La larga vida de Don Celino no es una bendición en Chile, es una condena
"Sacarse una foto con él daba más réditos morales que intentar instalar una discusión. Estamos todos, sobre todo las autoridades y los rostros televisivos, demasiado ocupados para comenzar un intercambio de ideas real respecto al tema".
Francisco Méndez es Columnista.
Todos se sacaban fotos con Don Celino, el caballero de 121 años que murió este miércoles. Cuando descubrieron que había una persona con esa edad, Sebastián Piñera y Cecilia Morel lo pusieron como ejemplo de vida; sin ir más lejos, la señora del Presidente lo fue a ver al hospital en el que el hombre de avanzada edad estaba en su cama agonizando. Incluso su equipo le sacó fotos para subirlas a Twitter sin pedir permiso, mientras Morel posaba a su lado. Simple: era pobre y a los pobres no se les pide permiso.
Rostros de televisión también aprovecharon la avanzada edad de Celino Villanueva para mostrarse buenas personas y dejarlo ante las cámaras como un simpático personaje de nuestro paisaje nacional. Es más, Francisco Saavedra, quien tiene un programa en el que muestra a Chile sin mostrarlo realmente, fue el que hizo los llamados para que las autoridades tomaran en cuenta la existencia de este caballero. Lo hizo, obviamente, desde esa solidaridad televisiva inaugurada por Don Francisco hace tanto tiempo ya, en la que siempre es mejor preocuparse de los olvidados cuando estos están en el suelo, como si la caridad del momento fuera más efectiva que las certezas que debería darle un país a cada uno de sus integrantes.
Don Celino era una gran excusa para tratar de dar mensajes ideológicos. Para Piñera y el gobierno este hombre era algo así como una bendición, y no un sujeto para quien la vida ya era una condena. Total, según repitió el Mandatario en su campaña, lo importante era que los ancianos tuvieran en cuenta el valor en sí mismo que significa vivir y siguieran siempre alerta, para poder pasar sus últimos años siendo útiles para la sociedad. Ya que siempre es mejor desviar la mirada y centrar el discurso en las virtudes de la vejez, cuando no se quiere decir que ser viejo y pobre en Chile no es precisamente un regalo de la vida.
Por lo tanto, es bastante importante estar atentos a las imágenes que no tienen nada que ver con la verdad. No convertir a personas que sufren el sistema que quienes habitan La Moneda aplauden en personajes “simpaticones”, casi como si fueran mascotas. Eso parece un insulto y tratar de hacernos creer que la pobreza es algo así como una característica folclórica propia de un sector del país.
Al intentar construir a un Celino Villanueva que no existe, no se mide la dureza de su situación. Por el contrario, se despolitiza su figura y lo que significa realmente su condición de hombre de la tercera edad sin casa. En vez de centrar el debate en eso y en lo que significaba su persona en una realidad como la nuestra, lo cierto es que se prefirió infantilizarlo, hacer de su figura alguien que creaba un consenso sobre lo “lindo” que es vivir tanto y haber visto tanta cosa a lo largo de más de un siglo de existencia.
Sacarse una foto con él daba más réditos morales que intentar instalar una discusión. Estamos todos, sobre todo las autoridades y los rostros televisivos, demasiado ocupados para comenzar un intercambio de ideas real respecto al tema. Por eso están las redes sociales y las fáciles sonrisas o caras de tristeza. Ya que el efecto siempre da más soluciones pasajeras a un problema al que no vale la pena tomarle el verdadero peso que tiene. Hacerlo puede traer consecuencias.
Al tratarse de manera leve casos como este, el oficialismo mental siempre convierte las problemáticas a su favor. Cada deficiencia de la estructura que defienden la convierten de manera bastante inteligente en algo que termina beneficiándola. Aunque esa deficiencia evidencie las características más crueles de lo establecido.