¿Qué proponen los candidatos para la ciencia y la investigación chilena?
"Carolina Goic y Beatriz Sánchez demostraron contar con equipos técnicos capaces de asomarse al futuro y proponer algo nuevo, incluso si uno no está completamente de acuerdo con sus propuestas".
Óscar Marcelo Lazo es Neurobiólogo y Doctor en Fisiología. Investigador en el UCL Institute of Neurology. @omlazo
No digamos que estas elecciones presidenciales se caracterizan por nutridos programas de gobierno ni por candidaturas épicas. Tendieron a levantarse primero en torno a personas y no a proyectos colectivos, y de hecho las campañas han terminado más centradas era las características personales de los candidatos que en sus proyectos para el país. Pero, eventualmente, algunas propuestas programáticas han empezado a aparecer, algunas más temprano y otras solo recientemente. Algunas centradas en unas pocas consignas y ofertas, unas más generales y otras más detalladas. Incluso algunas que incluyen una cantidad importante de ítems que ya existen, lo que demuestra la precariedad de los equipos técnicos, o un deseo explícito de continuar la obra de este gobierno. Son esas propuestas —o la falta de ellas— las que la ciudadanía tendrá que sopesar al momento de decidir si saldrá de su casa a votar y por quién lo hará.
Al fin y al cabo, las elecciones no son un concurso de popularidad, sino una oportunidad para debatir diferentes propuestas para el país de los próximos años. Seguramente habrá consenso en algunas cosas, porque la experiencia de vivir juntos en el mismo territorio va instalando de a poco algunos valores compartidos que nadie ya se atrevería a negar. Pero al mismo tiempo es sano que haya diferencias profundas, porque hay distintos proyectos de país en juego. Unos que creen que las cosas se hacen más eficientes en la medida en que se incrementa la competencia, mientras otros creen que es más importante la generación de valor por medio de la colaboración. Para algunos, la libertad individual es el más relevante de los valores en juego, para otros, el único modo de maximizar el bienestar es poniendo a la comunidad por encima del interés individual. Para algunos, el Estado debe ejercer un rol lo menos notorio posible y limitarse a arbitrar las diferencias entre intereses individuales, otros le reconocen roles subsidiarios y correctores de aquello que el emprendimiento privado no pueda lograr, mientras otros creen que el Estado debe ser el principal intermediario a través del cual la comunidad garantiza cuidados y derechos. Y esas diferencias gigantescas de valores en juego son las que en definitiva deberían orientarnos al momento de votar por un candidato. Incluso más allá de simpatías partidarias o personales, habría que estar seguro que el proyecto ético del candidato o candidata es también mi proyecto ético.
¿Qué diferencias y similitudes hay en la mirada que las candidaturas tienen respecto a investigación, innovación de base científica y desarrollo tecnológico?, ¿qué dicen sus programas o las propuestas consignadas en su material de campaña sobre estos temas?
La mayoría de los candidatos que tienen propuestas coinciden en que son necesarios ajustes a la institucionalidad y definiciones estratégicas del país en la materia. De algún modo se ha instalado un cierto consenso respecto a que la investigación del país no puede simplemente ser la agregación de los intereses individuales de nuestros científicos, sino que deben dialogar de algún modo con las necesidades del país, con sus oportunidades y con los desafíos que enfrentamos. La mayoría recoge la necesidad de contar con un Ministerio de Ciencia y Tecnología, aunque no todos comparten las definiciones del actual proyecto de ley que lo crea. Sebastián Piñera, por ejemplo, propone crear un Ministerio de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación, lo que significa básicamente dividir el actual Ministerio de Educación en dos oficinas separadas, y representa un cambio respecto a la propuesta de mover CONICYT al Ministerio de Economía que rondaba en su anterior gobierno. Las propuestas de Marco Enríquez-Ominami y Beatriz Sánchez, en tanto, profundizan la propuesta que se discute actualmente en el parlamento. Sánchez propone que se trate de un Ministerio del Conocimiento e Investigación, haciendo más explícita la incorporación de la investigación en Ciencias, Sociales, Artes y Humanidades al nuevo diseño institucional. Enríquez-Ominami, en tanto, propone que el actual proyecto de Ministerio de Ciencia y Tecnología no solo incluya a CONICYT, sino también a la gerencia de innovación de CORFO y a la dirección de innovación del Ministerio de Economía. Más aún, propone convertir el Ministerio de Economía en un Ministerio de I+D a cargo de promover la innovación en la empresa. Lamentablemente no hay más detalles sobre ese diseño institucional que lidia directamente con el debate respecto de cuál es el lugar de los diversos tipos de innovación en la nueva orgánica del sistema CTI. La propuesta de Alejandro Guillier no hace modificaciones al modelo de Ministerio actualmente en discusión y la mayor parte de sus propuestas, de hecho, se limitan a asegurar la instalación en régimen de dicho ministerio y de la agencia que reemplazará a CONICYT.
