Líbano: la conformación de un nuevo gobierno de unidad nacional entre las presiones de Arabia Saudita e Irán
"Tel Aviv sabe que la victoria de Hezboallah refuerza simbólica y estratégicamente la influencia iraní en la región, preocupación compartida con Arabia Saudita".
Rafael Rosell Aiquel es Abogado, Licenciado en Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magister en Ciencias Políticas, experto en Derecho Público y Etica, política internacional con foco en Medio Oriente. Académico Erasmus y Profesor Honoris Causa de National University of Political Studies and Public Administracion de Rumania. Miembro del Foro Académico Permanente América Latina y el Caribe-Unión Europea. FAP ALC-UE.
Luego de 9 años sin elecciones nacionales por sufragio universal, un comicio legislativo tuvo lugar en Líbano el mes pasado y las consecuencias de los resultados en la región son claves para las relaciones de equilibrio de los actores nacionales e internacionales.
Recientemente el presidente de El Líbano, Michel Aoun, le encomendó al recién designado primer ministro, Saad Hariri, la tarea de formar un gobierno de unidad nacional en el menor tiempo posible, después que Hariri perdió un tercio de los escaños en el parlamento.
El sunita Saad Hariri, es el hijo del ex primer ministro Rafik Hariri, asesinado en un atentado en Beirut en 2005, ocupó el cargo de primer ministro entre 2009 y 2011 y fue designado para formar gobierno en noviembre de 2016 como candidato de consenso para desbloquear la parálisis institucional causada por las desavenencias entre las fuerzas políticas.
El nombramiento de Hariri tiene especial relevancia política en un país atravesado por: a) las amenazas de ataque por parte de Israel por la exploración de petróleo mar afuera en aguas libanesas, que pretenden como suyas los israelíes, b)el avance de Irán a través del partido político y milicias de Hezboallah y c) la última gran crisis política, cuando el mismo Hariri presentó su dimisión el pasado noviembre desde Arabia Saudita, país que apoya al líder sunita.
Esta crisis tuvo resultado feliz debido a las presiones de todas las fuerzas libanesas y de la intervención directa del Presidente francés Emmanuel Macron, quien en medio de la conformación del nuevo gobierno libanés, reveló que evitó una guerra en Líbano y confirmó que Hariri estuvo retenido en Riad.
Macron aseguró que la mediación de Francia y la suya en particular, evitaron que la crisis política derivara en una guerra.
El punto central es que los sauditas e Irán están enfrentados desde hace décadas en una pugna por imponer su dominio en la región, con divergencias y disputas en países como Líbano, Siria, Irak y Yemen.
Sin embargo, los continuos esfuerzos del príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, por contrarrestar la creciente influencia de Irán en Oriente Próximo han sido considerados como imprudentes desde Francia.
Los resultados de estas elecciones reafirman los conflictos en la región donde está enclavado el denominado país del cedro, debido a que el bloque compuesto por el poderoso grupo chiíta Hezboallah, Partido de Dios, apoyado por Irán y su socio el Partido Amal, han logrado 30 diputados y junto a sus aliados maronitas, superan la mitad de escaños del parlamento reafirmando su poder e influencia.
Por su parte, las derechistas Fuerzas Libanesas, la ex milicia falangista convertida en partido tras la guerra civil, prácticamente ha doblado sus escaños.
El avance de Hezboallah en Líbano es considerada otra victoria para Irán. La consigna general de estas elecciones era mantener la estabilidad interna, y eso lo saben tan bien Hariri como Hezboallah. De ello no solo depende la integridad del país, sino su capacidad para conservar el apoyo financiero internacional en un momento crítico para su economía por la inmensa deuda que arrastra y la crisis provocada por la llegada de un millón y medio de refugiados sirios.
Pero independientemente de los puestos de responsabilidad que consiga Hezboallah en el nuevo ejecutivo, su verdadero poder opera entre bastidores.
Su buen resultado electoral le permite alejar de la discusión nacional la gran cuestión obviada durante la campaña electoral por todos los partidos: su arsenal armamentístico y su papel en Siria, en un momento en que la no injerencia regional, constituye la política exterior oficial del Estado libanés.
El incremento exponencial de la capacidad militar del Partido de Dios en el contexto del conflicto sirio, -en el que participa desde sus inicios del lado del Presidente sirio Bashar al Asad como brazo derecho de Teherán, sumado a su creciente influencia en el ámbito político e institucional libanés preocupan cada vez más a Israel, que ha visto en su victoria electoral un aumento del peligro en su frontera norte.
“El Estado de Israel no diferenciará entre la soberanía del Estado de Líbano y Hezboallah, y verá a Líbano como el responsable de cualquier acción surgida de su territorio”, advirtió el ministro Naftali Bennett, del ala dura del gobierno de Benjamín Netanyahu, en línea con la retórica bélica que ha ido aumentando en los últimos meses.
Tel Aviv sabe que la victoria de Hezboallah refuerza simbólica y estratégicamente la influencia iraní en la región, preocupación compartida con Arabia Saudita.
A pesar de que las elecciones parlamentarias son un asunto interno libanés, la política de Hezboallah en Siria tiene mucho que ver con la victoria del movimiento chiíta y sus aliados en Líbano. Además, la guerra en Siria ha reforzado las posiciones del llamado “frente de resistencia” compuesto por las fuerzas antiisraelíes como Hezboallah en Líbano, Hamás en Palestina e Irán.
Tal y como ha declarado el líder del Partido de Dios, Hassán Nasrala, el resultado de las elecciones ha sido “una gran victoria política y moral de las fuerzas de la resistencia”. De este modo, la cuestión sobre la entrega de armas al Gobierno libanés por parte de las fuerzas de la resistencia libanesa, prácticamente se cayó de la agenda
La relación existente entre Irán y Hezboallah, es un componente clave del proyecto de Teherán para la región y ante este escenario, las acciones de Estados Unidos e Israel contra Irán pueden acabar desestabilizando la situación en Líbano y provocar una respuesta del grupo chiíta desde su rama militar.
Aunque Hezboallah no revela el número de efectivos, se considera que es el mayor ejército no estatal del mundo y que es considerablemente más fuerte que el ejército libanés. Las estimaciones indican que existen al menos 20 mil soldados entrenados profesionalmente y 25 mil combatientes de la milicia civil, sin embargo, las unidades asentadas en Siria se estima que actualmente sean unos 60 mil combatientes. Lo que sea que hayan sido las fuerzas militares de Hezbolá antes de la guerra de Siria, es incuestionable que en la actualidad están mucho mejor dotadas de personal, armadas, abastecidas y entrenadas que antes.
Dada la intensidad cada vez mayor de los tambores de guerra desde Tel Aviv hasta Washington, el futuro del Líbano comienza firmemente en sus propias fronteras y la conformación de un gobierno de unidad es fundamental para fortalecer su posición en la conflictiva región.