Electrodomésticos, el grito de las máquinas
De los clásicos, incluyeron “El frío misterio” donde Cabezas dejó ver, una vez más, que los agudos no son lo suyo, distinto a lo que sucede con la soberbia interpretación de la guitarra que al final del show fue apoyada por Paolo Murillo.
El escenario está en penumbras y el telón cerrado. Se escuchan voces que parecieran ser sacadas de la marcha feminista del pasado Día de la Mujer, lentamente se abre el bastidor y vemos como cada músico va ubicándose junto a su instrumento. Valentín Trujillo hijo y Nicolás Quinteros tras los teclados, Sebastián Muñoz —Cómo asesinar a Felipes— en el bajo, Edita Rojas saluda y rodea la batería para tomar asiento detrás de las percusiones y por último Carlos Cabezas vestido de traje y corbata, como suele hacerlo desde hace una década, con su guitarra acoplada al cuerpo. Todos estos movimientos son realizados en silencio, como si se tratara de la antesala de un concierto sinfónico.
Cambia la iluminación y las máquinas estallan con “Ex la Humanidad”, canción que lleva el nombre del disco publicado en 2017, destacado por varias publicaciones como uno de los mejores chilenos del mencionado año. Acto seguido continúan “La Fortuna” y “Fui detrás de ti”, composición que se caracteriza por ser una pieza perfecta de electropop. La trompeta se toma el siguiente bloque con “La vida fina”, pues ha llegado la hora de homenajear a Héctor Parquímetro Briceño cuya imagen se apodera de las visuales que serán sucedidas, a lo largo del show, por reproducciones de lunas eclipsadas y mares.
A continuación, la audiencia del Teatro Nescafé de las Artes se estremece con “Canción Azul” seguido de “Detrás del alma”, que contó con la participación de Camila Moreno, quién recientemente fue la voz invitada en el single “Dos mil canciones”, publicado la semana pasada y también parte del setlist que la agrupación presentó anoche. Minutos más tarde y tal como lo hicieron en el Teatro Municipal el año pasado, Agnes Paz se posicionó junto al theremin, para apoyar en “La luna en su lugar” y “La ciudad no se fue” con aquel enigmático sonido que pareciera ser un rasguido de una aguja en un vinilo y que es generado por un aparato de madera con dos agujas de metal que no se tocan, pues, funcionan con ondas electromagnéticas. Una interpretación tan interesante de ver que fue una lástima que la hayan ubicado en la parte trasera del escenario, cuya visibilidad era prácticamente nula.
De los clásicos, incluyeron “El frío misterio” donde Cabezas dejó ver, una vez más, que los agudos no son lo suyo, distinto a lo que sucede con la soberbia interpretación de la guitarra que al final del show fue apoyada por Paolo Murillo, quién completó el sonido atronador e industrial del que son dueños y que es una responsabilidad compartida por la calidad de cada músico sobre el escenario. No se le pueden tirar flores a Edita sin olvidar a Trujillo y lo mismo sucede con Muñoz y Quinteros. La agrupación fluye, se funden y disfrutan lo que hacen y eso siempre es inspirador.