Varias candidaturas coinciden en que además hay que incrementar significativamente la inversión en investigación, pues resulta vergonzoso que Chile invierta apenas alrededor de un 0,38% del PIB en la materia, más aún considerando nuestra potente productividad científica. Carolina Goic propone llevar la inversión al 0,8% del PIB durante su gobierno, lo mismo hace Alejandro Guillier. Beatriz Sánchez propone triplicar la inversión en innovación (eso nos dejaría un poco por sobre el 1%, dependiendo de exactamente cómo esté definiendo “innovación”) y Alejandro Navarro plantea llegar al 1,5% del PIB en 2022. Otros candidatos no dan detalles, pero el bajo costo fiscal que importan las medidas propuestas por Sebastián Piñera hace difícil creer que un eventual gobierno suyo habrá un incremento significativo del financiamiento disponible. José Antonio Kast plantea la necesidad de incrementar la figura de los “fondos concursables” en ciencias, artes, humanidades, deportes y otros intereses de la sociedad civil, fallando en entender la necesidad de aportes estructurales y revelando una comprensión de la ciencia incompatible con sus pretensiones de mejorar la disponibilidad y evaluación de tecnologías propias en salud y en defensa nacional.
Otro elemento común a varias de las candidaturas es la necesidad de contar con una nueva política de centros de investigación e institutos del Estado. La heterogeneidad de su regulación y financiamiento, los plazos en los que dichos grupos deben alcanzar resultados y la incertidumbre sobre su futura dependencia administrativa en la nueva institucionalidad, han logrado entrar en mayor o menor medida en la agenda de Sánchez, Goic y Piñera bajo la figura de una estrategia o plan nacional. Aunque la propuesta de rediseñar por completo esta política pública de Beatriz Sánchez resulta atractiva y acaso supone mayor radicalidad, la única propuesta que se compromete con reformas específicas es la de Goic: hacer de estos proyectos planes de largo plazo con financiamiento por 20 años, distribuidos en diversas regiones del país y asociados a instituciones públicas, de manera de maximizar su impacto en el sistema educacional y productivo, y asegurar el acceso a infraestructura adecuada.
