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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

¿Qué se espera de la democracia?

Hay una demanda, cada vez más urgente, de que es necesario abordar un tema de preocupación transversal: como mejoramos nuestra democracia en un mundo sometido a profundas transformaciones.

Por Rafael Rosell Aiquel
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Rafael Rosell Aiquel es Abogado, Licenciado en Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magister en Ciencias Políticas, experto en Derecho Público y Etica, política internacional con foco en Medio Oriente. Académico Erasmus y Profesor Honoris Causa de National University of Political Studies and Public Administracion de Rumania. Miembro del Foro Académico Permanente América Latina y el Caribe-Unión Europea. FAP ALC-UE.

Vivimos tiempos de cambio e incertidumbre, como resultado del desprestigio de la política, los políticos y el funcionamiento de las instituciones democráticas. Hay una demanda, cada vez más urgente, de que es necesario abordar un tema de preocupación transversal: como mejoramos nuestra democracia en un mundo sometido a profundas transformaciones.

Daniel Innerarity, nos aporta en su libro “La política en tiempos de indignación” algunas claves, que me gustaría comentar. El desprestigio de la política sería el resultado de la incapacidad de adaptar las estructuras democráticas a un mundo que se transforma y de una nueva forma de acercarse a la información a partir de la masificación de las nuevas tecnologías.

No olvidemos que la democracia supone la inclusión de los ciudadanos en el espacio público y éste se expresa cada vez más con ruido y furia, no hay espacio en el debate público para la reflexión y pareciera que ésta ni siquiera se desea.

Son más rentable los conflictos y los medios de comunicación los amplifican y se retroalimentan de ellos, y en las redes sociales tendemos a esperar que nuestras emociones sean ratificadas, con otros que piensan igual. Son tiempos de linchamientos mediáticos, en la que nos sentimos más estimulados por las pasiones que el raciocinio.

Muchas veces no nos damos cuenta que las movilizaciones sociales son indicadores de los problemas que existen, y seremos capaces de abordarlo de esa manera, si estamos dispuesto a ir más allá de la búsqueda de los culpables.

Los partidos por su parte, tradicionalmente mediadores entre la ciudadanía y las elites, se desgastan porque mantienen estructuras burocráticas inviables o simplifican la relación entre la ciudadanía y las élites con apuestas plebiscitarias que reducen los problemas complejos a soluciones binarias, muchas veces populistas, con el fin de conseguir fuerza electoral.

La votación del Brexit en el Reino Unido, los llamados a plebiscitos para la salida de la Unión Europea de Marine Le Pen, el Movimiento Cinco Estrellas en Italia o la posibilidad de convocar una Asamblea Constituyente en Chile, mediante un plebiscito, son ejemplos de este proceso.

Debemos tener en cuenta que el éxito o el fracaso de una administración, se mide en la capacidad de interpretar y canalizar efectivamente en sus decisiones, las demandas de la sociedad, por medios de amplios consensos y acuerdos sustentado en principios fundamentales, que establezcan una relación fluida con la ciudadanía.

No podemos seguir ritualizando el antagonismo, en que la política sólo puede ser un combate, en el que no se trata de discutir los asuntos, sino escenificar las diferencias para mantenerse o conquistar el poder. En fin, como señala este autor se hace necesario mas gobierno y menos campañas electorales.

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