El incierto futuro del Teatro Huemul, el lugar donde se grabó la franja del No
Construido hace más de 100 años, el espacio fue pensando desde sus inicios como un centro cultural para la comunidad del barrio Franklin. Actualmente pertenece al Arzobispado de Santiago y las actividades en su interior escasean.
Cuando se construyó el Teatro Huemul en pleno Matadero Franklin de Santiago, en 1914, estaba la ilusión de establecer un barrio modelo para obreros, comerciantes y darle vida propia a un sector industrial. Por algunos años así funcionó, siendo un espacio de cultura en la calle Bío Bío para los habitantes de la zona. Sin embargo, a más de 100 años de esa promesa, el teatro enfrenta un incierto presente.
Protagonista de hitos políticos, el Huemul quedó en el imaginario chileno luego de ser escenario de la franja del NO en 1988, la cual se transmitió por televisión abierta un mes antes del plebiscito que derrocó a Pinochet. Ahí se ve a un grupo heterogéneo de artistas, cantando la icónica canción con la promesa de que la alegría ya viene.
Años más tarde, en 2013, la entonces candidata presidencial Michelle Bachelet presentó su programa de gobierno, así como también lo hizo en 2017 la candidata Beatriz Sánchez, cuando dio a conocer a su equipo programático. Pero de actividades culturales se ha sabido poco.
Hace siete años un grupo privado lo retomó. La idea de Luis Marchant como gestor cultural y sus socios capitalistas era recuperar dicho espacio como puntapié inicial de un plan aún más ambicioso: crear un proyecto inmobiliario en el sector, donde el Huemul sería el epicentro cultural. “Pensamos que podíamos tener una acción comercial, pero ya estando en el teatro nos dimos cuenta que tenía un valor agregado mucho más grande con las actividades culturales”, dice uno de los socios.
Cuentan que firmaron un contrato de arriendo con compromiso de compra. Restauraron el inmueble, inyectando millones en las reparaciones luego del terremoto de 2010. La idea era rescatar la idiosincrasia chilena, exponer poesía, darle espacio al vino y a la cueca. Así lo hicieron durante cinco años, sobreviviendo a pulso con actividades que daban algo de dinero para su mantención. Esto, hasta que tanto las diferencias internas en el equipo como las nebulosas con el administraron terminaron por apagar el sueño.
Apodado el “municipal chico”, el teatro cuenta con 194 metros cuadrados, tres niveles, 214 butacas de platea, 100 en los palcos y 300 en las galerías. Lo último que se supo fue que, tras el quiebre de Marchant con sus socios, dos gestoras culturales quisieron retomar el Huemul en 2015.
Damariz Gallardo y Diana Rojas, fueron designadas por el párroco administrador Marcelo Mancilla, dado que el lugar es propiedad del Arzobispado de Santiago, entregada en comodato a la Corporación de Desarrollo de Santiago desde 1994.
El propósito era echarlo a andar y volver a lo que fue en sus inicios: un lugar de encuentro entre la comunidad en torno a la cultura. Pero el dinero siempre escaseaba y las gestoras decidieron abandonar el proyecto. Desde ese entonces el inmueble se encuentra cerrado. Su última actividad mediática fue el stand up que grabó la comediante Jani Dueñas para Netflix el año pasado, pero más allá de ese evento no se registran más actividades.
Inserto en una Zona de Conservación Histórica, declarada por el Consejo de Monumentos Nacionales, el Teatro Huemul ha sobrevivido al paso del tiempo, siendo, posiblemente, el primer lugar de Santiago que hace malabares desde la autogestión y que hoy vive uno de sus momentos más críticos como espacio cultural.