Con respecto a la formación de investigadores, Sebastián Piñera, Carolina Goic, Alejandro Guillier y Beatriz Sánchez plantean maneras de mejorar la atracción y la inserción de investigadores beneficiarios de becas de postgrado y novedades en los mecanismos de retribución. Piñera con énfasis en la inserción en la industria, mediante “doctorados de orientación profesional”; Goic promoviendo su atracción a todas las regiones del país, mediante becas para la realización de tesis (magister y doctorado) en temáticas de interés local y retribuciones post-beca asociadas a instituciones públicas de todo el país; y Sánchez buscando generar una política integrada, fusionando los instrumentos de CONICYT y BecasChile en uno sólo, y mediante lo que ha llamado la “Carrera de Investigador”. Alejandro Guillier propone que las becas estén orientadas a las áreas prioritarias para el desarrollo productivo. Este nuevo énfasis atraviesa toda su propuesta, buscando que la investigación tenga un mayor impacto en la economía y acogiendo las recomendaciones del Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (CNID) en esta materia. Marco Enríquez-Ominami ha planteado la necesidad de centralizar las becas de postgrado y de retenerlas asociadas al Ministerio de Educación, liberando a la institucionalidad de Ciencia y Tecnología de la ejecución de esa política. Algo interesante que plantea Marco y que lo distingue de otras candidaturas, es el fortalecimiento del trabajo de la Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AGCID) como plataforma para convertir a Chile en un exportador de servicios educacionales. Atraer estudiantes internacionales, sobre todo de postgrado, parece una tremenda oportunidad para dotar de mayores recursos a las instituciones de educación superior y aprovechar la extraordinaria posición que ocupan en la región. Al fin y al cabo, el último ranking QS (2018) posiciona a la UC como la mejor universidad de Latinoamérica —superando a las universidades brasileras de Campinas y São Paulo, y a la Autónoma de México— y pone a otras 3 universidades chilenas entre las mejores 20 del continente (U. de Chile, U. de Concepción y USACH). Si consideramos además que Chile cuenta con prestigiosos programas de doctorado, algunos de los cuales tienen más de 50 años, es un tremendo acierto de Enríquez-Ominami plantear la posibilidad de hacer del conocimiento académico un importante commodity de nuestra nueva matriz productiva.
La integración del sistema de investigación, ciencia y tecnología a la resolución de problemas prioritarios para el país es fuente de algunas propuestas novedosas. Por ejemplo, varios candidatos ven la necesidad de incorporar más ciencia en la gestión de riesgo desastres naturales y en la respuesta del Estado frente a su ocurrencia. Alejandro Navarro es el más explícito en esa materia, proponiendo para ello la creación de un Instituto de Geociencias, Ingeniería y Ciencias Sociales. La candidatura de Beatriz Sánchez propone dedicar presupuesto para estudiar desastres naturales y la creación de un Instituto de Ciencias Ambientales, con una orientación similar que además incluye la necesidad de comprender y responder mejor a los desafíos que impone el cambio climático global. En la misma línea de esto último, el programa de Carolina Goic propone elaborar un Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático. José Antonio Kast quiere incorporar mayor tecnología en defensa militar y propone usar Big Data para mejorar la gestión de salud. Sebastián Piñera también propone usar Big Data para mejorar la gestión en educación, sin que quede para nada claro a qué se refieren con ello. Varios de los programas hacen referencia al desarrollo de tecnologías para la producción de energías más limpias. En este punto la propuesta más específica es la de Goic, que propone financiar I+D+i para diversificar las tecnologías de producción energética. Al mismo tiempo, plantea cambiar el modelo de la distribución eléctrica por uno de producción distribuida, que permita el almacenamiento y distribución local de energía y que permita a pequeños productores tanto recibir energía como inyectarla al sistema de interconexión. Para ello, reconoce la necesidad de invertir en formación de profesionales y en proyectos de investigación científica que permitan diseñar un sistema mejor integrado y más seguro.
Tanto Piñera como Goic plantean el desafío de aprovechar los “laboratorios naturales” que nuestro país provee: la diversidad de climas y enorme variedad de especies, los miles de kilómetros de costa, los cielos y la capacidad astronómica instalada en Atacama, la riqueza geológica de las regiones mineras, las fallas sísmicas, la actividad volcánica, el acceso privilegiado al continente Antártico. Goic en particular, menciona la necesidad de instalar capacidad académica y técnica en la región de Magallanes para convertirse en la puerta a la exploración Antártica y llegar a liderar la investigación en ese campo.
