Piñera y su arrogancia
"El Mandatario electo instaló muchos nombres repetidos en los mismos cargos, y puso a otras personas que lo acompañaron durante sus primeros cuatro años en carteras que no habían estado, para así demostrar que está convencido de que su administración anterior fue espectacular".
Francisco Méndez es Columnista.
Es increíble cómo la derecha en este país puede hacer lo que se le plazca. Es decir, no es tan increíble si es que uno mira la historia, particularmente, de los últimos cuarenta años. Pero no deja de llamar la atención cuando, en el día a día, pueden hacer y deshacer sin que existan críticas reales a sus actos de parte de la oficialidad mental. Bueno, ellos son la oficialidad mental de Chile.
Esto lo digo porque la presentación del gabinete hace un mes, y la de subsecretarios este miércoles, deja en evidencia un acto de arrogancia de parte de Sebastián Piñera que pocas veces un presidente democráticamente elegido ha demostrado en nuestra corta historia nacional. Ya que, sin siquiera hacer una autocrítica de su anterior gestión, el Mandatario electo instaló muchos nombres repetidos en los mismos cargos, y puso a otras personas que lo acompañaron durante sus primeros cuatro años en carteras que no habían estado, para así demostrar que está convencido de que su administración anterior fue espectacular.
Lo hace sin ninguna vergüenza, no replanteándose el manejo en Interior que tuvo su gobierno en La Araucanía, para así repetir la misma receta. Él quiere poner orden y hacer una reforma en materia de seguridad para solucionar el problema de Carabineros, sin siquiera tomar en cuenta las dimensiones de la crisis de dicha institución. Sólo espera llegar con su “sello” y no preguntarse qué es lo que realmente pasa, ya que la lógica con la que han funcionado los hombres de verde, más allá de algunas pruebas falsas para inculpar a gente, les acomoda perfectamente.
Ese cree que será el secreto del éxito de su nuevo período: mantener ciertas mañas ideológicas y ahondar en otras. Porque, según debe pensar, por eso lo eligieron, para ordenar y sacarnos de un supuesto caos que sólo existe en las cabezas paranoicas de ciertos empresarios y en las páginas editoriales de los medios.
Total él representa la supuesta excelencia, esa indefinible virtud que aún no se explica dónde está y en qué se ha demostrado. Porque, ¿qué hizo realmente el gobierno de Piñera? ¿Alguien puede realmente identificarlo con algún otro logro que haber sacado a mineros que estaban sepultados gracias a las lógicas laborales que él aplaudía? Nadie. Lo he tratado, he conversado con gente que lo apoya y ninguno de ellos puede darme otro dato que diga que realmente su estadía en La Moneda mostró algo en particular aparte de las extravagantes formas y su nulo conocimiento del Estado. Pero eso no se dice, ya que, ante una Nueva Mayoría que decidió hacerse preguntas luego de años de silencio concertacionista, lo que trae el hermano del Negro es la seguridad de que los pequeños matices serán borrados, para así continuar con todo según un curso “normal”.
Eso es lo que garantiza Piñera: la “estabilidad” del relato del sistema. La continuidad de una sola manera de ver y percibir la realidad que muchos consideran exitosa. Y de cierta manera lo es, ya que, independientemente de las claras evidencias de sus graves falencias, sigue ganando en todo ámbito e instalando verdades que no lo son, como también certezas que son cada día más discutibles.
De otra manera no se entiende el triunfo de Chile Vamos, luego de cuatro años de un gobierno que, si bien tuvo varias-demasiadas- falencias, estableció ciertas prioridades que en nuestro país estaban olvidadas. Esto por ser consideradas utópicas, cuando solamente planteaban un capitalismo más moderado que el que vivimos. Bueno, tal vez eso puede ser muy utópico si es que uno lo piensa detenidamente.
Por esto es que, al nombrar a quienes lo acompañarán, el empresario ha hecho evidente ante nuestros ojos una soberbia que lo hace sentirse el gran exponente de lo correcto y lo que se deber hacer; sin embargo, su figura no es más que la máxima expresión de que el poder comunicacional todo lo puede. Incluso otorgarle a ciertos personajes características que realmente no tienen.