#Ambiendatos: Estos son los 10 enemigos químicos de la alimentación saludable
Entérate de que son elementos, para qué sirven y que peligros entrañan sustancias químicas como el Glutomato monosódico, E110, tartrazina o glicidamida, y que se usan comúnmente para lograr que los productos envasados lleguen a nuestras manos con determinadas características de frescura o buena apariencia.
Glutomato monosódico, benzoato de sodio, E110, tartrazina o glicidamida. ¿Qué son? ¿Para qué se usan? ¿Son peligrosos? Aquí te explicamos los riesgos del consumo de estas sustancias químicas de las que la industria del procesamiento de alimentos se vale para lograr que los productos envasados lleguen a nuestras manos con determinadas características de frescura o buena apariencia.
“Casi todos estos agentes son extraños a nuestra naturaleza, sintetizados artificialmente en laboratorios”, explica la nutricionista naturista Ana Aguado. En el mismo tono el naturópata Carlos Wimmer apunta que “la vieja máxima de Hipócrates, que tu alimento sea tu medicina, ya ha quedado sepultada bajo las góndolas de los supermercados”.
No hay duda. Estos expertos desconfían del carácter inocuo de estos añadidos. Motivos no les faltan: la información disponible suele ser escasa y confusa, algunos aditivos -de hecho- están prohibidos en ciertos países; y sobre otros pesan sospechas de toxicidad.
Aunque los naturistas pintan un panorama poco menos que apocalíptico, llevar una dieta completamente libre de estos supuestos “venenos” parece, en la sociedad moderna, una quimera. Desde una postura más moderada, la nutrióloga, Mónica Katz opina que los aditivos y la biotecnología son necesarios para alimentar a una población mundial en constante crecimiento y para que los alimentos puedan trasladarse o conservarse sin que se contaminen ni pierdan sus propiedades organolépticas.
Pero, ¿cuáles son los ingredientes que deberíamos evitar o al menos ingerir con moderación? Revisa el siguiente decálogo de las sustancias definidas como los venenos más comunes que nos llevamos a la boca.
1.- Colorantes artificiales:
La artificialidad llevada al extremo. “Los colorantes de síntesis química acumulan diversas evidencias tóxicas y cancerígenas. Entre otros podemos citar el E110 (amarillo ocaso), depresor del sistema nervioso y causante de convulsiones, parálisis, dermatosis y trastornos gástricos; o el E150 (caramelo), cuya peligrosidad quedó de manifiesto recientemente con la prohibición de usarlo en bebidas cola en Estados Unidos”, alerta el experto en nutrición naturista, Néstor Palmetti.
“Pero sin duda –agrega-, la más característica es la tartrazina, que proporciona color rojo amarillento a gelatinas, bebidas, conservas y dulces. Se lo reconoce responsable de asma, urticaria, rinitis, reacciones alérgicas, manchas en la piel, visión borrosa, broncoespasmos, migrañas e insomnio”, agrega.
2.- Conservantes:
Inhiben procesos como la putrefacción y la fermentación. El problema es que, al ingerirlos, continúan desempeñando esa tarea en nuestro organismo. “Esto afecta a la flora intestinal y al hígado, cuyas funciones dependen de las reacciones enzimáticas que los mismos conservantes bloquean”, explican los especialistas.
El más popular es el benzoato de sodio, un tipo de sal muy utilizado en bebidas, al que se ha vinculado con trastornos como el déficit de atencional, cirrosis o enfermedades degenerativas. Otros de los más objetados son el nitrito y el nitrato de sodio, de uso habitual en carnes procesadas y pescados.
3.- Edulcorantes no calóricos:
“Son agentes extraños que el organismo no reconoce. Hieren las células en lugar de nutrirlas”, advierte Aguado sobre los endulzantes sintéticos no calóricos. Los más conocidos son la sacarina, ciclamato, sucralosa y aspartamo. “Sobre ellos, especialmente este último, existen infinidad de estudios que demuestran su toxicidad”, subraya Palmetti.
Aún los de origen natural, como la stevia, serían un arma de doble filo ya que “engañan” al cuerpo: “Al aparecer el sabor dulce, el organismo pone en marcha una serie de mecanismos para metabolizar los azúcares que se avecinan. Pero luego los carbohidratos no llegan y el circuito queda trabajando en vacío”, apunta Wimmer.
