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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La desfachatez siniestra de quienes cuestionan a las víctimas

"Muchas veces se cuestiona la credibilidad de las mujeres por los estereotipos machistas que siguen presentes en la sociedad, teniendo que presentar el doble de pruebas, siguiendo un minucioso esquema de “cómo ser una buena víctima”".

Por Karen Denisse Vergara Sánchez
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Karen Denisse Vergara Sánchez es Periodista e investigadora en temáticas de género y violencia

Siguen en la televisión. Liderando espacios, premiándose, compartiendo en matinales y estelares, creando contenidos, dirigiendo obras de teatro, en los elencos de las teleseries, están en la calle, en las casas, quizás a nuestro lado. Ahí están quienes cuestionan a las víctimas en casos de violencia o abuso sexual. “No sabemos lo que realmente pasó”, “estamos hablando de supuestos”, “¿Por qué habló tan tarde?”, “¿Qué está buscando con esto, figurar?”.

No hay otro tipo de violencia recibida que genere tanto rechazo y anticuerpos. La violencia de carácter sexual, es siempre la más cuestionada porque nos involucra en dimensiones mucho más íntimas y por consiguiente, femeninas. Se instauró durante años que el abuso debe quedar en la esfera privada, como un hecho que debe ser ocultado y silenciado, para evitar hacer público el juicio social, muchas veces el único tipo de sanción que recibirán los victimarios, pues la prescriptibilidad de los abusos, les da una cruel delantera a la hora de defenderse de las acusaciones.

Cuando una mujer denuncia, como es el caso de la actriz Loreto Valenzuela, se aplica una construcción social muy arraigada, que lo concerniente a las mujeres es el espacio privado. Por tanto las primeras acusaciones contra su testimonio fueron “¿por qué tardó tanto en denunciar? ¿era necesario ahora?“, como si los procesos que lleva una víctima se pudiesen estandarizar en un tiempo correcto de acción. Muchas veces se cuestiona la credibilidad de las mujeres por los estereotipos machistas que siguen presentes en la sociedad, teniendo que presentar el doble de pruebas, siguiendo un minucioso esquema de “cómo ser una buena víctima”: es decir, que denuncia a tiempo, que sufre constantemente con lo ocurrido, que no es capaz de proseguir con su vida y que tiene pruebas irrefutables de los hechos, porque con su testimonio no basta.

Esto ha sido replicado por quienes lideran las mañanas en la televisión, los matinales siguen haciendo de estas denuncias una especie de foro macabro donde cada “opinólogo” puede hacer las más serias aseveraciones sin cuestionamiento alguno, apelando muchas veces a la moral o al enjuiciamiento de las víctimas, siempre es sobre ellas.

La desfachatez siniestra de quienes enjuician a las víctimas, parece no tener límites. Menos aún la potestad con la que se sienten algunos para opinar aún sin conocer totalmente los hechos. Lo vimos recientemente con las declaraciones de Don Francisco, acerca del testimonio que entregó la comediante y actriz Natalia Valdebenito, “yo nunca supe de algo muy grave”, “no hay ninguna acusación. Hay una cosa que no está clara y le están dando más (cobertura) de lo que corresponde”. ¿Cómo es posible enarbolar un discurso semejante si reconoces públicamente que no conoces más del caso? ¿Cuál es la necesidad de opinar si no investigas sobre lo ocurrido? ¿Por qué lo más fácil es increpar a quien entrega el testimonio en vez de reconocer que podemos no saberlo todo y que en algunos temas es mejor guardar silencio hasta recabar toda la información necesaria?

Esta liviandad para referirse a las denuncia provoca lo mismo que cuando vemos que en España dejan libres a los miembros de La Manada, a pesar de tener antecedentes de violaciones y ataques anteriores (y que ahora intentan volver a ser llevados a la cárcel por una jueza que los investiga por otra violación y agresión a una mujer). De la víctima de La Manada se dijo que estaba “pasándolo bien” y que no estaba en depresión o afectada por lo ocurrido. Acá en Chile el historiador Gabriel Salazar dijo que unas denunciantes no se veían “tan afectadas” por las denuncias de acoso que hicieron sobre un académico. Está instaurado siempre cuestionar los testimonios en base a los estándares que el patriarcado fijó para lo que es ser una “buena o mala víctima”. Si no te resististe, si no gritaste, si denunciaste tarde, si decides hacerlo público. Todos son cuestionamientos en base a quien recibió la agresión, nunca sobre quien la realiza.

Para complementar este hecho, recomiendo que vean la película autobiográfica The Tale, de la realizadora Jennifer Fox y protagonizada por Laura Dern. En ella se muestra lo difícil de reconocernos como víctimas de abuso, y los cuestionamientos sobre lo que debemos hacer con ello una vez que queremos sacarlo a flote. Muchas veces no basta un año, ni diez, ni 40 para decidirse a hablarlo, a veces puede costarnos toda una vida.

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