Carlos Pinto: “Todas las cárceles debiesen ser como Punta Peuco”
Conocedor del mundo carcelario, el periodista debuta en la literatura con un thriller y una tesis: "todos los seres humanos somos bestias".
Carlos Pinto tiene una tesis que para varios podría ser terrorífica: todos somos bestias domesticadas, y que en un contexto dado de enceguecimiento, cualquiera de nosotros podría cometer un crimen.
Famoso por los noventeros programas de TV Mea Culpa y El Día Menos Pensado, el periodista debutó en el mundo literario con su primera novela basada en hechos reales, llamada El silencio de los malditos. La historia se centra en Eugenio Loyola, quien relata la concatenación de sucesos que lo llevaron a protagonizar uno de los más atroces crímenes que se podría cometer.
Situada en la dictadura, la novela cuenta los oscuros pasajes de un ambicioso médico colaborador de la DINA, presenta las trastocadas mentes de dos asistentes de enfermeros y de la habituación de Loyola a la escena delictual, todos ellos marcados por la indolencia.
Conocedor del mundo carcelario, Carlos Pinto conversa en entrevista con El Dínamo sobre la discusión que ha girado en torno ejercer tortura a delincuentes, así como también los tipos de penitenciarios que hay en Chile. “Ciertamente todas las cárceles debiesen ser como Punta Peuco”, opina.
-¿Cuál fue la motivación para escribir el libro?
-La motivación es muy simple, yo siempre quise escribir. Ahora, sentarme a escribir propiamente tal es algo que no había hecho nunca. Tengo varias historias y pasajes importantes que creo que se merecen ser relatados, pero este era el primero que apareció en esa lista que decía que era mejor convertirlo en un libro si pudiera.
-¿Habías incursionado en la ficción antes?
-Bocetos muy menores de pequeños cuentos que nunca terminaba. Era como el ejercicio de ver qué pasaba si me dedicaba a escribir, nunca llegué a ningún lado. Nada que pudiera haber completado.
-El libro fue el más vendido de junio y a sólo dos meses de su lanzamiento ya va en su segunda edición. ¿A qué lo atribuyes?
-A mí lo que me interesaba en un momento determinado era escribir algo y que ese algo pudiera publicarse para mí era fantástico. Se me abrió un espacio y estoy ad portas de escribir un segundo libro, que era lo que yo deseaba, no quedarme ahí. El que la primera semana estuviera entre los 10 más vendidos, la segunda ser el tercero y tercera semana el más vendido, no sé cómo evaluarlo aún. Es muy importante que eso haya sucedido, pero no estaba en los planes.
-¿El libro adopta bien la esencia del thriller?
-Yo creo que sí. Siempre dije que es un thriller dramático, porque si bien el libro tiene un concepto de época para contextualizar, avanza por ese camino y no se convierte en un libro político. Pasa por la época de la dictadura y no se convierte en un libro que va a tirar piedras contra ese momento necesariamente. Colinda con la delincuencia en todos los planos.
-Pero si el libro no es político, así como lo planteas, ¿crees que podrías haber publicado esta novela durante la transición, con la dictadura tan presente?
-En ese momento lo hubiese hecho igual, pero los riesgos de aceptación, de venta, y de crítica probablemente habrían sido distintos. Entre más cerca de los hechos, más fuerte habría sido la caja de resonancia que hubiese tenido. Probablemente ahí hubiese sido más difícil aislarme de lo que está conceptualizado, porque en el libro yo hago referencias de los hechos los cuales yo miro, siento, pero no quiero hacer proselitismo político, porque no creo en eso. La literatura para mí tiene ese valor, que uno tiene que trascender a sus propios gustos o a sus propias ideas.
-En el relato hay una evidente intención de mostrar el lado humano del criminal. ¿Se busca intentar entender qué lleva a una persona a cometer un crimen calificado de aberrante, de entender su contexto y su psicología?
-Siempre. Yo creo que cuando uno está cerca de una temática y la logra entender, para traspasarla hay que contextualizar y en gran medida ubicar a estos personajes buenos o malos dentro de un contexto para entender cabalmente lo que pudo haber pasado. Lo que hago es tirar el elástico hacia atrás tanto sea necesario para comprender el momento exacto en que lo que él va a hacer haya gatillado para que así se hiciera. En el fondo, lo que más me importa a mí y me ha importando siempre, es saber la génesis del delito que pensaba cometer o cometió.
-En los protagonistas se advierte un rasgo común: la indolencia. ¿Esta característica está presente en la mayoría de las mentes criminales?
-Eso lo ves tú, pero me hace sentido. Esa indolencia probablemente sea la marca que no se deja ver en las personas, que la descubres tarde quizás. Hay algo ahí que los hace ser animales furiosos a ambos en momentos determinados. Parecen simples personas, pero hay algo ahí que va a emerger. Los caminos que tiene cada personaje, que son tan opuestos, son de alto riesgo. Están ahí en el lomo de un animal salvaje que en cualquier momento los va a botar, y que quizás para subirse tienen que ser indolentes.
-Tu tesis es que todos somos susceptibles de cometer un crimen…
-El concepto crimen engloba todos los delitos. Un crimen es abuso. Popularmente la gente cree que crimen es matar, crimen es trasgredir una ley social.
