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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Educación ambiental: redundancia

Actualmente, cuando se aborda el debate sobre la calidad de la educación en Chile muchos se preguntan qué calidad queremos. Pensemos, entonces, que no solo se trata de impartir conocimientos para un mundo cada vez más competitivo, sino de procurar que el proceso de aprendizaje sea el reflejo de los valores que queremos para nuestra sociedad.

Por Claudia Pabón
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Claudia Pabón es Académica Área de Energía y Medio Ambiente Facultad de Ingeniería y Ciencias Universidad Adolfo Ibáñez. .

Hace poco leí un artículo de David Orr, experto en  educación ambiental y académico del Oberlin College (EE.UU.), donde aborda el para qué de la educación moderna, sus mitos y los principios para reemplazarlos. Uno de sus postulados es que “toda educación es educación ambiental”, y yo no podría estar más de acuerdo.

Efectivamente,  enseñar economía sin hablar de recursos naturales es lo que nos ha llevado a vivir en un sistema que “produce y crece” y que desconoce que al final no hace ni lo uno ni lo otro, pues solo transforma lo que la naturaleza ya creó, a la vez que equivocadamente hace más pequeña su propia base productiva en el empeño por crecer sin criterios de sustentabilidad.

La educación ambiental es entonces redundante porque nos genera una falsa noción de separación entre lo ambiental, lo económico y lo social, y esto se reproduce, a su vez, en los ámbitos institucionales donde el tema ambiental es una división más en vez de ser el punto de partida desde donde se deben diseñar, tanto programas educativos como carreteras.

Afortunadamente, existen iniciativas que plantean modelos viables de educación que demuestran que es posible construir currículos holísticos y verdaderamente enriquecedores para las mentes más jóvenes. Un increíble ejemplo de esto es el Green School en Bali, Indonesia, una innovadora institución educativa que acaba de graduar sus primeros alumnos y que vive lo que promueve. La escuela está construida con cañas de bambú, sus jardines son huertos cultivados por los propios estudiantes, sus baños son inodoros secos y sus cafeterías venden productos saludables.

En cada una de las clases, el currículo académico incluye cuatro dimensiones: cognitiva, emocional, kinestésica y espiritual, que entreteje con los tres ámbitos de intención en el aprendizaje: formativo, integral y experiencial. Así por ejemplo, en lo experiencial se busca que de manera transversal los estudiantes puedan contribuir a cambiar su entorno a través de sus proyectos de clase, donde además aplican conocimientos de liderazgo y emprendimiento. Así, estos niños ya han logrado restringir el uso del plástico en la isla, limpiar playas enteras y cauces de riachuelos, entre otros muchos logros.

Actualmente,  cuando se aborda el debate sobre  la calidad de la educación en Chile muchos se preguntan qué calidad queremos.  Pensemos, entonces, que no solo se trata de impartir conocimientos para un mundo cada vez más competitivo, sino de procurar que el proceso de aprendizaje sea el reflejo de los valores que queremos para nuestra sociedad.

En materia ambiental esto implica que temas como las emisiones, la pérdida de recursos y la contaminación se aborden desde el plantel mismo y en relación con el entorno inmediato. Sólo de esta   manera la reflexión sobre los grandes retos que enfrentamos como humanidad volverá  a su origen: la persona.

 

 

 

 

 

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