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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El peligro de relativizar la misoginia de Nicolás López

"Nos encontramos con un secreto a voces en el cual ninguno de sus amigos intervino, donde todos siguieron alabando sus violencias, aún cuando eran tan evidentes que eran motivo de bromas constantes".

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Karen Denisse Vergara Sánchez es Periodista e investigadora en temáticas de género y violencia

Ha sido una pregunta permanente durante los dos últimos años. Cómo fue que de la noche a la mañana empezaron a caer jefes, directores, presidentes, productores y colegas en casos de violencia de género y abuso sexual. Se ha acusado moda y el afán de querer figurar, sin embargo, la mayoría de los sujetos acusados y cuestionados han sido siempre motivo de sospecha.

No parece tan equivocado referirnos a eso, cuando en estos momentos revista El Sábado muestra los abusos sexuales y violencia de género del director nacional Nicolás López. La noticia se rumoreaba desde hace algunas semanas, cuando apareció una especie de publirreportaje a su favor, publicado en diario La Tercera. En este medio, López, sin empacho alguno, señala que se encuentra desarrollando una película inspirada en el movimiento #MeToo, el cual partió cuando actrices y trabajadoras de la industria del cine denunciaron por violación y abuso al director hollywoodense Harvey Weinstein. Este tipo de denuncias no son nuevas, como muchos quisieran pensar. A Weinstein, Courtney Love lo había increpado públicamente durante años, pero en medio de una sociedad profundamente sexista, se desacreditaron sus cuestionamientos al director, dejándola como los delirios de una rockera que había perdido el rumbo.

No es difícil recordar a otros hombres cuestionados por situaciones similares. Pensemos en Woody Allen (a quien López menciona como su mentor, tras narrar un episodio donde violenta a su madre), quien lleva varias denuncias desde los años 90’. En ese entonces Dylan Farrow se expuso mundialmente al denunciar que su padrastro la había violado cuando era una niña. La sociedad hizo silencio, era impensado cuestionar a los grandes. Un delirio que al parecer mantenía López, quien pensó que con los servicios de Imaginacción, consultora sin escrúpulos, experta en tener a hombres cuestionados por violencia sexual entre sus clientes, podría salvar su imagen.

“Estás trabajando con el director más famoso de Chile”, utilizaba como argumento Nicolás para intimidar a actrices jóvenes y modelos y forzarlas a desarrollar sus fantasías psicópatas. No vemos acá solo a un “pecador” o a un sujeto “irreverente o sin filtro”, como lo intenta posicionar el reportaje de El Sábado en sus inicios. Nos encontramos con un sujeto que sabe plenamente lo que hace, con un odio parido desde su infancia hacia las mujeres. Nos encontramos con un secreto a voces en el cual ninguno de sus amigos intervino, donde todos siguieron alabando sus violencias, aún cuando eran tan evidentes que eran motivo de bromas constantes. Se ha visto el juego de palabras en otros medios, donde violencia, violaciones y otros hechos gravísimos han sido tomados como solo un “intento de abuso”, un “error” o un “desafortunado incidente”.

Cuando Nicolás comenzó a ser reconocido por su cine marketero y vacío, las escenas más recordadas eran en las cuales se dedicaba a atacar o exponer a sus personajes femeninos. Cómo olvidar el “te odio maraca culiá” que interpreta Ariel Levy en Qué Pena Tu Vida, dirigido como un misil hacia Lucy Cominetti, actriz que denunció un sinfín de violencias por parte del director o los arranques neuróticos que hicieron de Paz Bascuñán un estereotipo de mujer “loca” en todos los trabajos posteriores que ha desarrollado.

Hacer cine es la forma en que López valida su misoginia, entregando un mensaje camuflado con el cual miles de hombres se siguen identificando y donde reside principalmente su peligro. Inconscientemente sigue validando en la mente de muchos que la mujer que no te toma en cuenta es una perra, que la amiga que no se interesa en ti es una “calientasopa”, que si nadie se ha fijado en ti es porque son todas malas y no saben elegir, perpetúa la homofobia con un humor que sigue girando en torno a la perpetuación de los roles de género, volviendo a situar al hombre como un sujeto incapaz de discernir, de evolucionar ni pensar más allá de su pene. ¿A ustedes como hombres no les molesta que ese sea el reflejo de su masculinidad?

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