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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Segunda vuelta, reflejo de una sociedad que construimos

"Esta sociedad individualista, competitiva, despegada de comunitarismos y rupturista de tejidos sociales, es la que ha dicho presente dando vuelta el tablero."

Por Freddy Sánchez Ibarra
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Freddy Sánchez Ibarra es Licenciado en Historia, Diplomado en Estudios Políticos y Postitulado en Filosofía y Educación de la Universidad de Chile y Magíster en educación de la Universidad Mayor. Tiene publicaciones en el ámbito de la historia, literatura y educación. Además es coautor de un libro de historia oral de la comuna de Ercilla financiado a través de un proyecto FONDART.

Es imposible pensar en una derrota de estas magnitudes, atribuyéndole una sola causa. El hecho de que Guillier no fue seductor como candidato, el gobierno no supo explicar sus reformas, Piñera interpretó mejor el sentir social, Mariana Aylwin y la DC destruyeron la Nueva Mayoría o el Frente Amplio en su infatilista arrogancia no contribuyó con su electorado, no parecen explicaciones suficientes, múltiples, no evidentes y algunas quizás no detectables a futuro. No obstante lo anterior, aventuro algunas, sin cerrar el análisis.

En este contexto, la tesis de “fachopobrismo” no es descabellada. Si revisamos la distribución del ingreso en Chile, evidenciaremos que el grueso de los más de tres millones setecientos mil votos que obtiene la derecha, no corresponden a las personas que perciben ingresos altos. Es más, si sumáramos a todos los trabajadores que ganan sobre un millón de pesos (que no representan necesariamente personas ricas), no da ni por cerca el porcentaje obtenido por Piñera. Para Manuel Antonio Garretón, el triunfo de Piñera pasó por “una clase media emergente, con cierto nivel de ingresos y sobre todo endeudamiento, que sufre por la falta de protección del Estado”, el sociólogo pareciera entender al pobre como el “gañán” del siglo XIX, ¿Qué implica eso del “emergente endeudado” si no ser un pobre del siglo XXI?.

Despejado el punto, ¿Qué impulsó a personas, que no teniendo un buen porvenir económico, votar en contra del avance en la consolidación de derechos sociales que irían justo en su beneficio? ¿Qué los llevó a validar, mediante el sufragio, la subsistencia del copago, ahogar el grito de un “no más AFP” con la cláusula de resguardo de no involucrarse en aventuras solidarias, optar por la preponderancia de becas y del CAE versus gratuidad?. Se podría explicar por el comportamiento aparente de una clase aspiracional, de un grupo que pretende lo que no es y que posiblemente nunca será. Evidenciaría las prácticas de quien, queriendo entrar a un club exclusivo, trata de quedar bien con los miembros que nunca aceptarán su incorporación, pero los utilizan. Es una explicación, pero solo una.

Por otra parte, el abstencionismo, mal endémico de democracias que presentan deterioro, parece explicar también en parte, esta estrepitosa caída. La falta de educación ciudadana y la desmovilización según algunos, perjudicó las aspiraciones progresistas. Pero en esta época de incertidumbre electoral, en que toda proyección, encuesta o análisis político se encuentra cuestionado, pensar que se puede adjudicar intencionalidad política a la inmensa mayoría de quienes pudiendo votar se restaron, es a lo menos, intelectualmente deshonesto.

Todo lo anterior, es sumamente criticable como opciones desagregadas, pero si buscamos sus propias causas, encontramos una explicación algo más plausible. Hoy, después del sistema impuesto a sangre y fuego durante 17 años de dictadura y validado a lo menos durante 24 años más, a través de la administración de dicho modelo por parte de la Concertación y la derecha, está dando frutos. Esta “nueva” sociedad, neoliberal por cierto, muy cercana a cánones valóricos propios de la “cultura” de EEUU (Tironi) que nos acarrea también sus patologías sicosociales, se manifestó contundentemente en segunda vuelta. Esta sociedad individualista, competitiva, despegada de comunitarismos y rupturista de tejidos sociales, es la que ha dicho presente dando vuelta el tablero.

Si esta explicación tiene algo de asidero estamos en graves problemas. Implica la derrota de un sentir social que ha implicado una lucha constante de sectores importantes de la sociedad chilena, que en búsqueda de esos ideales ha sufrido derrotas violentas, pero que persistió en su afán. Pero no solo el mérito de la lucha es el problema, la mayor dificultad se relaciona con tratar de desmantelar culturalmente la desafección social que permite la falta de solidaridad y espacios humanizantes. Brunner hace años señaló que en las sociedades latinoamericanas la rueda de la política gira rápido y la de cultura muy lento. Si esa dinámica persiste, tendremos un futuro aciago.

La derrota del domingo a diferencia de la de 2010, que más bien representó el castigo a una indolente e inmóvil Concertación, es expresión del triunfo de nueva configuración social que se fue fraguando desde fines la década de los 70, lo que no es bueno.

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