4.- JMAF:
¿Qué tienen en común yogures, jugos, aguas saborizadas, galletas, barras de cereal, mermeladas, alfajores, salchichas, helados y postres infantiles? Todos ellos suelen contener JMAF (jarabe de maíz de alta fructuosa), el endulzante industrial obtenido por hidrólisis del almidón. “Dado que la fructuosa es el azúcar de las frutas, mucha gente cree que el JMAF es saludable. Pero al comer frutas, la fructosa ingresa al cuerpo acompañada de fibra y fitonutrientes, que modulan y amortiguan su paso al flujo sanguíneo. Al consumir JMAF refinado, no hay ‘freno’ y se observa una rápida absorción a nivel celular, convirtiéndose en una fuente incontrolada de carbono, que a su vez se transforma en colesterol y triglicéridos”, señala Palmetti.
5.- Grasas hidrogenadas o trans:
Durante décadas, fueron las niñas mimadas de una industria alimenticia que ahora hace malabares para despegarse de ellas. Hablamos de las grasas trans, que son el resultado de la hidrogenación: un método químico que transforma aceites vegetales en grasas sólidas, elevando su punto de fusión con la intervención de hidrógeno y un catalizador. Incorporadas a una amplia gama de productos ya que mejoran su apariencia y les confieren mayor estabilidad, durabilidad y versatilidad, está probado que su ingesta eleva los niveles de colesterol y triglicéridos.
6.- Refinados:
Las bondades de la refinación, mito fundacional de la industria alimenticia, están siendo puestas en tela de juicio. Bajo la máscara de “purificar” ciertos productos (el objetivo central, en realidad, es volverlos no perecederos) se termina por quitarles varios de sus elementos más nutritivos.
Tanto el azúcar (sacarosa) como la sal común (cloruro de sodio) y la harina son considerados “venenos blancos” por los naturistas extremos. Según Ana Aguado, por ejemplo, el azúcar refinado descalcifica y aporta calorías vacías: engorda sin nutrir, despojado de sus minerales y vitaminas.
7.- Saborizantes:
De los “realzadores” o “potenciadores” de sabor que encontramos en diversos alimentos -desde conservas y hamburguesas hasta caldos, snacks, fiambres y condimentos-, el gran villano, según los gurúes verdes, es el glutamáto monosódico (GMS), también conocido como Ajinomoto, por el nombre comercial con que lo bautizó la compañía japonesa que lo patentó a comienzos del siglo pasado.
Conocido como “nicotina alimentaria” por su carácter adictivo, se lo relaciona con una larga lista de problemas de salud. Detectarlo no siempre es fácil dado que las etiquetas lo camuflan bajo denominaciones alternativas como “proteína vegetal hidrolizada” o “ácido glutámico”.
8.- Transgénicos:
La manipulación genética de semillas acumula una nutrida legión de detractores. Sin ir más lejos, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reconoce que no es posible afirmar que esta tecnología se encuentre “completamente exenta de riesgos”.
Para los expertos consultados, los transgénicos generan alteraciones significativas e imprevisibles en los alimentos; mayor toxicidad en la planta debido al empleo de agroquímicos, empobrecimiento del suelo, reducción de la biodiversidad y daños ambientales. Estos cultivos, sentencia Palmetti, “permiten obtener granos y vegetales de apariencia atractiva y bajo precio, pero menos nutritivos y cargados de sustancias tóxicas”.
A nivel internacional destacan la reciente decisión del Consejo de Estado de Francia de anular el decreto que prohibía desde marzo de 2012 cultivar en territorio del país semillas de maíz transgénico de la multinacional estadounidense Monsanto. Y en Chile, la polémica aprobación en la Comisión de Agricultura del Senado del Convenio UPOV, iniciativa de Ley ligada a los llamados Obtentores Vegetales y conocida como ley “Monsanto-von Baer”, y que motivó la convocatoria por parte de la Campaña Nacional Yo No Quiero Transgénicos en Chile a una marcha nacional para este sábado 17 de agosto
9.- Subproductos de la cocción:
Ni siquiera figuran en los listados de ingredientes y es poco lo que se sabe de ellos. Pero serían tan o más nocivos que cualquier aditivo. Compuestos como la glicidamida, betacarbolinas y aldheidos, se forman a partir de reacciones químicas provocadas al exponer hidratos, proteínas y grasas a temperaturas elevadas, un recurso muy habitual en la industria moderna de alimentos.
Entre los más cuestionados sobresale la acrilamida, detectada recién en 2002. Algunos alimentos que la generan, cuando se los tuesta u hornea, son: café, chocolates, papas fritas, cereales y galletas. Pruebas en animales demostraron efectos cancerígenos.
10.- Carne de cría de establo:
A la hora de comer carne, convendría optar por la que proviene de métodos naturales de crianza. La producción industrial se maneja con parámetros de eficiencias y rentabilidad en establos, feedlots, corrales, jaulas y otros espacios de confinamiento. La carne del cerdo -por ejemplo- deja de ser rica en grasas poliinsaturadas y se carga de grasas saturadas, además de otros compuestos tóxicos.