-En esta línea que todos somos susceptibles de ser criminales, planteas que depende de cuán domesticada esté la persona. ¿Cuál es al base de esa tesis?
-No es un concepto que yo haya inventado, es un tema muy profundo de la psiquiatría, el catalogar que todos los seres humanos somos bestias y que la diferencia de unos con otros es que algunos somos más domesticados. Nosotros estamos un poco más culturizados entonces hemos aprendido a convivir en sociedad y hemos dejado atrás el sentido de bestia. Bestia significa aplicar la bestialidad como una cosa natural, y al culturizarnos, el hacerse de una escala de valores sólidas, el compartir, nos sociabiliza y nos permite por sobre todo domesticar la bestia. Si tú ves el actuar de cada individuo siempre hablamos de enceguecernos en un momento determinado, y cuando nos enceguecemos estamos diciendo ‘no respondo por lo que está pasando, soy otra persona’. Para mí esa es una actitud bestial, que no hay control sobre sí mismo y todos los delitos se cometen justamente cuando no hay control sobre sí mismo, cuando la bestia domesticada se convierte en bestia otra vez.
-Hace unos días varias figuras de medios dijeron que los cuatro ecuatorianos acusados del asesinato de Margarita Ancacoy merecían ser torturados, a raíz de la situación que se dio en el penal Santiago Uno. ¿Cuál es tu visión al respecto?
-Yo creo que es un acto de muy poca cordura, de muy poca socialización. No creo que uno tenga que tomarse la ley en sus propias manos. Si hemos generado leyes es justamente para guiarnos, para compartir en un grado de armonía. Las Leyes cumplen esa función. Ellos hicieron una barbaridad, pero no voy a compensarlo con otra barbaridad, que es bien destructiva y corrosiva para la sociedad. Cuando tú transgredes y haces justicia por tus manos estamos en una ley de salvajismo increíble y eso es todavía peor.
-¿A qué responden las ganas de hacer justicia con las propias manos? ¿A una falta de confianza hacia la justicia?
-Sí, puede ser, pero también son pretexto sociales. ‘Ya que la justicia no hace nada, lo hacemos nosotros’. Tratemos que la justicia haga lo que tenga que hacer. La mayoría de los casos son condenados socialmente antes que judicialmente. Existe la sensación de que el país está desordenado y que aquí se puede hacer lo que se quiere, yo no creo eso. Yo creo que es una conducta popular que emerge de insatisfacciones. Es como la pena de muerte, ¿para qué matar a una persona para demostrar que matar es malo? No estoy tan cierto de que la justicia esté tan débil. Lo que pasa es que las personas desconocen las leyes.
Creo que estamos bastante atrasados. Estaba leyendo que en Holanda las cárceles se están cerrando porque no tienen reos, están siendo museos, mall, cualquier cosa porque bajó la cantidad de personas que ha cometido ilícito.
-Acá se habla de crear más.
-Aquí si tuviéramos el dinero para crear más cárceles estaríamos con una por cuadra. Si acá lo que hay que hacer es un gran estudio sobre a quién se mete preso, y para eso está la justicia. Tú puedes estar preso en libertad, porque el delito que te compete no atenta contra la sociedad. Que estén presos aquellos que son realmente peligrosos, pero para eso hay que definirlos como tal y no decirlo porque salió en los diarios.
-Otro tema que siempre ha sido discutido es la precariedad que se ve en las cárceles, donde hay hacinamiento, mal trato. ¿Qué pasa con esa lógica, donde todo se desata y desborda?
-Hay algunas cárceles privadas que han mejorado un poco la situación, cárceles que partieron con una cama por celda y que hoy, precisamente por esta cosa de meter y meter gente, ya llevan tres por celda. Si recordamos la Penitenciaría, cárceles para 1.500 personas que terminaron con 7 mil personas al interior, o sea, eso tiene muchas lecturas. Una es que cualquiera de nosotros podría caer ahí y lo que tendríamos sería una doble condena, una condenado por el delito que cometí y otra porque estoy hacinado, otra porque no me dan comida, otra porque duermo mal.
Siento que hay que sacar gente de la cárcel y que las cárceles permitan algo que es más importante que todo, que haya una disponibilidad económica para rehabilitación, que en Chile no existe. La rehabilitación acá casi es una situación espontánea que se da un margen de 10 a 15% cuando mucho.
-En Chile hay cárceles distintas, donde algunos se encuentran en mejores condiciones, como en Punta Peuco. ¿Se debería poner fin a este tipo de distinciones?
-En todas las esferas, hacer diferencias que no tienen mucho sentido, porque el delito sea peor o menor, no debe importar. Lo que debe importar es que tú hayas sido condenado a determinados años y lo puedas cumplir con la misma dignidad en cualquier lado. Ciertamente todas las cárceles debiesen ser como Punta Peuco. Lo que pasa es que dicen que les dan muchas regalías. En las cárceles europeas tienen esas regalías y está bien, porque qué más duro que la privación de la libertad. Nunca he ido a Punta Peuco, pero me gustaría que todas las cárceles fueran como esa.