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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Una bandera en la Casa Blanca o la patria a conveniencia

"Hoy, no debe sorprendernos la pobreza intelectual del sujeto. Debemos sorprendernos de la falta de amor por la patria de los 'patrióticos'. Usted es el Presidente de Chile, su pueblo merece respeto".

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Pierre Lebret es Cientista Politico UDP – La Sorbonne Nouvelle París III. Especialista en Cooperación Internacional

Instalarse en el sillón presidencial del ex Presidente Barack Obama, era propio de la arrogancia del personaje. Hoy, parece que el nuevo episodio ocurrido en la Casa Blanca protagonizado por el mandatario chileno con su homologo estadounidense nos deja ciertas dudas respecto del patriotismo que tanto ha reivindicado.

La historia política nos demostró que suelen ser patrióticos a conveniencia. Para algunos, tener ambición política es bueno cuando es para servir sus propios intereses. Pero cuando se trata de una ambición colectiva al servicio de un pueblo, alzan las armas por temor a perder sus privilegios, rechazando participar a construir una sociedad más justa y más igualitaria.

Hoy, no debe sorprendernos la pobreza intelectual del sujeto. Debemos sorprendernos de la falta de amor por la patria de los “patrióticos”. Usted es el Presidente de Chile, su pueblo merece respeto. Usted es el Presidente de un país latinoamericano, los latinoamericanos merecen respeto.

Que el mundo necesite mas optimismo, no significa que todo puede ser tratado con humor, menos una bandera que tanto ha sufrido del intervencionismo de otro Estado. Un Estado que no respeta el principio de autodeterminación de los pueblos del Sur del mundo. Hay objetos o gestos que tienen carga simbólica, a veces para bien. En este caso, podríamos calificar lo ocurrido como una conducta vergonzosa, la mejor lección práctica y “gráfica” de subordinación a intereses de otros.

No es necesario agitar la bandera en una campaña electoral, si meses mas tarde al ocupar el sillón presidencial no es capaz de respetarla. Podemos observar que no sabe que más hacer para lograr un cierto nivel de importancia o reconocimiento en la escena nacional, regional o global. Pero si de liderazgo se trata, solo necesitaría querer a su pueblo de manera sincera, escucharlo y luchar por él. José Martí decía: “No hay espectáculo, en verdad más odioso, que el de los talentos serviles”.

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