de una misión país, de sus pilares y principios básicos.
Acciones concretas en lo social pensando en subsidios y en ayuda para reducir la pobreza, y acciones concretas de ajuste fiscal para otros, es una muestra que pueden convivir ideologías para actuar y pensar.
Ya no pedimos estadistas, pedimos estrategia y acción continua.
Pero para eso debemos acordar valores, misión y visión país, preguntarnos para qué le servimos al mundo y como convivir con ese mundo en el que la inteligencia ha dejado de ser la resolución de problemas para pasar a ser una cualidad de adaptación a la transformación.
La inteligencia debe estar al servicio de construir un modelo país y ningún candidato parece proponerlo de manera integradora.
Qué interesante sería que en lugar de discutir el cómo, antes nos pongamos de acuerdo en el por qué y en el qué hacer.
Replantear los valores y acordar una misión para que de allí se despendan las acciones. Sin restricciones ideológicas, pero adaptando ideologías a cada circunstancia.
Ese creo que es el desafío superior. De no ser así, viviremos a los saltos en un cortoplacismo interminable. Y una sociedad que busca certezas, no merece vivir a los saltos.