Si de señalar las diferencias se trata, probablemente la más grave sea la total ausencia de toda mención a Ciencia, Tecnología e Innovación en el programa de gobierno de Eduardo Artés. La pretensión de que se puede tener un gobierno revolucionario de espaldas a la evidencia simplemente no calza. Las propuestas de Alejandro Navarro son pocas e insuficientes, pero entre ellas destaca la necesidad de tener una nueva política industrial que le de sentido a nuestra innovación y desarrollo tecnológico. Las propuestas de Marco Enríquez-Ominami también son pocas y por debajo de las expectativas, pero de gran impacto sobre la estructura institucional. Reconoce la tesis de los numerosos académicos que han planteado que la investigación, la ciencia y la innovación de base tecnológica deben ser organizados centralizadamente para dar continuidad a la cadena de generación de valor y para aumentar las oportunidades de mutuo fortalecimiento entre investigación básica y aplicada. Asimismo reconoce que el rol que el Ministerio de Economía juega en la innovación empresarial es acaso uno de sus aportes más relevantes y quizás debería ser su vocación principal. Del mismo modo, plantea que los diversos instrumentos para la formación de técnicos, profesionales y académicos deben estar organizados por el Ministerio de Educación, para responder más integrada y eficientemente a las necesidades de educación terciaria en el país.
Alejandro Guillier, Beatriz Sánchez, Carolina Goic y Sebastián Piñera dedican un apartado explícito de su programa a hablar de Ciencia, Tecnología e Innovación. La mayor parte de sus propuestas relacionan la investigación con la creación de nuevas tecnologías y su impacto sobre el desarrollo productivo y la economía del país, mostrando todavía un gran vacío respecto de las muchas otras dimensiones culturales, políticas y cotidianas en las que la ciencia puede tener un enorme impacto. La investigación académica y profesional en artes, humanidades, ciencias sociales, el desarrollo de las ciencias básicas/fundamentales, teóricas y el lugar de la investigación impulsada por curiosidad están casi totalmente ausentes de los programas.
En el programa de Guillier destaca la creación de una plataforma centralizada de información científica y una explicación detallada y responsable del importante incremento presupuestario. La mayor parte de su propuesta es la continuidad de lo que ha propuesto el gobierno de la presidenta Bachelet como nueva institucionalidad científica, tanto a través del CNID como de la comisión que lideró Mario Hamuy para sacar adelante el proyecto de Ministerio de Ciencia y Tecnología. Se nota en el equipo programático la presencia de los asesores y economistas del gobierno, tanto en la fidelidad al proyecto planteado, como en la total ausencia de otras propuestas en temas sensibles para la comunidad de investigadores. El programa de Piñera, en tanto, plantea como prioridad cuestiones de eficiencia. Propone flexibilizar las rendiciones de cuentas, diversificar los concursos y simplificar sus bases de postulación, incluyendo hacer concursos especiales para académicos con larga trayectoria (lo que su programa llama FONDECYT Senior). Esto último hace explícita la posición del candidato ante la tensión entre la demanda por más recursos para instrumentos competitivos, versus recursos para políticas de colaboración y financiamiento estructural a través de las universidades e instituciones públicas. Mientras hay voces que hoy abogan por una reducción de FONDECYT o restringirlo al rol de generar nuevas líneas de investigación, Piñera parece ver en dicho mecanismo el principal medio de financiamiento de la ciencia, incluso para los grupos consolidados. Además propone que se levanten recursos para investigación a través de franquicias tributarias.
No cabe duda que las propuestas más novedosas e interesantes están en los programas de las dos mujeres que compiten por la presidencia: Beatriz Sánchez y Carolina Goic. Además, son probablemente las propuestas más extensas y mejor desarrolladas en sus especificaciones, lo que las hace especialmente creíbles y habla bien de sus equipos programáticos.
