La Memoria…
"Las graves afirmaciones de Rojas, seguidas por otras tantas provenientes de fanáticos que con solo un pequeño impulso vuelven a la violencia verbal, son inexorablemente un retraso".
Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección
Los últimos días han sido infelices para ciertos funcionarios del gobierno que, tal vez por negligencia o por indiferencia, dejan de lado temas profundos para la construcción de una visión común de país.
Posiblemente, la vorágine administrativa-financiera y la necesidad de medidas cortoplacistas y efectistas, aunque eficientes en algunos casos, le hacen olvidar al Presidente Piñera su rol más determinante: cuidar y velar por la coexistencia y convivencia social.
Sabemos de la grieta. No es una novedad. Sabemos que es muy difícil cerrarla si no entendemos el verdadero significado de la palabra reconocimiento. Pero sabemos también que lo que es imperdonable, es acrecentar esa grieta.
Las burdas afirmaciones del ex ministro Rojas sobre el Museo de la Memoria son una muestra de lo poco que le importa a este gobierno cuidar ciertos detalles sobre temas que hacen a la vida y al desarrollo sociocultural.
Pero más allá de la incapacidad demostrada por este personaje, el gobierno sigue adelante con un equipo de trabajo que piensa en la contingencia sin sentar bases políticas sólidas de convivencia en una sociedad fracturada. En tal sentido, la oposición más joven demuestra su lenguaje político con la rápida lectura de Boric para reconocer los graves problemas de DD.HH. promovidos por gobiernos falsamente progresistas, demostrando cómo se puede aprovechar un espacio para reducir diferencias supuestamente insalvables. Y ganar el centro de la política.
Las graves afirmaciones de Rojas, seguidas por otras tantas provenientes de fanáticos que con solo un pequeño impulso vuelven a la violencia verbal, son inexorablemente un retraso.
Un país sin memoria no tiene esencia de vida ni de historia. Carece de sentido común para gestar su futuro borrando o falseando su experiencia vivida. Y esto va más allá de tener o no un museo, aunque ese museo pueda ser un espacio físico en el que la sociedad pueda encontrarse para reconocer y para reconstruir a partir de esos tiempos oscuros.
Ese espacio de encuentro es un punto central para reducir una grieta que es el obstáculo más grande para el desarrollo integral de un país.
No existe desarrollo sin convivencia, sin memoria y sin historia. No es un tema de crecimiento económico, de datos de riqueza y pobreza, de inversión o de consumo.
La brecha entre ricos y pobres se resuelve a partir de reconocer y resolver la brecha sociocultural entre los que buscan reconocimiento y los que ignoran el pasado.
Así, estamos condenados al fracaso. Algunos vivirán con mejores autos, mejores casas, pero vivirán en un espacio cercado por barreras virtuales que no tienen intención de conectarse y de convivir.
Sin convivencia no hay educación ni salud pública. Sin convivencia no hay trabajo justo ni justicia para todos.
Sin memoria, no hay convivencia. Y el deber de todo gobierno que se precie de conducir la política, es primero tener memoria.