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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La conversación (pendiente) entre las universidades y la sociedad

"Estos espacios de calidad deben ser generados desde todas las políticas educativas y disponer de un apoyo financiero suficiente para quienes lo necesiten, asegurando condiciones de soportes basales mínimos que garanticen un acceso equitativo a los procesos académicos".

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Juan Cortés es Vicerrector de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios de la U. de Chile

La formación integral de personas en un contexto de reconocimiento de la legitimidad del otro y valoración de la diversidad, en un país republicano y democrático, es o debiera ser una de las aspiraciones más sentidas de la sociedad. Para ello es preciso que exista esta reflexión en las comunidades y en sus líderes, ocupando un lugar protagónico en las conversaciones sobre educación. Esta reflexión pasa a ser central al referirnos a las universidades del Estado, quienes tienen la misión de promover los valores que las y los chilenos consideramos fundamentales.

Si aceptamos que las Universidades ejercen ese rol protagónico en el modelamiento de los líderes de la comunidad, reconocemos su rol modelador del Chile de mañana, en el cual la formación ética debe surgir como consecuencia de las interacciones humanas, en un espacio de respeto que busca el bien común.

La generación de bienes públicos y la formación de ciudadanos por parte de las universidades está condicionada no sólo por la calidad de sus espacios académicos -en que la docencia, creación artística, extensión, investigación científica e innovación juegan un rol central y conocido- sino también por el ambiente que impere y se respire al interior de sus campus, sitio en el que se desarrolla la experiencia universitaria, entendiendo por ambiente tanto a las condiciones materiales y de infraestructura como a las interacciones sociales que en ella se producen. Estas interacciones en gran medida definen el mapa cognitivo y emocional de quienes participamos de él, elementos claves en los itinerarios biográficos y sociales de cada uno de sus integrantes.

Este ideario nos lleva a buscar para nuestros y nuestras estudiantes niveles de calidad de vida acorde las expectativas señaladas, entendiéndola como las condiciones estructurales que permiten el desarrollo de sus potencialidades y a través de ellos, las de la comunidad.

El Sistema Universitario debe reconocerlo como una prioridad en sí misma, tal como indiscutiblemente lo son sus aulas, bibliotecas, talleres y laboratorios, incorporando al inventario educacional básico los parques, huertos, jardines, espacios para la alimentación, servicios higiénicos, tiempo y lugares destinados a la actividad física y deportiva, accesos universales e inclusivos a servicios, infraestructura, agua para beber, y en general, espacios en que el prejuicio, arbitrariedad, discriminación, abuso y acoso sexual o de cualquier tipo no existan y los programas académicos sean sustentables, sostenibles y respetuosos de los ritmos biológicos.

Estos espacios de calidad deben ser generados desde todas las políticas educativas y disponer de un apoyo financiero suficiente para quienes lo necesiten, asegurando condiciones de soportes basales mínimos que garanticen un acceso equitativo a los procesos académicos.

En ellos la promoción de la salud mental, sexual y reproductiva, las buenas prácticas y el respeto de los ritmos biológicos, la educación y fomento de conductas alimentarias saludables y de actividad física, la adopción de políticas de inclusión, equidad y sustentabilidad redundarán en una formación integral de ciudadanos y ciudadanas en que las amenazas a la convivencia disminuyan y las posibilidades de encuentro se multipliquen.

Este ambiente de campus no se produce por generación espontánea, sino que al contrario, debe ser pensado y desarrollado intencionadamente, como un proyecto político transversal del cual todos nos beneficiaremos, independiente de legítimas miradas ideológicas o confesionales y que sustenta la construcción de un país desarrollado, justo, equitativo y solidario.

Esta tarea debe ser prioritaria ya que en una sociedad compleja como la nuestra, contar con profesionales no es suficiente. Necesitamos ahora formar a las y los protagonistas de una sociedad centrada en sus comunidades, que tanto bien le harían a Chile.

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