El programa de Carolina Goic destaca por sus énfasis regionalistas y sus compromisos en el uso de I+D+i en la industria agroalimentaria y energética, comprometiendo un plan de desarrollo que permita que un 30% de nuestra producción energética provenga de fuentes limpias para el 2030, un 40% para el 2040 y un 50% para el 2050. Asimismo crea el rol de “Agente Tecnológico” en CORFO, para continuar promoviendo un ecosistema de innovación y su conexión con la industria —vocación que la gerencia de innovación de CORFO ha encarnado con enorme éxito durante los últimos años. Finalmente, propone numerosas medidas orientadas a la divulgación científica, sobre todo para que la ciencia resulte atractiva a los niños, incluyendo el fortalecimiento de planes ya existentes (como los programas ICEC del MINEDUC o el programa “Cultura CTI en el corazón de las escuelas” del CNID) y la creación de un sistema de “after school” en ciencias (actividades fuera de la jornada escolar). Uno esperaría, en todo caso, que se hiciera énfasis en integrar mejor el sistema de producción científica con la educación escolar, en vez de generar iniciativas que la confirmen como una “actividad extraprogramática”. Pero la voluntad por proponer nuevos y distintos medios para llegar a despertar la curiosidad científica y el pensamiento crítico en niños es un rasgo de su programa que se celebra. Las influencias en el programa de Goic se notan cargadas a la educación, a la institucionalidad de innovación y conscientes de las dificultades de los actuales becarios de postgrado. En el programa de Beatriz Sánchez, por otra parte, se ve la influencia de la comisión “Desafíos del Conocimiento” de Revolución Democrática, y en buena hora. Comenzando por un lenguaje algo diferente al de otras propuestas, incluye en forma más explícita a todas las disciplinas de investigación y producción de conocimiento —no es casualidad que proponga un Ministerio de Conocimiento e Investigación, en vez del actual Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Destaca en el programa una fuerte presencia de iniciativas de investigación y cuidado medioambiental, así como de protección de aspectos novedosos de la soberanía: propone proteger el patrimonio genético de especies nativas, así como también la autonomía en tecnologías de la información, mediante el uso de software libre por parte del gobierno y la promoción del conocimiento en programación y robótica. Propone mecanismos de democratización del conocimiento, mediante la difusión a través de la TV pública, la reforma del currículum escolar y la disponibilidad abierta de todos los trabajos científicos financiados con fondos públicos.
Por supuesto, algunos tópicos se echan de menos en absolutamente todos los programas de gobierno. Entre ellos están el balance entre la promoción de ciencias básicas y aplicadas; el debate sobre la proporción entre la ciencia por curiosidad y la ciencia por misión; la promoción de instrumentos para colaboración a escala nacional y financiamiento de gran equipamiento tecnológico compartido; la cooperación internacional a nivel latinoamericano para maximizar el uso de recursos, capacidades humanas e impacto regional; la cooperación con socios estratégicos en Norteamérica, Asia y Europa para favorecer la movilidad de investigadores desde y hacia países de alto desarrollo científico y tecnológico, por mencionar algunos.
De esto muy poco se ha dicho en los medios. Incluso cuando durante esta campaña se produjo el primer debate presidencial sobre ciencia, muy pocas de estas propuestas fueron ahí puestas sobre la mesa. De hecho algunos candidatos ni siquiera quisieron asistir al debate. Pero no debe subestimarse su importancia, el futuro del país depende en buena medida de nuestra capacidad de saber hacer cosas que nadie más sabe, convertirnos en un polo que atraiga académicos, investigadores y estudiantes de todo el mundo, hacer de nuestro país una incubadora de grandes ideas e instalar capacidad para llevarlas a cabo, criar una ciudadanía informada, libre para pensar y para crear, dueña de sus propias perspectivas del mundo.
Carolina Goic y Beatriz Sánchez demostraron contar con equipos técnicos capaces de asomarse al futuro y proponer algo nuevo, incluso si uno no está completamente de acuerdo con sus propuestas. Los candidatos Guillier y Piñera, justamente los que muestran mejor desempeño en las encuestas, al menos han convocado equipos para no descuidar este importante aspecto programático. Al mismo tiempo, han mostrado un cierto estancamiento creativo y falta de diálogo con los trabajadores del sistema de investigación. Enríquez-Ominami, Navarro y Kast, dicen poco y al mismo tiempo eso dice mucho acerca de sus énfasis programáticos. MEO es el candidato de las reformas políticas, no de las propuestas prácticas. Navarro y Kast se han mostrado en numerosos debates de espaldas a la evidencia científica. Artés está en deuda, su silencio en esta materia no es aceptable.
Si los candidatos serán capaces de proponer más, y quiénes de ellos serán capaces de llevar estas propuestas a cabo, está por verse. De nosotros depende exigirles que lo hagan.