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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

José Antonio Kast es muy peligroso para la democracia

"Encontrándose ante un terreno vacío de verdaderos contrincantes ideológicos, este personaje ha podido entregarle a ciertos sectores del país algo a qué aferrarse, les ha entregado “identidad patria” y enemigos a los que enfrentarse".

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Columnista.

Es constante. En todo momento y frente a cualquier iniciativa que vaya en contra de sus “principios”, José Antonio Kast manda un mensaje en Twitter encarando a la persona que ose ponerse por delante. Lo hace con frases que contienen cuestiones como “patria”, “nuestras familias” o “el bien de Chile”, tratando de personificar esto último, como si hablara desde certezas y no desde la ideología.

Pero no solamente eso. También sale a la calle y se codea con grupos conservadores, se saca fotos con representantes de iglesias y lo hace siempre como si fuera el defensor de los restos de decencia que queda en el país, poniéndose el traje de salvavidas que, según él, necesitan nuestras instituciones frente a un progresismo que las está masacrando.

A falta de una izquierda que esté en terreno y explique lo que quiere hacer (porque, de partida, no lo tiene claro), Kast se ha desplegado de forma muy inteligente, aprovechándose de lugares en los que el fanatismo campea, supliendo la política y la conciencia de clase, con tal de asegurarles una pertenencia que los nuevos “progres” han dejado de dar por estar demasiado preocupados de las ofensas, el lenguaje y el soterramiento de los antagonismos reales.

¿Se han dado cuenta de esto en el Frente Amplio y en la ex Nueva Mayoría? Claro que no. Pareciera que se olvidaron de la luchas, de la politización y de la pedagogía ideológica que merecen procesos sociales. Y es que estos ya no parecen importarles, porque los únicos antagonismos de los que están preocupados son los de los de la individualidad versus la totalidad. Están convertidos en sacerdotes de una moralidad que no resuelve los conflictos entre pobres y ricos, mostrándose sumamente atentos a lo que pasa en los pequeños fundos mentales de una población que, a falta de grandes misiones, no sabe otra cosa que quejarse de la eventual ofensa que podrá recibir.

¿Será que se creyeron el discurso de que hoy ya no hay clases, sino que únicamente individuos que, dejando de lado todo lo demás, lo único que quieren es resguardar sus identidades más que otra cosa? Todo indica que sí. Pero el asunto es más complejo aún, porque no han sido capaces de hacer entender a la población que temas como el feminismo y los derechos de la diversidad sexual también son problemáticas que involucran la igualdad y la idea de una sociedad en la que todos y cada uno de nosotros tengamos cabida como ciudadanos, independientemente de nuestros géneros, nuestra orientación sexual y nuestra nacionalidad de origen. Por lo que no tienen que ser abordados desde el “yo”, sino desde el “nosotros”.

Por esto es que Kast tiene la tarea muy fácil. Encontrándose ante un terreno vacío de verdaderos contrincantes ideológicos, este personaje ha podido entregarle a ciertos sectores del país algo a qué aferrarse, les ha entregado “identidad patria” y enemigos a los que enfrentarse. Ha hecho a sus integrantes dueños de un nacionalismo excluyente en el que se sienten cómodos, seguros y parte de algo que los representa; logrando que el odio hacia el otro sea una casa común en la que pueden hospedarse los que no entienden temas de género. Y eso es sumamente peligroso, sobre todo si es que queremos cuidar la salud de la democracia. O de lo que pensamos que debe ser una democracia.

Aparte de lo ya mencionado, el éxito del mensaje de este exdiputado también se debe al fracaso de un régimen político que dio por superadas cosas que no lo estaban. Las banderas que enarbola están cobrando fuerza porque no hubo ni hay una real intención de desactivar el mensaje ideológico que hay detrás, luego de la dictadura; por el contrario, al ignorar lo que él postulaba, lo único que se logró fue que sus consignas no fueran puestas en entredicho con la excusa de la “libertad de expresión”, para así no dar un debate de ideas que dejaran caer las de Kast por su propio peso.

Por esto es que el panorama es bastante desolador si es que no se hace algo al respecto. No se saca nada repitiendo frente a los micrófonos que lo que comunica este personaje es “discurso de odio”, menos si es que no se hace un trabajo político real para se comprenda. Y parece que no hay ninguna intención de hacerlo, de explicar en qué consiste un contrato social que, si es que sigue siendo tironeado entre el individualismo millennial y el sectarismo de Kast, se romperá.

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